Posteriormente, un Comité de la Academia sueca se vio obligado a nominar a una treintena de ellos, intentando seleccionar de manera equilibrada y lo más justa posible, representantes de los cinco continentes, de las distintas lenguas del mundo, digna presencia igualitaria de ambos géneros y máxima calidad literaria.
Hay que reconocer que semejante tarea no es sencilla, habida cuenta de que algunos escritores ni siquiera están traducidos al sueco. El año pasado y tras intensas y arduas deliberaciones, el Nobel se lo llevó la escritora Alice Munro, propuesta por Canadá. Todos esperábamos a Haruki Murakami, pero no hubo suerte. Y este año, se vuelve a apostar por él.
Si algo se les puede reprochar a este Comité de la Academia, es que suelen ser mayoritarios los nominados cultivadores de la prosa, en perjuicio de dramaturgos o poetas, a lo que alegan con cuestionable razonamiento, que la mayoría de los candidatos propuestos suelen ser habitualmente novelistas.
Si al final es Murakami premiado, sería el tercer Premio Nobel de las letras japonesas, tras Yasunari Kawabata (1968) y Kenzaburo Oe (1994), y se trata de un escritor nada convencional, cargado de símbolos, de intensa literatura surrealista con muchos elementos alegóricos y fantásticos.
Murakami es de los escritores más leídos en el mundo y de los que gozan de mayor consideración. Y hay que resaltar, que es considerado por muchos como un ejemplo más de hacia dónde va la literatura fantástica, ofreciendo pistas que están influyendo en movimientos literarios de todas las lenguas. Algunos de sus libros, como “Crónica del pájaro que da cuerda al mundo”, que él considera su obra más acabada, supone un despilfarro de elementos que en un principio confunden para después envolver en atractivos colores. Nos habla de la difícil relación entre la realidad y la fantasía, y de cómo la primera se va diluyendo, desdibujando, perdiendo “realismo” ante la imposibilidad de aceptar los duros hechos que la componen, como la soledad del protagonista al ser abandonado inexplicablemente por su mujer. Los problemas que ha arrastrado nuestro personaje se harán visibles, oscureciendo como por un velo la realidad, permitiéndonos disfrutar de toda una serie de misteriosos personajes y anécdotas que desafían la razón.
Y otro alarde de virtuosismo fantástico, es “El fin del mundo y un despiadado país de las maravillas”. Las desdichas de un hombre que ha perdido su sombra, símbolo que representa la carencia de recuerdos, y su obsesión por leer los sueños ajenos, o el trabajo de un informático que, debido a la manipulación de los sueños, es contratado en medio de una encarnizada lucha entre El Sistema y una sociedad que subsiste al margen de la ley. Y Murakami tienen muchos más libros, un sinfín de historias que seducen por su cautivador dominio del lenguaje, por su capacidad para trasladarnos a un mundo de ilusión y magia, y trazar los nuevos caminos que para todos los escritores de literatura fantástica, podremos recorrer las próximas décadas.
Estamos impacientes por saber quién será el nuevo Premio Nobel, que se sabrá a lo largo de este mes de octubre, y la entrega del mismo, será tras un curioso y elegante protocolo, el día diez de diciembre. Si el comité lo estima oportuno, Japón se llevará una gran alegría, y los admiradores de Murakami, también.
Dioni Arroyo Merino es escritor y antropólogo.
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