Primer aspecto de la ceguera múltiple

Durante la cumbre del clima de Paris me llamaron para hacer una entrevista en directo en TVE. Debía tener lugar en la playa y cuando llegué al sitio, me lamenté de lo triste que era no poder decir la verdad. A la petición de aclaraciones de la periodista contesté que el efecto invernadero y el correlativo calentamiento global no eran más que la consecuencia de la voluntad de los poderosos, y añadí que poco tiempo antes había estado trabajando hombro con hombro con mi brillante amigo Simón Hebert Faull, inventor de un cacharro que, instalado en un motor de gasolina, reducía el consumo en un 69%, aumentaba espectacularmente la potencia y eliminaba prácticamente las emisiones de carbono. Esos vehículos expulsarían por el tubo de escape algo llamado oxígeno, de donde la masa de chatarra rodante y contaminante pasaría a ser casi un inesperado sustitutivo de la selva del Amazonas. Pero a mi amigo le hicieron la vida imposible y murió en la indigencia o casi. Y aunque cierta persona heredó la patente y la está explotando en una pequeña planta (no me atrevo a dar más detalles), algo muy extraño está pasando porque nadie se ha enterado incluso cuando el tema debería ser noticia mundial, y Simón tendría que haber recibido el premio Nobel de física.

Por descontado que no pude decir todo esto en la entrevista. Esa verdad era demasiado simple, demasiado rotunda y demasiado eficaz para que los políticos dejaran de lloriquear como bobos aparentando impotencia.

Por consiguiente, deseo que en 2020 el reactor Faull, que así se llama el cacharro y que tendría un PVP de 20€, se instale en todos los coches de gasolina. Eso sí que significaría una reducción bestial de las emisiones y no es ni una utopía ni un sueño, sino una realidad. Perdón por no dar más detalles. Es que ya he tenido alguna experiencia inquietante al respecto y decir mas puede resultar peligrosillo.

Segundo aspecto de multiceguera múltiple

Opino que las oleadas de manifestantes que este otoño han salido a las calles y plazas inspirados por la niña sueca, están fijando su atención en donde no es. No hay razón alguna para pedir soluciones a los jefes de Estado porque ésos no son más que unos memos sin voz ni voto, cuya función en este teatro es hacer de guardias jurados de los auténticos amos del mundo. Me refiero, claro está, a esas cuatro o cinco familias que controlan la mayoría de las corporaciones industriales, incluso alguna enorme organización ecologista acostumbrada a jugar a la disidencia controlada.

No llego al extremo de afirmar que todas esas manifestaciones de jóvenes sean una muestra de disidencia controlada, pero sí quiero dejar constancia de que sólo sirven para contribuir a la gran ficción que tanto agrada a nuestros dueños: La ficción de que los políticos tienen poder de decisión, la ficción de que la democracia es algo más que una palabra y la dicción de que el pueblo es soberano. Cuanto más de actúe como si esas tres mentiras fueran tres verdades, más y más estaremos contribuyendo a suplantar la verdad por la mentira y, lo que es peor, a a la aceptación de nuestra esclavitud como si el desastre que nos rodea fuera lo que los anglosajones llaman un hecho De Dios.

Por tanto, mi deseo para 2020 es que jóvenes, maduros, viejos, niños, abuelos y adolescentes aprendamos que se necesitan acciones menos testimoniales y más certeras. En particular propongo el boicot a los productos que se hayan fabricado mediante procedimientos más contaminantes y cosas así. Si fuéramos capaces de canalizar toda esa energía en la dirección correcta y bajo una dirección inteligente y fría, podrían conseguirse maravillas inesperadas, porque a ellos sólo les importa el dinero. Si hacer las cosas que hacen no les resultará rentable, empezarían a cambiar.

He escrito la palabra inteligente, y ahí es donde surgen los problemas. Desde luego no quiero menospreciar a los jóvenes, generosos y entusiastas manifestantes, pero entendí algo mejor lo que sucede desde que escribí una reforma de la Constitución que no lee nadie porque tiene 19 folios, y comprobé que para muchos es más atractivo pasar cuatro o cinco horas gritando en la calle que diez o quince minutos leyendo un texto que contiene todas las claves para que la democracia sea de verdad.

Tercer aspecto de la ceguera múltiple

Todos los que han leído El Principito saben que lo esencial es invisible a los ojos. Si tornamos los ojos en cuestión a la mar, es justo que nos horroricemos ante el plástico que se acumula en forma de basura hasta extremos delirantes. Pero (perdón por la contundencia) esto no es precisamente lo más grave. Lo más grave, y de lo que nadie habla, es lo que no se ve. No se ve, pero se sabe bien. Por lo menos lo saben quienes pueden y deberían resolverlo. Bueno, quizá resolverlo sea un término demasiado optimista. Debería haber escrito minimizarlo o algo así, porque solución realmente no tiene.

Hay cosas en el mar mucho más siniestras los plásticos. Se trata de los residuos derivados de la fabricación de esos mismos plásticos (los temibles PCBs), de los restos de pesticidas que acaban en el mar y también de la traza que deja en el agua un material incluido en las pinturas que se empleaban hace años para prevenir la aparición de caracolillo en los cascos de las embarcaciones. Se trata del tribulito de estaño. Resulta que cada uno de estos agentes por separado produce en los organismos marinos un efecto más bien perturbador: Invierte sus caracteres sexuales. Los machos desarrollan una inesperada vagina y las hembras una no menos inesperada próstata y un no memos inesperado pene. Y lo peor es que esta inversión de caracteres sexuales es transmisible a humanos. Sí, estáis leyendo bien. No estáis flipando. Puede que en el respetado colectivo LGTB surjan ansias de lincharme por sugerir la posibilidad de que la inusitada proliferación de homosexuales esté relacionada con la contaminación , pero la verdad es sólo una. Ésta desde luego no es esa idiotez que los panolis de nacimiento llaman mi verdad. Es la única verdad. Y no puede decirse que sea un hallazgo reciente porque esto que he contado ya lo leí, exactamente en los mismos términos en que lo he expuesto, en una edición de 1980 de la revista del Instituto Social de la Marina, entonces llamada Hoja del mar.

¿Qué han estado haciendo en estos 50 años los responsables del medio ambiente y del bienestar y la salud de la población? La respuesta es demasiado fácil: Nada.

Se hicieron catas en las profundas fosas del Atlántico por ver si la disolución de PCBs disminuía o se disipaba en batimetrías de 12.000 metros. El resultado fue negativo. La concentración es la misma a cualquier altura de la columna de agua.

Si alguien cree que estos agentes tóxicos se degradan y disuelven con el tiempo, me apresuro a desmentirlo. Más bien es lógico esperar que su concentración vaya aumentando conforme el agua de mares y océanos se evapora.

En el caso de los pesticidas las claves del mecanismo son más claras: Muchos contienen agentes químicos que imitan a los estrógenos. Es sabido que nuestros cuerpos son una sopa hormonal y que los hombres tenemos un nivel más alto de testosterona que de estrógenos (pero tenemos estrógenos) y las mujeres un nivel más alto de estrógenos que de testosterona (pero tienen testosterona). Pues bien, ya sabéis qué puede pasarle a un pez macho o a un hombre si de pronto recibe un baño de estrógenos. Un documental de la cadena Arte exponía la paradoja de que muchas parejas jóvenes preferían irse a vivir al campo para huir de la contaminación de la ciudad. El resultado de esa idílica vida propia de Horacio era un cuadro de esterilidad en el varón con posibilidad de cáncer de mama en la mujer. Y todo por el brutal desarreglo hormonal propiciado por los pesticidas. De hecho, puedo decir que vivo en un pueblo agrícola donde casi se respiran más pesticidas que aire y donde las tasas de cáncer de mama son espectacularmente altas y se han producido varias bajas de mujeres jóvenes o de mediana edad que conocía,

No obstante, el documental se quedaba en la epidermis del problema. No lo explicaba. La noción de que los pesticidas contienen sustancias semejantes a los estrógenos la revela el médico de Nueva York Richard Firshein en su extraordinario libro La revolución de los Farma nutrientes.

De aquí que mi deseo para 2020 sea que todo esto, que sabemos muy pocos, pase al conocimiento público. No porque eso sea suficiente para que el problema se resuelva, sino porque nunca nadie fue capaz de resolver un problema cuya existencia ignoraba.

Cuarto y último aspecto de la ceguera múltiple

Puede que recordéis la campaña publicitaria pezqueñines no, gracias. El Estado invitaba a no consumir pescado inmaduro porque su captura estaba prohibida al considerarse que el mantenimiento de los recursos pesqueros exige que primero dejemos al pescado reproducirse y después lo capturemos, no al revés. El pescador tenía la estricta obligación de devolver el pescado pequeño al mar nada más ser capturado y eso estaba muy bien, pero hace unos años la UE sorprendió a propios y extraños al imponer la prohibición de lo que antes era obligado, y el deber de traer el inmaduro a puerto pero sin que pudiera destinarse a consumo humano.

¿Blanco y en botella? Sí. La nueva legislación no era ni loca, ni absurda, ni surrealista. Tenía por finalidad favorecer a los fabricantes de harina de pescado y a otros industriales primos suyos. Por abreviar, ante la inactividad del Ministerio de Agricultura (cuyos más altos representantes juraban no entender nada), y ante el total despiste de la federación nacional de cofradías, me dio por tirar del hilo y descubrí un fraude de pizarra organizado por una asociación mundial de transformadores de productos derivados del pescado. En consecuencia, formulé queja ante la comisión de peticiones del Parlamento Europeo denunciando el fraude y fui invitado en 24.01.17 y 02.12.19 a defenderla públicamente (tengamos en cuenta que el Parlamento Europeo es órgano colegislador y por lo tanto corresponsable de la medida). En síntesis, durante la primera intervención expuse que los fabricantes de harina de pescado estaban ofreciendo tres céntimos el kilo de inmaduro y que ante ese insulto los pescadores preferían llevarlo a incinerar, lo que no es precisamente bonito desde el punto de vista del medio ambiente.

Fue realmente patético escuchar la respuesta de la representante de la Comisión Europea en ambas comparecencias. En la de 17.01.17 alegó que se estaba trabajando en mejorar el precio de mercado del inmaduro. Cuando en la de 02.12.19 denuncié que con ello se estaba favoreciendo la creación de un mercado con el pescado inmaduro, en contra de la expresa y clara prohibición al respecto del reglamento (UE) 1380/2013, la representante de la Comisión, en lugar de contestarme, desmentirme o discutirme, se limitó a ignorarme de forma ostentosa contando las reuniones divulgativas y seminarios que se habían celebrado al respecto.

La conclusión es que la UE está incumpliendo de forma total y absolutamente consciente y con una cara dura de espanto su propia norma y al mismo tiempo está literalmente destruyendo la vida en el Mediterráneo en su afán por complacer a los poderes económicos

De aquí que mi deseo para 2020 sea que las instituciones europeas cambien de actitud y comiencen a legislar en favor del medio ambiente y de los intereses generales, como siempre debió ser.