Da pena, mucha pena. Abuelitos que tienen que mantener a sus hijos en paro, y a sus nietos, con pensiones indignas y que encima se encuentran de nuevo con la soga al cuello, engañados, defraudados… Es totalmente intolerable.
Recortes en todo lo imprescindible para mantener una vida digna. Una clase política que deja mucho que desear. Poderes del estado cuestionados. La banca y las grandes corporaciones adueñándose de todo… y ¿quién paga por sus “errores”?: como siempre, el pobre ciudadano que ha cumplido con sus obligaciones con y para el estado.
Lo siento, pero hay momentos en los que no puedo soportar tanta injusticia, y me dan ganas de decir lo mismo que dijo Mafalda: “Paren el mundo que yo me bajo”.
Veo a mi hijo y sólo pienso ¿qué clase de mundo le estamos dejando? ¿qué heredará de nosotros?. Me siento tan impotente ante todo lo que sucede… ¿Qué más podría hacer yo para que el mundo fuera un poquito mejor?
A veces me siento cansada y con ganas de no enterarme de nada, por aquello de que la ignorancia hace que las personas sean más felices, pero al final sé que los cosas no se arreglan solas, ni mejoran cuando no se hace nada.
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