Como hemos venido comentando en los últimos artículos la población urbana ya supera a la rural. Frente a esta situación la investigación sobre el paisaje, un campo de estudio en cierta manera novedoso, adquiere importancia y gran notoriedad. ¿Cómo vivir en el paisaje sin dañarlo o destruirlo irreparablemente?.

Para el hombre del tercer milenio ya no existen paisajes inhóspitos en la tierra. La ilusión y el deseo por explorar lo desconocido, acentuado por los viajeros del XIX y principios del XX, y fortalecido por la curiosidad científica y cultural por descubrir nuevos parajes, pierde intensidad en el momento que ya todo es paisaje conocido. Los territorios terrestres están completamente recorridos, descritos y fotografiados.

Conocer el paisaje será imprescindible para poder intervenir sobre él transformándolo, desde una posición de comprensión del mismo y mediante unas herramientas de estudio y análisis que permitan situar a la creciente humanidad en el mundo sin alterarlo irremediablemente. Javier Maderuelo, catedrático de Arquitectura del paisaje en la Universidad de Alcalá de Henares, escribe acerca de como pensar el paisaje: “el paisaje también se piensa, llegando a reclamar la atención de los filósofos. Contemplar, dibujar, describir, recrear… son fases de apropiación que conducen a un pensar y reflexionar sobre el placer y sobre aquello que lo produce, sobre quien lo disfruta y sobre el lugar y el tiempo en que se disfruta.” Este concepto de paisaje y pensamiento nos lleva a interpretar el paisaje sobre la base cultural del hombre; como el hombre interpreta, aprende y se relaciona con él. Aparece entonces la idea de cultura del paisaje.

PAISAJE MOSTRADO Y PAISAJE CULTURAL.

Una de las acepciones del paisaje es el paisaje mostrado como realidad física que percibe el individuo, como faz o imagen del territorio. Es expresión geográfica en cuanto a morfología que se fundamenta en una forma que se materializa y una faz en que se manifiesta – el “paisaje-forma” de Eduardo Martínez de Pisón (catedrático de Geografía Física de la Autónoma de Madrid. El paisaje que se muestra al hombre son configuraciones de los espacios geográficos. La forma que adquiere la estructura del paisaje (estructura como residencia de su capacidad de constituir un conjunto funcional articulado entre sus componentes) es el paisaje visible, siendo la faz del paisaje el aspecto externo de esa forma. Como resultado del proceso que forma el paisaje, éste acumula herencias que muestran su evolución.

[El conflicto existencial del hombre se plantea desde su beligerancia con la naturaleza que le circunda]

La otra acepción es el paisaje cultural como representación de una idea o constructo mental. Es la representación interna o idea que se forma el individuo cuando percibe un trozo de tierra, una realidad natural. El lado subjetivo del paisaje, como si se tratase de un paisaje interior, es la reconfiguración cultural y creativa del mismo. Un paisaje que pasa por el filtro de nuestra cultura, un paisaje como nivel cultural. La idea de paisaje como hecho cultural. Escribe Martínez de Pisón: “este entendimiento del paisaje adquiere valores particulares con los significados, los sentidos culturales otorgados por el arte, por el pensamiento, por la ciencia, por los mitos, las referencias antropológicas, los usos, por su personalidad, por su capacidad, su modalidad y su resistencia física, por su belleza, por la identificación en él del pueblo que lo habita”.

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fotoEl concepto de “paisaje de la acción”, acuñado por Simón Marchán Fiz (Catedrático de estética y Teoría de las Artes en la UNED), se fundamenta en un mundo natural como material bruto a la espera de ser rescatado por unos órganos que lo reconocen como una experiencia general de la naturaleza. Un paisaje de contemplación, representación interna consecuencia de la misma contemplación, que puede derivar en representación artística cuando este ámbito de naturaleza percibida y acotada cristaliza en los escenarios de la imaginación. Se trata de un contenido semántico del término paisaje que podemos calificar como un estado de contemplación estética. Veamos a continuación un ejemplo de lo anterior.

En 1952 el escultor Jorge Oteiza publica “Interpretación estética de la estatuaria americana”. En él analiza la relación que se establece en San Agustín (Colombia) entre el hombre (un poblador que vivió durante 2000 años en el macizo colombiano hasta poco antes de la llegada de los españoles) y el paisaje; entre pueblo y hábitat. Se establece una “ecuación mágica” que define como un instante cultural en la relación hombre-paisaje que se traduce en una producción artística perdurable. En el análisis estético de sus productos artísticos este pueblo se reconoce con facilidad. El conflicto existencial del hombre se plantea desde su beligerancia con la naturaleza que le circunda. Vida y muerte son elementos inseparables en la existencia de ese pueblo. Idas y venidas en el paisaje que terminan por hallar la solución de la muerte: lo mágico garantiza la eternidad. El ser estético es pues la solución a la muerte, la morada eterna. Una cultura que se forma en los viajes del hombre en el paisaje, donde ingresa angustiado y regresa victorioso del mismo. Oteiza penetra en el interior del personaje que a través de su imaginación empieza su singladura existencial, donde existen diferentes tipos de hombres en función del momento del viaje a través del paisaje.

PAISAJE Y PERCEPCIÓN.

En el libro de María Ángeles Durán “La ciudad compartida: conocimiento, afecto y uso” se expone un interesante análisis sobre la participación del cuerpo en la percepción del paisaje. Quisiera referirme brevemente a este asunto. Los aspectos sensoriales del cuerpo humano son esenciales en el proceso de conocimiento del paisaje. La incorporación de la percepción en los estudios geográficos y sociológicos de los análisis urbanos se inicia en 1970 con Kevin Lynch y su libro “La imagen de la ciudad” que presenta el tejido urbano como texto legible. Las experiencias personales y las expectativas del individuo mediatizan el conocimiento del “sentido del lugar”, la representación territorial y los comportamientos y expectativas territoriales. Ocurre que la percepción de la ciudad también es diferente según el tipo de sistema de transporte que se utilice (sea como automovilista, peatón o pasajero), aspecto éste analizado en 1979 por Bailly.

[Existen diferencias de acceso al paisaje por sexo, edad, estado de salud y condiciones socioeconómicas]

El acceso al paisaje por medio del cuerpo que se convierte en referencia y se canoniza como medida de la organización y comprensión de los fenómenos urbanos, siendo el protagonista principal para entender el sentido de la morfología y la organización urbana. Así mismo existen diferencias de acceso al paisaje por sexo, edad, estado de salud y condiciones socioeconómicas.

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INTERVENIR EL PAISAJE:

El paisaje puede convertirse en mercancía; con una simple mirada hacia el turismo y la construcción como ejes de actividad económica que consumen paisaje se puede adivinar la enorme influencia que tienen en la identidad cultural del mismo. En los últimos veinte años las metrópolis del sur de Europa y del mediterráneo se han convertido en destino del resto de los europeos, especialmente del norte. Existe un enorme proceso de dispersión urbana de rápido crecimiento que producirá que en las próximas tres décadas las regiones metropolitanas de esa zona dupliquen la ocupación de suelo urbano en relación al total de su historia. España representa uno de los ejemplos paradigmáticos con el 44% de su población (17 millones de habitantes) situados en la costa mediterránea, con una previsión de alcanzar los 21 millones en el año 2020. ¿Podrá admitir nuestra costa tal concentración humana en tan corto espacio de tiempo?. Algo similar en otra escala empieza a ocurrir con la llegada masiva de nuevos pobladores al Tibet, como consecuencia de la reciente inauguración de la línea férrea que lo conecta con China, una amenaza al frágil ecosistema de sus montañas.

fotoSeñas de la identidad cultural es estimar el paisaje como fuente de placer y de saber, como educador y como benefactor moral. Hay que intervenir sobre el paisaje como realidad sensible sobre la que desarrollamos nuestra vivencia personal y paralelamente considerando los valores anteriores donde residen la influencia moral y cultural. Actuar sobre el territorio desde una posición espiritual donde la antropización no se limita a resolver la necesidad de territorio urbanizado que precisa la humanidad (el XXI es el primer siglo fundamentalmente urbano) sino que avanza en la dirección de encontrar nuevas soluciones al proceso de colonización del suelo (la hiper-urbanización que experimentamos en las últimas décadas) y al uso racional de los recursos energéticos que son ya muy escasos.

La cultura y un adecuado conocimiento del territorio como naturaleza heredada ayudan a desarrollar una conciencia crítica frente al paisaje que estamos construyendo como segunda naturaleza. Un paisaje mutante con la intervención del ser humano; de lo que tenemos constancia desde hace 6000 años con las primeras ciudades cerca del Tigris y el Eufrates, desde los surcos en la tierra trabajada por millones de agricultores que dividieron el territorio…, en definitiva desde los primeros días del hombre. Hemos admirado en muchos paisajes la acción humana que los han ido conformado minuciosa y acumulativamente durante siglos, ellos han trabajado para el goce de nuestra generación. Como ocurre en muchas ciudades con el paisaje urbano que es aquel que más densamente expresa la historia que se escribe en el suelo. La ciudad como paisaje es ciudad-cultura. Hay que situarse al lado de la cultura, una cultura que conoce y respeta la naturaleza, frente a aquellos que pretenden una naturaleza virgen e intocable, alegada del hombre y de su goce. No es posible elegir entre naturaleza y entre cultura. No hay hombre sin paisaje, ni paisaje sin hombre. La alternativa es aprender de los aciertos y los errores en la historia del paisaje conformado por la acción humana, de una cultura que desvele las leyes que rigen la naturaleza y desde su valoración se pueda seguir construyendo presente y también futuro para aquellos que algún día, espero lejano, nos hereden.