Marianito, sentado en su silla de metal acolchada, miraba a su mama con mucho cuidado y paciencia, como iba sacando de un viejo baúl unas bolitas de Navidad para colgarlas en el pequeño árbol colocado junto al gran ventanal del salón mientras chisporroteaban las ascuas de la gran chimenea.

-¿Esas bolas son transparentes mamá? – preguntó Marianito

– Si, si lo son Marianito y además son mágicas. Estas bolitas de cristal, cada año llenan el Mundo de Amor y propagan la Paz.

Marianito, se quedó fijamente mirando una de ellas, cuando descubrió que en su interior algo sucedía.

Marianito vivía con sus padres en lo alto de una montaña que acariciaba el cielo. Por recomendación médica necesitaba tranquilidad y muy pocos movimientos pues sus pequeños huesos eran tan delicados que casi el aire podía romperlos.

Es hora de descansar Marianito, te llevaré a dormir -le dijo la madre.

Si, vamos hijo -le dijo el padre-  es muy tarde y mañana es Navidad, seguro que muy pronto te despertarás.

Está bien -dijo Marianito con resignación y muy a su pesar.

Transcurridas varias horas y entrada la noche, Marianito escucho como unos niños reían en el salón.

-¿Qué puede pasar? – Se preguntó

Como pudo, se incorporó y se subió a su sillita de metal, era la primera vez que desobedecía a sus papas, pero la curiosidad de saber que era lo que allí ocurría podía más que su grave enfermedad.

Cuando llego al salón, vio que todo estaba en calma y no había nadie, pero ¿de dónde procederían esas risas?

-¿Dónde estáis? -Preguntó-. No os veo.

-Estamos aquí, aquí, en el árbol de Navidad. Ven a jugar con nosotros.

-Pero si no puedo, mis huesos son tan frágiles como las bolitas de cristal.

-No te preocupes contestó uno de ellos, nosotros estamos aquí, dentro de las bolitas que tú desde fuera ves y desde aquí todos nosotros te ayudaremos.

De repente, unos polvitos mágicos cayeron sobre su piel y se vio inmerso en una de las bolas de cristal junto a otros muchos niños que corrían y saltaban.

-¿Dónde estoy? Les preguntó

-En un mundo transparente donde no existen el mal, aquí no conocemos la tristeza y todos vivimos en Paz; no distinguimos a nadie por el color de su piel, ni de su religión, ni la riqueza de la pobreza. Todos somos uno, cuerpo, mente y alma, somos niños procedentes de los áridos desiertos, de las verdes praderas y frondosas selvas, de las rocosas montañas y de plácidas playas.

Marianito lleno de felicidad comenzó a saltar y a gritar ¡Viva, Viva!  Por fin tengo amigos, puedo correr y saltar ¡Viva, Viva!.

A la mañana siguiente, con el despertar del primer rayo del sol, los ojos de Marianito se fueron abriendo lentamente para descubrir que todo había sido un sueño. De nuevo se vio tendido en aquella bonita cama cromada con los colores del arco iris.

¡Qué pena! Todo ha sido un sueño –dijo, dirigiendo su mirada hacia los pies de su cama.  Sin darse cuenta, se incorporó, puso sus zapatillas en sus pequeños pies y se dirigió al salón. Atrás, sin darse cuenta, dejo la silla de metal.

¡Mamá, papá, venid, ya puedo andar!

Se había producido el milagro, el milagro de la ilusión, de la esperanza donde el amor lo puede todo.

La unión de millones de niños en sus bolitas de cristal, sin fronteras ni prejuicios hizo que el deseo de Marianito al igual que los de otros muchos se cumpliera.

SUEÑA Y DESEA PORQUE LA NAVIDAD ES MÁGICA.

FELICES SUEÑOS Y FELIZ NAVIDAD, SEAMOS TODOS COMO LOS NIÑOS DE LAS BOLITAS DE CRISTAL.