Nos suelen contar que las Navidades de antaño eran mejores o que se celebraban más intensamente. La nostalgia suele jugar con nuestras mentes y ayudarnos a recordar, según le conviene al duende del cerebro.

Lo cierto es que depende de la percepción sensorial de cada uno de nosotros. Porque estas fechas, cargadas de consumismo y de derroche, están “fabricadas” para tratar de hacernos creer que, esos especiales momentos que llamamos felicidad, dependan de una fecha de calendario, del estado de nuestras finanzas o del momento sensitivo en que nos encontremos.

¿Por qué ha de depender nuestro bienestar de factores externos? ¿Por qué tanto axioma de que en ciertos momentos la dicha debe ser mayor o más completa?

Imagínense solos o tal vez acompañados, en un lugar y momento en que se sientan relajados, en paz y con los objetivos cumplidos o en vías de ejecución. Qué más da la fecha que marque el calendario o nuestro momento económico si nos sentimos plenos y realizados. ¿Qué importa si nuestra ventura se debe a Papá Noel a los Reyes Magos o al Corte Inglés? Lo importante amigas y amigos lectores es que alcancemos este Nirvana que nos reconcilia con todo y con todos.

Por eso trato de que cada día sea Navidad, aunque caiga en julio. Por eso trato de que cada instante me parezca único e irrepetible; de que cada paisaje sea mi gran escenario; de que cada Navidad sea especial.  Precisamente, ese, es mi deseo para todos vosotros.

Así que sentaros a disfrutarlo. Si conviene hacerlo con mucha familia alrededor, hacedlo. Si preferís que sea con la persona a quien amáis, concedido. Si, por el contrario necesitáis soledad, no dudéis en disfrutar de ella; como decía el cantautor Moustaki “Non, je ne suis jamais seul. Avec ma solitude”es decir: no, nunca estoy solo… estoy con mi soledad. Yo, en particular, prefiero estar con Ana, pero es una decisión mía. Que cada uno que elija lo que le parezca mejor; pero, por favor, sed felices.