No pido que en el nuevo año desaparezca o se alivie el hambre en el mundo. No pido que se borren de nuestra vista y de nuestra memoria las imágenes de esos niños negros de ojos tristes, desnutridos y comidos por las moscas.

No pido para el nuevo año que los petroleros que no piensan más que en el beneficio dejen de poner en peligro nuestro mar con sus prospecciones y de arruinar nuestros acuíferos con sus técnicas de fractura hidráulica.

Tampoco pido para el nuevo año justicia ni universal, ni regional ni local.

No pido que se ponga fin a los inmensos monocultivos de soja transgénica que están acabando con la selva del Amazonas y por lo tanto con el pulmón de la Tierra.

No pido que se cumpla el protocolo de Kyoto y limitemos la emisión de CO2 a la atmósfera, ni el fin de las centrales nucleares, ni el sí definitivo y franco a las fuentes de energía limpias, renovables y a disposición de todos.

No pido que los de arriba se vuelvan buenos de repente y faciliten la vulgarización y el uso de medios de sanación fáciles y baratos contra el cáncer y otras enfermedades degenerativas.

Tampoco pido que los gobiernos sean realmente independientes de los grandes poderes económicos ni los pueblos auténticamente soberanos.

No pido que cese la degradación del medio ambiente en ese proceso paralelo en el que la intoxicación de la Tierra por residuos químicos avanza al compás de la intoxicación de los cuerpos de los humanos por esos mismos residuos químicos y de sus almas por la invasión de falsos ideales y de conceptos tóxicos.

No pido tampoco la paz mundial, ni La paz en Siria, en Somalia o en la República Centroafricana. No aspiro a que los niños sigan siendo soldados y lanzados al combate por poderosos sin escrúpulos.

No pido que cesen los desahucios, las lagrimas y la miseria.

No pido que las mujeres musulmanas dejen de ser sometidas a ablación del clitoris.

No pido que deje de haber mendigos en todas las calles de todas las ciudades del mundo.

No pido que se termine el gobierno mundial en la sombra que está en curso de tornarnos a todos esclavos.

No pido que las multinacionales de la farmacia y de la industria agroalimentaria dejen de corromper nuestros cuerpos con basura química, ni que tenga fin la querencia de Monsanto de privatizar las semillas y los recursos naturales del planeta y que impidamos su plan de hacernos tragar transgénicos tóxicos.

Tampoco pido que los Ministros de Sanidad dejen de ser monigotes de las compañías de Farmacia, ni los de Defensa títeres de la industria de armamento.

No pido una banca pública, ni una banca honesta, ni una banca que funcione con dinero que tenga un valor real en lugar de con esas vaharadas de humo que llamamos reserva fraccionaria.

No pido que dejen por fin de rociarnos con una lluvia de químicos tóxicos que deja esas huellas siniestras en el cielo.

No pido que se acabe la practica de todas las televisiones del mundo para volvernos idiotas y degradarnos moralmente.

No pido que se pare de una vez el crecimiento canceroso de este capitalismo sin alma, ni que se ponga un techo al crecimiento de las empresas como único medio para que no puedan llegar a ser más poderosas que los Estados.

No pido nada de eso, en parte porque todo eso depende de la voluntad de otros, o del destino, o de la suerte.

Sólo pido que abramos los ojos para ver con ellos la realidad tal cual es, y que con ello seamos conscientes de nuestra propia, inmensa e imparable fuerza como pueblo, porque sólo con eso habremos conseguido todo lo anterior.

Y no depende de la voluntad de otros, del destino o de la suerte, sino de nosotros.