Curiosamente esta frase atribuida a Napoleón aparece en términos muy similares a las afueras del campo de concentración de Auschwitz, en Polonia, en polaco e inglés: “The one who does not remember history is bound to live through it again” (“quien no recuerda la historia está obligado a vivirla de nuevo”). Precisamente para evitar el auge del nazismo y del fascismo, en general, en Europa y en el mundo, no está de más el recordar, aunque sea sucintamente, las matanzas que ocasionaron Hitler y los líderes nazis desde poco después de conseguir el poder en enero de 1933 hasta el último día de su estancia en el búnker de Berlín antes de suicidarse, junto con su amante Eva Braun, el 30 de abril de 1945.

A los negacionistas del holocausto y del genocidio nazi por parte de grupos sociales que radican en numerosos países del mundo y en el que se encuentran algunos historiadores, hemos de recordar y reivindicar la verdad de dichas matanzas por parte de los nazis, especialmente, desde finales de la década de los treinta hasta mediados de los cuarenta del siglo pasado. Fue una década de auténtico terror para quienes no eran afines al régimen social-nacionalista. El genocidio nazi no solo perseguía la extinción de la raza judía sino también a gitanos, eslavos y todos aquellos que no pudiesen demostrar que eran de raza aria pues eran consideradas como razas inferiores que impedían el desarrollo y la construcción de la Gran Alemania. Pero no solo se perseguía y se mataban a millones de personas por cuestiones étnicas sino a todo opositor político que no estuviese a favor del régimen nazi. Por ello, se persiguió y mató a cientos de miles de demócratas liberales, cristianos, socialistas, comunistas, sindicalistas y a personas con defectos físicos o síquicos aun siendo alemanes.

Los acontecimientos sangrientos y horribles ocasionados por los nazis que llevó a la muerte a más de seis millones de judíos en las cámaras de gas en los cientos de campos de exterminio construidos para tal fin por los nazis en todos los países ocupados y varios millones más si a éstos sumamos a otras razas y perseguidos políticos alemanes, no tienen lugar a dudas por las fuentes que han quedado sin quemar o sin destruir y que acabaron en manos de los aliados británicos, norteamericanos o rusos. Estos documentos estas perfectamente clasificados y analizados por historiadores de prestigio internacional (solo un archivo, el denominado Arolsen, alberga más de 13 millones de documentos sobre víctimas del régimen nazi). Además de periódicos, revistas, cartas y documentos de todo tipo se disponen de cientos de miles de fotografías y de imágenes filmadas de aquellos años. Así que aunque algunos pretendan negar el holocausto los millones de documentos almacenados en bibliotecas, centros de investigación y culturales no pueden ser rebatidos con un mínimo de seriedad científica.

La cantidad de civiles asesinados por los nazis es estremecedora como se puede constatar en esta tabla de una fuente fiable.

CIVILES MUERTOS  POR EL RÉGIMEN NAZI (1933-45)

GRUPO

CANTIDAD DE MUERTES

Judíos 6 millones
Civiles soviéticos 5,7 millones
Civiles polacos 3 millones
Civiles serbios 312.000
Gitanos 250.000
Personas con discapacidad 250.000
Oponentes políticos y activistas 77.000
Delincuentes y asociales 70.000
TOTAL 15.659.000

Fuente: encyclopedia.ushmm.org

A estos más de 15 millones de civiles asesinados por los nazis en poco más de una década habría que añadir los más de 37 millones de muertos durante la II Guerra Mundial en Europa entre civiles fallecidos a causa de los bombardeos de aviones militares y combatientes en el frente de guerra (24 millones de rusos, 10 millones de alemanes y 3 millones de polacos).

A continuación voy a reproducir algunos documentos de las décadas treinta y cuarenta del siglo pasado de torturas y asesinatos realizados por los nazis (especialmente miembros de la sanguinaria SS) bien contra judíos, gitanos u opositores al régimen nazi pues a pesar de haber transcurrido más de 75 años todavía hay algunos pequeños grupos de personas de ideologías extremistas que les cuesta reconocer las apabullantes pruebas existentes del genocidio nazi de las que no cabe discusión posible.

El exprisionero Semión Bórzenko fue testigo de un fusilamiento en masa en la península de Crimea:

“Al menos diez camiones se acercaron y se detuvieron en la autopista. Pronto oí disparos de una pistola automática, y luego disparos aislados. Desde la zanja, la gente gritaba. Recuerdo especialmente los gritos penetrantes de los niños…”, dice en su testimonio (Documento desclasificado, en 2020, de los archivos sobre crímenes nazis en Crimea).

Mehahem Haberman fue el único de su familia (eran 8 hermanos) que salió con vida del campo de exterminio de Auschwitz, en Polonia. Fue apartado de su familia y llevado a un canal lleno de agua en donde le dieron una pala:

“Teníamos que tirar cenizas al agua. En ese momento no sabía lo que estaba haciendo», explica. «Cuando regresé al campo se lo pregunté a un anciano que a su vez me preguntó qué día habíamos llegado al campo. Yo le dije: ‘Ayer’. Entonces me dijo: ‘Cuatro horas después de llegar, toda tu familia fue hecha cenizas y echada al canal’. Entonces comprendí dónde estaba” (Fuente: www.elperiodico.com).

Otro de los testigos que sobrevivieron al holocausto nazi fue Darío Gabbai que ofrecieron información sobre el funcionamiento de las cámaras de gas:

“Cerraban las puertas. Luego, las SS lanzaban el Zyklon B desde las aberturas de arriba. Tardaban unos 4 ó 5 minutos en morir, excepto las personas en el lado de donde venía el gas que morían en unos 2 minutos y padecían menor sufrimiento” (Fuente: BBC News).

También la población gitana sufrió la misma política de discriminación racial y de exterminio por parte de Hitler y sus dirigentes. Se calcula que más de 500.000 gitanos fueron asesinados por los nazis (el 75% del total existentes en Europa). Según indica María Sierra:

“Las familias gitanas fueron separadas; los adultos y niños, esterilizados; los bienes les fueron expropiados; se les destinó al trabajo esclavo; se les usó de cobayas médicas; unidades del ejército alemán los iban fusilando en su avance y fueron enviados a los campos de exterminio. Todo ello, por el hecho de ser gitanos”.

A los pocos meses de conseguir Adolf Hitler el poder en Alemania, en enero de 1933, los nazis inician una campaña homicida planificada para diezmar también al pueblo alemán como se podría simbolizar en el cuadro de Francisco de Goya “Júpiter devora a sus hijos”. Muchos políticos son despedidos de sus puestos de trabajo en la administración y los partidos políticos y sindicatos prohibidos y cerradas sus sedes. A partir de mediados de julio de 1933, Alemania es un Estado con un solo partido político: el nazi. Asimismo, en el ámbito cultural y científico se lleva a cabo una “limpieza”; todo aquello que “no sea alemán” debe ser eliminado; libros de escritores de izquierda y pacifistas son quemados.

Los líderes de partidos políticos democráticos alemanes de centro y, especialmente de izquierdas (comunistas y social-demócratas) junto con sindicalistas, fueron de los primeros en  ser enviados a campos de concentración. Ya en la temprana fecha de marzo de 1933 fueron enviados al campo de concentración de Dachau (una localidad próxima a Múnich) miles de prisioneros políticos, sindicalistas, católicos y otras personas opuestas al régimen nazi. Todos ellos fueron obligados a llevar un triángulo rojo. El número de comunistas asesinados por el nazismo (sin contar soldados o civiles de distintos países) superó el millón (Fuente: Holocaust Encyclopedia. Washington, D.C.).

Altos miembros de la Iglesia Católica alemana fueron perseguidos, hechos prisioneros e incluso enviados a campos de concentración o asesinados. Es el caso de Klausener estrecho colaborador de Franz von Papen que contribuyó a su discurso de Marburg pronunciado el 17 de junio de 1934. El discurso era moderado pero criticó la violencia y represión desatada desde que Hitler se convirtiera en canciller. Más tarde, Klausener habló en el Congreso Católico, celebrado en el Hoppegarten de Berlín, el 24 de junio de 1934. Su airada crítica a la represión hitleriana fue vista por los nacionalsocialistas como un desafío. Unos días después, un oficial de la SS lo asesinó en la oficina del Ministerio de Transporte donde trabajaba.

Tras finalizada la II Guerra Mundial se erigió un monumento a Klausener, en Berlín y desde 1963, sus cenizas están enterradas en la iglesia católica María Regina Martyrum, en homenaje a los mártires del régimen nazi.

Una parte de una placa conmemorativa en recuerdo de los católicos de la Arquidiócesis de Berlín asesinados durante la guerra, en una cripta de la St. Catedral de Hedwig en Berlín.

A modo de conclusión puedo decir que ninguna persona estaba libre de la persecución, encarcelamiento o asesinato por los nazis. Bastantes personas eran perseguidas y asesinadas por ser de razas no aria (judíos, eslavos, gitanos, musulmanes…), otros por tener taras físicas o deficiencias mentales, por ser homoxesuales o por ser miembros de partidos democráticos o pertenecer a algún sindicato. Solo podías vivir tranquilo si seguías todas las instrucciones de Adolf Hitler y sus líderes e incluso algunos de ellos cayeron en desgracia y fueron encarcelados o asesinados por orden del propio Hitler.