En 1898 España vivió lo que hoy conocemos como el Desastre. Aquello fue consecuencia de la ineficacia e inopia política.  Un domingo tres de julio, la Armada Española salió de su refugio del puerto de Santiago de Cuba obedeciendo las órdenes telegráficas del Gobierno de Madrid. Frente a ellos esperaban dos escuadras norteamericanas con mayor alcance y potencial de fuego. El combate naval de Santiago fue un tiro al blanco.

Sin embargo, los barcos españoles se hundieron sin consuelo pero con eso que llaman honor. Al mando estaba el almirante Pascual Cervera y Topete, militar honrado y capaz que no pudo evitar la derrota y que fue encomiado por sus contrincantes norteamericanos que se deshicieron en elogios para el marino español.

Con el tiempo se le dedicó una calle en Barcelona que va desde una de las dársenas del puerto a las playas del Paseo Marítimo, atravesando las calles de la Barceloneta; un barrio marítimo donde el recuerdo a las gentes del mar debería ser un paradigma. Durante setenta años, la calle denominada Almirall Cervera fue una importante vía del distrito. Un lugar donde vivió y murió Pepe Rubianes, genial cómico y monologuista fallecido en 2009, concretamente en la avenida Juan de Borbón esquina a la de Cervera.

Se decidió entonces darle su nombre a una calle y se resolvió que fuese la del marino, probablemente porque muchos desconocían quién fue Cervera. Una estrambótica idea del consistorio presidido por el entonces alcalde Jordi Hereu. Sin embargo y como exige el requisito de que hayan pasado cinco años o más del fallecimiento de la persona homenajeada, no se pudo cambiar el nomenclátor y hubo que esperar a que la actual alcaldesa Ada Colau inaugurara la nueva avenida en abril de 2018.

En su discurso dijo: Al humorista le habría gustado que su amado público se haya reunido para quitarle el nombre de esta calle a un facha y ponérselo al querido Pepe Rubianes-sic-.

Ha pasado el tiempo y a la vista de las próximas elecciones se inauguró hace unos días una muestra en el Salón Expositivo de la Sede del distrito de Les Corts, que se puede visitar hasta el próximo 30 de abril, sobre el panteón de los Héroes de Cuba y Filipinas en el cementerio de Les Corts. El mausoleo que les homenajea y su cripta están totalmente abandonados por el ayuntamiento barcelonés. Más de setecientos españoles muertos a consecuencia de aquella guerra reposan en el olvido entre plantas que crecen sin control, como okupas consentidos, tal vez porque la Colau –gran conocedora de nuestra Historia– les considere también unos fachas.

Quizás no sepa la alcaldesa que los marinos y soldados en Cuba, muchos de ellos catalanes y gran parte obligados, firmaron una página gloriosa, aunque fuese defendiendo los intereses de la sacarocracia, del capitalismo burgués y el de los de siempre.  La actuación de Pascual Cervera en aquella contienda fue impecable. Hay dos bustos del almirante en la propia Cuba, uno en el castillo del Morro, en Santiago de Cuba y otro en el museo de la Real Fuerza, en La Habana. Y un tercero en Puerto Rico. En Estados Unidos, concretamente en Annapolis donde estuvo prisionero, le consideran un caballero y un héroe.

No digo que el bueno de Pepe Rubianes no mereciera una calle, reivindico este merecido homenaje, pero podía haber sido la de Juan de Borbón, tan buen bebedor como él, aunque menos fumador y carente de su simpatía y desde luego con muchos menos méritos que el humorista o el almirante.