Lo que es realmente notable es que se nos ha advertido durante años de que estas cosas estaban ocurriendo: vigilancia generalizada de poblaciones enteras, militarización de Internet, el fin de la privacidad. Todo se hace en nombre de la «seguridad nacional», que se ha convertido más o menos en un cántico para separar con una cerca el debate y asegurar que los gobiernos no tengan que rendir cuentas –que no tengan que rendir cuentas– porque todo es hecho en la sombra. Leyes secretas, interpretaciones secretas de leyes secretas por tribunales secretos y absolutamente ninguna supervisión parlamentaria efectiva.

En general, los medios han prestado poca atención a esto, incluso a medida que cada vez aparecían más valerosos informantes basados en principios. La persecución sin precedentes de los que dicen la verdad, iniciada por el gobierno de Bush y fuertemente acelerada por el de Obama, ha sido generalmente ignorada, mientras una cantidad récord de gente de buena voluntad es acusada de delitos graves simplemente por hacer saber a los demás ciudadanos lo que está ocurriendo.

Una de las amargas ironías de nuestros tiempos es que mientras John Kiriakou (ex de la CIA) está en prisión por informar sobre la tortura estadounidense, los torturadores y los que la posibilitan permanecen en libertad.

De la misma manera la fuente de WikiLeaks Chelsea (nacido Bradley) Manning fue acusada de –entre otros crímenes graves– ayudar al enemigo (léase: al público). Manning fue sentenciada a 35 años en la cárcel mientras los que planificaron la guerra ilegal y desastrosa contra Iraq en 2003 siguen siendo tratados como dignatarios.

Numerosos ex funcionarios de la Agencia Nacional de Seguridad (NSA) se hicieron presentes en la última década, revelando masivos fraudes, vasta ilegalidad y abusos del poder en la agencia mencionada, incluyendo a Thomas Drake, William Binney y Kirk Wiebe. La reacción fue 100% persecución y 0% de responsabilización de la NSA y del resto del gobierno. Denunciar a facciones poderosos no es algo divertido, pero a pesar del pobre historial de los medios occidentales, la denuncia sigue siendo el último camino para la verdad, el debate equilibrado y la defensa de la democracia – esa frágil construcción que según la cita que se atribuye a Winston Churchill «La democracia es la peor forma de gobierno, excepto por todas las otras formas que han sido probadas de vez en cuando.»

Desde el verano de 2013, el público ha presenciado un giro en el debate sobre estos temas. El motivo es esa persona valerosa: Edward Snowden. No solo denunció la letanía de abusos gubernamentales sino se aseguró de suministrar a unos pocos periodistas dignos de confianza una avalancha de documentos que corroboran esas afirmaciones. Los ecos de sus acciones todavía se oyen en todo el mundo – y todavía se esperan muchas otras revelaciones.

Por cada Daniel Ellsberg, Drake, Binney, Katharine Gun, Manning o Snowden, hay miles de funcionarios que realizan su tarea diaria de espiar a todos y de transmitir información amañada o incluso inventada al público y al parlamento, destruyendo todo lo que, como sociedad, pretendemos que nos interesa.

Algunos de ellos podrán sentirse favorables hacia lo que hacen, pero muchos de ellos pueden oír sus voces interiores por sobre las de sus dirigentes y políticos corruptos – y las de la gente cuyas comunicaciones íntimas están grabando.

Ocultas en oficinas de diversos departamentos del gobierno, de las agencias de inteligencia, las fuerzas policiales y las fuerzas armadas se encuentran docenas y docenas de personas que están muy molestas por aquello en lo que se convierten nuestras sociedades: por lo menos en tiranías listas para ser puestas en funcionamiento.

Una de ellas eres tú.

Estás pensando.

  • ¿Creciste en una sociedad democrática y quieres que lo siga siendo?
  • ¿Te enseñaron a respetar el derecho a vivir en una vida en privacidad de la gente de a pie?.
  • ¿No quieres realmente un sistema de vigilancia estratégica institucionalizada que haría palidecer de envidia a la Stasi?

A pesar de todo, ¿para qué molestarse? ¿Qué puede hacer una sola persona? Bueno, Edward Snowden acaba de mostrarte lo que puede hacer una sola persona. Se destaca como informante por la gravedad de los crímenes y felonías que divulga al público – y la cantidad de evidencia que nos ha presentado hasta ahora – y más vendrá. Pero Snowden no debiera encontrarse solo, y sus revelaciones no debieran ser las únicas.

Puedes formar parte de la solución; suministrar a periodistas de confianza –sea de los medios antiguos o a los medios nuevos- documentos que prueben qué actividades ilegales, inmorales, derrochadoras, ocurren en tu sitio de trabajo.

La cantidad ES la fuerza. No serás el primero –ni el último– en escuchar a tu conciencia y hacernos saber lo que se hace en nuestros nombres. La verdad se impone, no puede ser detenida. Los políticos corruptos serán responsabilizados. Está en tus manos que estés del lado correcto de la historia y aceleres el proceso.

El valor es contagioso.

Firmado por:

Peter Kofod, ex-Escudo Humano en Iraq (Dinamarca)

Thomas Drake, informante, ex alto ejecutivo de la NSA (EE.UU.)

Daniel Ellsberg, informante, exanalista militar de (EE.UU.)

Katharine Gun, informante, ex del GCHQ (Reino Unido)

Jesselyn Radack, informante del Departamento de Justicia (EE.UU.)

Ray McGovern, exanalista sénior de la CIA (EE.UU.)

Coleen Rowley, informante, exagente del FBI (EE.UU.)

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