A veces simplemente se tata de contar una historia. Una de esas bonitas que hagan pensar en bellas escenas y que nos abstraigan de la realidad que usurpa nuestros pensamientos, vivencias y sensaciones. Se adueña de todo aquello que llamamos “emociones” y que son las que nos hacen saborear cada segundo de nuestra existencia.
No es cuestión de ponerse filosófica, pero realmente es difícil contarles por qué surge en mi cabeza esto, y la razón por la que hervía en mi cabeza como si fuese una autentica olla exprés.
Unir dos mundos que en principio parecen equidistantes no es sencillo, pero nadie dijo nunca que no pudiera hacerse, por lo tanto, aquí estoy.
A veces solo se trata de contar una historia, de hacer que vayan subidos en la bicicleta que ella misma pedalea, o subidos en la grupa de su vigoroso caballo. Se trata de que sientan el calor de cada rayo de sol que roza el rostro del protagonista de una historia que ha escrito otra persona, tal vez hace años. Sentir el olor a hierba fresca de un prado que se describe en la acción de una novela romántica o aprecien las notas a fruta roja que queda impresa en cada gota de un vino afrutado carnoso y fresco con el que va asociado el relato.
A veces esos mundos inicialmente equidistantes, ya no distan tanto. Poco a poco las palabras, van acercando esos dos mundos hasta que como si se tratase de un espejo, acaban fundiéndose el uno con el otro, traspasando ambas dimensiones y quedando unidos como si desde el principio hubiese sido así.
En este sentido, cada día que leía un libro iba descubriendo que había ciertos detalles que me recordaban a las notas descriptivas de los vinos, que mantenían ambos mundos ese hilo conductor que necesitaba para convertirlos en el puzle perfecto.
Leer me ha permitido viajar, conocer gente, culturas diversas, imaginar escenas, ver a través de los ojos del protagonista, y también del autor, incluso colarme en la intimidad de los hogares de los personajes y de sus tareas más cotidianas.
No siempre es sencillo dar voz a quienes en principio no se dejan ver, ni oír y muchas veces prefieren pasar desapercibidos, como si fuesen los actores secundarios de las películas. Así son muchas veces los bodegueros, los enólogos y elaboradores, y por qué no decirlo, muchos de los autores. Personas sencillas, que escriben, nos cuentan historias desde la sencillez y la humildad, sin pretensiones. Su pasión es contar historias unos, y elaborar buenos vinos los otros.
Me resulta siempre curioso y sorpresivo, cómo reciben el éxito muchos de ellos. Agradecidos de ser leídos, de que su obra haya gustado. Abrumados muchas veces al recibir un premio, y en cualquier caso el sentimiento de sentirse honrados y afortunados por manejar la pluma y hacer del privilegio de unir letras, todo un arte.
Con los elaboradores de los vinos pasa muy parecido. Elaboran vinos para venderlos, claro, resulta una obviedad, pero sobre todo lo que les llena es saber, que hay personas que disfrutan con cada sorbo de lo que guardan en sus botellas. Que saben apreciar el argumento que cuentan; esfuerzo de familias, historias increíbles sobre los viñedos o las casas familiares que constituyen el legado que varias generaciones dejaron para ellos y sus descendientes. Sabiduría, manos y rostros ajados por el sol y el viento y mucho polvo de las tierras labradas se esconden en sus bolsillos.
Lo que vengo en definitiva a decirles hoy, es que a veces resulta difícil encontrar las palabras adecuadas y ensamblarlas de tal manera que puedan percibir los sentimientos que vivo yo cuando conozco ambas partes y las uno en unas pocas páginas. En un relato breve en el que transmitirles varias décadas de vivencias de los que en cada armonía se convierten en los verdaderos protagonistas. A veces es complicado invitarles a conocer las vidas, emociones y sentimientos de personas extraordinarias que son como ustedes y como yo, pero que no llegan a creer lo extraordinarios que son.
A veces todo es mucho más sencillo,¿ no creen?. Sólo es cuestión de invitarles a creer que otro mundo es posible, y que hoy están invitados a conocerlo.
Allí donde nos bebemos los libros y disfrutamos del entorno que engloba la acción. Gastronomía, turismo y patrimonio cultural son las parcelas que completan este círculo y que a medida que se adentran en el relato, podremos descubrirlas juntos.
Eva García Barahona
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