En aquella ocasión ponía como ejemplos -de por dónde debía transitar dicha resiliencia y precaución- nuestro sistema sanitario, de dependencia, turístico, energético, de aprovisionamientos básicos (farmacia por ejemplo) o alimentarios.

En el inicio del nuevo curso 2020-2021 me parece crucial evaluar la resiliencia de nuestro sistema educativo, así como las medidas que deben tomarse para reforzarla. La buena noticia en este punto es que tal resiliencia (capacidad de mantener la actividad docente presencial) en un centro educativo durante sucesivos brotes de la pandemia no solo favorece, ya de entrada, la precaución (reduciendo al máximo el riesgo de contagios) sino que, en ausencia de tales rebrotes, también es una muy buena práctica para la mejora de la calidad del servicio educativo. Un triple óptimo.

A día de hoy el parámetro esencial en el asunto que nos ocupa (resiliencia) es el número medio de alumnos por aula. Ya que si todo el resto de medidas de precaución están adecuadamente implementadas (rastreos de aguas fecales, rastreos de focos y contagios, confinamientos de PCR positivos, distancia, higiene y mascarillas, ventilación de espacios cerrados, evitar grupos amplios de relación, etc.) en lo relativo a la actividad educativa presencial, el número de personas que están juntas en un aula determina la distancia a la que pueden estarlo sin incurrir en un grave riesgo de contagio. El consenso es que quince alumnos sería un referente adecuado.

Si observamos los datos que elabora la OCDE para su reconocido informe PISA sobre calidad educativa, la actual situación media en España está muy lejos de tal cifra y muy alejada de los mejores referentes entre los países ricos del mundo. En el siguiente recuadro recogemos el dato más reciente sobre el número medio de alumnos por aula que suministra la fuente citada con criterios internacionales homogéneos.

RESILIENCIA EDUCATIVA

Fuente: OCDE-PISA (2019)

España, con casi treinta alumnos por aula, estaría muy lejos de los quince alumnos y casi en la cola del conjunto de países considerados. Con una resiliencia escolar mucho peor que la que registran países bien conocidos por su calidad educativa: Islandia, Finlandia o Dinamarca.

Sobre este asunto hace ya tres meses que se hizo público un Informe del sindicato de enseñanza de Comisiones Obreras en el que se estimaba que, para poder alcanzar el parámetro de resiliencia de 15 alumnos por aula, eran necesarias casi noventa mil nuevas aulas que, para ser atendidas, reclamaban 165.000 nuevos profesores a mayores de los ya existentes en toda España. En sus palabras:

Teniendo en cuenta la ratio propuesta por el Ministerio de Educación y Formación Profesional, de 15 alumnas/os por aula, y los distintos salarios anuales en cada comunidad autónoma, así como las cotizaciones sociales que corresponden a cada contrato, estimamos que hay que invertir 5.151 millones de euros para la contratación de un total de 165.191 docentes más de distintos cuerpos y especialidades. Actualmente, hay 521.970 unidades y estimamos que son necesarias 609.513, es decir 87.543 unidades más. Este incremento de unidades lleva aparejado el aumento de profesorado para su atención educativa, que se cifra en 165.191 maestras/os y profesoras/es más” (p. 14)

Como ya recogía la prensa por aquellas fechas “los más de 7.000 millones estimados por el sindicato… elevaría la inversión en Educación del actual 4,2 % del PIB (mínimo histórico) hasta el 4,8 %. El Gobierno se ha comprometido a subirlo hasta el 5% para el final de la legislatura”.  En consecuencia, no parece un objetivo presupuestario desorbitado de enfrentar en España una más que perentoria reforma fiscal (y, mientras tal cosa no se hace, utilizando los préstamos y subvenciones europeas con ese fin).

La mayor resiliencia-precaución frente a rebrotes de la pandemia en este comienzo de curso, de no contar con esas nuevas aulas y recursos humanos (de momento se habla de la octava parte//el presidente Sánchez presumía el 25 de agosto de poder llegar a 30.000 nuevos contratados, es decir, la quinta parte), estaremos condenados a paliarlo reduciendo jornadas lectivas presenciales, estableciendo varios turnos diarios o semanales, o con cualquier otra medida organizativa que obtenga un mayor provecho de los actuales recursos físicos y de unos insuficientes recursos humanos.

Pero en ese caso ni la calidad educativa, ni las mejores prácticas de precaución estarán garantizadas. Y, lo que es más grave, la probabilidad de que muchos centros educativos se vean obligados a cerrar será muy alta. No dudo que, en ese momento, aparecerán variados solucionistas digitales vendiendo el jarabe mágico de la tele docencia. Caution.

Albino Prada