La leyenda negra (siempre la dichosa leyenda negra), que tanto hemos asumido e interiorizado, nos presenta desde finales de la Edad Media como unos semisalvajes analfabetos que no sabían hacer la “o” con un canuto; nada más lejos de la verdad, lo cierto es que dos países ni muy grandes, ni muy poblados Portugal y España, se repartieron el mundo convirtiéndose en las superpotencias del momento cuando lo que se esperaba era que un país como Francia, que tenía una gran población y una saneada economía lo hiciera. Inglaterra en este momento no estaba, ni se la esperaba, y los demás no habían nacido todavía componiendo un mosaico de pequeños estados.
La falacia de que España era un país atrasado queda desautorizada en cuanto uno mira los documentos de la época, no se mantiene uno de los más grandes imperios ultramarinos del mundo durante cuatrocientos años sin grandes progresos técnicos y científicos.
Si la nave descubridora por excelencia “la Carabela” fue un invento portugués, “el Galeón” y “la Fragata” lo fueron españoles, ambos evolucionaron definiendo sus siglos, pues si el primero dio seguridad y fortaleza a los siglos XVI y XVII, la segunda revolucionó el siglo XVIII con su velocidad y versatilidad.
Con ellas, el sistema de “flota y galeones” lo que se llamó “navegación en conserva”, fue sumamente eficaz, pues en contra de lo que se cree ningún corsario o pirata se atrevía a pensar siquiera atacarlas, perviviendo desde el siglo XVI hasta mediados del siglo XVIII (en todo este tiempo solo dos flotas cayeron en manos enemigas), hubo más naufragios provocados por los huracanes y las tormentas que por los piratas y corsarios.
Con el cambio de dinastía grandes ministros como José Patiño primero y el marqués de la Ensenada después, modernizaron el reino y por supuesto la marina española, que pasa a ser la Real Armada, las naves del Rey. Estos hombres tenían en su cabeza una revolución total, un avance sin parangón de las ciencias y las letras en todo el territorio hispano que devolvió a España al primer plano internacional.
La ilustración nos hizo brillar con luz propia pues si en el artículo dedicado a Jorge Juan, vimos como este fue capaz de medir con precisión un grado del meridiano terrestre, también le vimos enviado por el marqués de la Ensenada a espiar la construcción de navíos a Inglaterra, pero es que los ingleses hicieron lo mismo, pues tras la captura del navío Princesa, construido con el sistema español “Gaztañeta”, estudiaron su estructura cuaderna por cuaderna modificando la construcción de sus navíos para replicarlo, dando como resultado al Royal George en 1756, el Britannia en 1762 y al célebre Victory de Nelson en 1765.
Por otro lado la creación de Academias como la de Guardias Marinas de Cádiz dio como resultado un gran capital humano, hombres sumamente preparados tanto marinera como científicamente, grandes científicos marinos que disponían de un saber y un arrojo que demostraron durante todo el siglo. Esta unión de modernos barcos y grandes capitanes que los gobernaban, hizo que los enemigos se lo pensaran dos veces antes de atacarlos pues todos ellos tenían una característica común, nunca se rendían.
Hoy os invito a subir a bordo, zarparemos en cuatro de aquellos magníficos barcos para rememorar su historia y revivir sus hazañas.
Comenzaremos por el mencionado antes, el “Princesa”, construido en el astillero de Guarnizo, Santander, en 1729, por el sistema Gaztañeta, sus grandes dimensiones para un navío de 74 cañones se debían a que fue construido como prototipo para el Real Felipe de 1.925 toneladas, también construido en Guarnizo en 1732.
Capitaneado por el donostiarra Pablo Agustín de Aguirre, zarpó del Ferrol el 9 de abril de 1740 junto a otros navíos como el Príncipe, en dirección al Cabo de Hornos, en persecución del almirante británico Rodney. Al poco de partir se le abrió una vía de agua que le impedía seguir al convoy, lo comunico a su superior y se separó del grupo para regresar al Ferrol para su arreglo, a unas treinta millas de su destino se desató una fuerte tormenta que le arrancó el mastelero mayor cayendo este al mar, dañando también el palo de mesana y desarbolando el mayor dejándo la nave imposible de maniobrar. En estas condiciones fue descubierto el 18 de abril por una flotilla británica compuesta por tres navíos de 70 cañones, el Lenox, capitaneado por Colvill Mayne, jefe de la escuadra, el Kent, mandado por Thomas Durell y el Oxford , con Augustus Fitzroy al mando, los navíos británicos no iban a por el Princesa pero al verlo decidieron darle caza comenzado su persecución.
Hay que decir que el armamento del Princesa en ese momento era incompleto pues solo portaba 64 cañones y debido a su estado avanzaba lentamente siendo alcanzado al día siguiente. El Lenox se colocó a su costado y comenzó la batalla, Aguirre prevenido lo estaba esperando en zafarrancho, a la orden de fuego el Princesa disparo una andanada con tal precisión que desarboló al Lenox, dañándolo de tal manera que tuvo que retirarse rápidamente, entonces entró en combate el Kent quien ante la dura resistencia del navío español y con su capitán Durell gravemente herido (una mano amputada), también acabó retirándose, el Oxford le toma el relevo y se suma a la lucha, por fin tras seis horas defendiéndose como un jabato, con Aguirre herido, el navío totalmente ingobernable y habiendo gastado toda la pólvora el Princesa es tomado.
Los números de bajas son imprecisos, las españolas dan 70 muertos y 80 heridos, siendo las más creíbles por la alta burocratización de la Armadas. Las británicas poco verosímiles pues siempre daban menos de las que había habido por diversas razones, entre ellas que las bajas no declaradas no pagaban indemnizaciones dejando a viudas y huérfanos indefensos.
Tras su captura el Princesa fue remolcado a Portsmouth, donde causó admiración, lo describieron como el mejor barco de la Armada española, dotado con una altura tal que abría sus portas bajas cuando los demás no se atrevían a hacerlo por miedo a que les entrara el agua. Tras estudiarlo a fondo, el Almirantazgo inglés revisó los Estatutos de 1719 con nuevas propuestas de construcción, fue comprado por el gobierno británico y tras una costosa reparación puesto en servicio con el mismo nombre “Princess”, estando en activo hasta 1760 que quedó como pontón y en 1784 se vendió.
Pablo Agustín Aguirre fue conducido con el resto de la tripulación, prisionero, a Portsmouth, tuvo un trato de favor al ser el comandante de la nave siendo hospedado en la casa de campo de los duques de Richman, aunque nunca se recuperó del todo de sus heridas, tras intercambiar prisioneros entre ambas naciones en 1743, regresó a España, fue recibido con honores y ascendido al grado de Capitán de Navío y Capitán de la Compañía de Guardiamarinas de Cádiz, destino que no desempeñó nunca al ser licenciado por la debilidad que tenía a consecuencia de sus heridas, retirándose a su ciudad natal de San Sebastián en donde falleció en 1745.
La siguiente aventura fue protagonizada por el navío San Ignacio de Loyola.
Su nombre seguramente no os diga nada pero si lo nombro por su alias, “El Glorioso”, todo cambia. Fue construido en el arsenal de La Habana, tal como se lee en una cita extraída de una instancia de febrero 1742: “Cenon Somodevilla marques de la ensenada pusso por obra y essecuto enteramente la construzión de Dos Navios de Setenta Cañones, nombres Ntra. Sra. De belhelem (Belén) / alias el Ymbencible / y s. Ygnacio de Loyola/ ó el Gloriosso/”.
Desde el momento de su botadura fue un navío destacado en sus acciones bajo el mando del Capitán de Navío Pedro Messía de la Zerda (su único capitán), como nave capitana fue el encargado de traer el tesoro junto al Castilla, desde La Habana en 1745, sorteando a los británicos que conociendo la carga que transportaba enviaron a tres escuadras a interceptarlos, entrando en el puerto de La Coruña en enero, este hecho fue publicado en la Gaceta de Madrid que equivalía a nuestro actual Boletin Oficial del Estado: «Con Extraordinario que llegó al Real Sitio del Pardo el dia 9 del corriente, despachado por el Theniente General de la Armada Don Rodrigo de Torres y Morales, se ha tenido la importante gustosa noticia de que habiendo salido de la Havana el dia 10. de Noviembre, dio fondo en el Puerto de la Coruña el dia 5. de este mes, con los Navios de Guerra nombrados el Glorioso, y la Castilla, los quales han conducido el Tesoro, que se hallaba en la Havana, y consiste en ocho millones 274.565. pesos fuertes, pertenecientes á S.M. y al Comercio, y tambien cantidad de Tabaco en Polvo, y Rama; y de un dia á otro se espera aviso de que ayan entrado en los Puertos de España el Navio de Guerra nombrado la Europa, y quatro Marchantes, cargados de Grana fina, y silvestre, Añil, Tabaco, y algun dinero, que assimismo hicieron vela de la Havana en conserva de este General, y se separaron de ella en la altura de las Terceras, á causa de las neblinas, y fuerza de los vientos contrarios».
Tres años más tarde nos encontramos a nuestro navío partiendo de Veracruz con la misma misión: trasladar 4.502.631 pesos fuerte a la península, pero esta vez en solitario, zarpando el 28 de mayo de 1747, la travesía se realizó sin novedad hasta las Azores, el 25 de julio a las 5 de la mañana descubrió 10 velas que por culpa de la niebla no pudo identificar. Aún así y como su objetivo era cumplir su misión entregando su carga a salvo, Pedro Messía ordeno: «ceñir el viento con Proa al N. amurar la maior y hazer toda la fuerza de vela para mantener el barlovento». Tras levantarse la niebla Messía diviso un convoy ingles escoltado por el navío Warwick, de 60 cañones; la fragata Lark, de 40; el transporte de tropas Beaufort, de 20, y el paquebote Montagu de 16.
El capitán del Warwick, Erskine, a pesar de dirigir el navío de mayor porte estaba a las órdenes del John Crookshanks comandante de la fragata Lark pues era el oficial más antiguo. En cuanto el comandante británico avisto al solitario navío español ordenó su caza aunque manteniendo el rumbo para no desproteger el convoy, ordenó al Montagu el barco más veloz perseguirlo, al anochecer las velas de ambas naves se habían perdido en el horizonte, entonces el Montagu, encendió falsos fuegos para marcar su posición, viendo Crookshanks que se alejaban decidió dejar al Beaufort protegiendo el convoy e iniciar la persecución con el Warwick y la fragata Lark uniéndose al Montagu.
Pedro Messía al ver que los británicos se le echaban encima tomo la iniciativa y enfilo sobre el Montagu abriendo fuego contra él, ante esta acción el paquebote se retiró para no volver, tras esto la Lark que había llegado a su altura se puso a su costado abriendo fuego al que el Glorioso respondió destrozando su mastelero y dañando el casco tal y como Messía ponía en su diario: «… con mi arrivada le franquee bien su Costado, y le disparé todas las dos Baterías de la banda de Estribor, y el me correspondio con las suias, reconociendo heran sus valas de a 12, le desarbolé del Mastelero de sobremesana, y arribó, por lo que consideré, yba bien yncomodado, pues no bolvio á entrar más en funcion». De inmediato y para no perder la iniciativa se dirigió hacia el Warwick, al amanecer el navío británico estaba desarbolado sin mastelero de trinquete ni palo mayor retirándose del combate.
Messía continuó con su travesía mientras reparaba los daños que su navío también había sufrido, por fin al amanecer del 14 de agosto divisó entre la bruma la costa de Finisterre, pero no todo eran buenas noticias, en el horizonte apareció la vela del Oxford, de 50 cañones; la fragata Shoreham, de 24 y la balandra Falcon, de 14, de la escuadra del almirante Byng que patrullaban las costas portuguesas. Las naves británicas rápidamente cayeron sobre el navío español flanqueándolo por ambas bandas sobrepasándolo, entonces Pedro Messía volvió a tomar la iniciativa y virando en redondo se dirigió hacia el Oxford ganando el barlovento y abriendo fuego al llegar a su altura. Sorprendido el navío ingles se defendió tratando de esquivarlo no presentando su costado, pero al final dañado acabó retirándose, le relevaron la fragata y la balandra que tras tres horas de combate y antes de recibir más daños, también se retiraron. Al perderlos de vista el Glorioso continuó a través de la niebla buscando un fondeadero, envió un bote en busca de un Practico y finalmente remolcado entró en la Ría de Corcubión.
Pero la situación no dejaba de ser peligrosa, la Ría de Corcubión no estaba protegida, la construcción de sus defensas se había dejado a medias por falta de fondos, con los británicos rondando como lobos tras la presa, Messía comenzó a tomar medidas urgentes para proteger el cargamento, sus hombres continuaron con la construcción de los fuertes para la protección de la Ría, descargaron cañones de su propio navío para montarlos en ellos, también se descargó el tesoro almacenándolo tras los muros de las iglesias rurales y en los edificios emblemáticos de la zona.
Messía demostraba no solo ser un magnifico capitán sino también tener una gran iniciativa y gran capacidad de organización durante los dos meses que estuvo en Corcubión, aquí le llegó la notificación del marques de la Ensenada ascendiéndolo a Jefe de Escuadra: «Aviendo oydo el Rey con mucho gusto, y satisfaccion la noticia del feliz arribo de V.S. a Corcubion con el Navio el Glorioso de su cargo, y el honor, valor, y conducta con que con gloria de su Real Pabellon vatio V.S. en dos combates que tubo en su venida a España desde Veracruz con los vageles de Guerra yngleses (…) Há promovido a V.S. á Gefe de Esquadra de la Armada: Doy a V.S. este aviso de orden de S.M. con mucho gusto mio (…)» (carta del marques de la Ensenada; del 22 agosto de 1747).
Por último y tras embarcar una compañía de granaderos de una unidad de infantería del Ejército, el Regimiento de Lisboa, el 11 de octubre partió de Corcubión con intención de llegar al Ferrol pero los vientos contrarios se lo impidieron por lo que su capitán tomo la decisión de poner rumbo hacia Cádiz, separado de las costas de Portugal navegó sin problemas hasta llegar al Cabo San Vicente en donde se encontró con una pequeña flota de fragatas bajo el mando del comodoro George Walker, a las que llamaban «Royal Family» por los nombres dados a sus naves King George, Prince Frederick, Prince George, Duke, Princess Amelia y Prince Edward Tender.
Las fragatas King George y Prince Frederick se acercaron a cierta distancia del San Ignacio de Loyola pero como ninguna nave enseñaba sus enseñas quedaron observándose a tiro de cañón, transcurrida una hora Messía ordenó cerrar las portas de la batería inferior lo que hizo dudar a sus atacantes de que fuera el “monied ship” (barco del dinero) que perseguían. Al anochecer la King George se puso a su costado y preguntaron en portugués por el nombre del navío, el silencio fue la respuesta, entonces volvieron a preguntar pero esta vez en inglés descubriendo su artimaña, la respuesta no se hizo esperar, las portas cerradas del Glorioso se abrieron y una andanada de fuego salió de ellas destrozando de lleno su palo mayor dañando gravemente a la fragata, a pesar del castigo a la que fue sometida la King George se defendió bravamente aunque estaba casi destrozada cuando la Prince Frederick llego en su socorro, tras poco más de media hora de combate y sabiéndose inferior se retiró para ayudar a la King George, viendo como el navío español se alejaba.
Al amanecer llegaron al lugar las fragatas Prince George y Duke, George Walker las envió junto con la Prince Frederick en persecución del navío de Messía, al poco de partir las fragatas apareció una vela en el horizonte era el Russell, navío de segunda categoría de tres puentes 92 cañones aunque en este momento solo montaba 84, lo comandaba el capitán Matthew Buckle, Walker le envió una nota contando lo sucedido y apremiándole a ceñir su vela para dar alcance al Glorioso, su caza se había convertido en algo personal.
Entre tanto el navío español navegaba siguiendo su rumbo cuando apareció en el horizonte otra vela sin bandera que lo identificara y que también intentaba darle alcance, entonces el navío desconocido izó la bandera danesa haciendo señales de códigos españoles, Pedro Messía tras la experiencia pasada no se fiaba y continuo con su rumbo, entonces el misterioso navío arrió la bandera danesa y enarbolo la británica, era el Darmouth, de 50 cañones, al mando del capitán John Hamilton, que consiguió ponerse a la popa del San Ignacio de Loyola comenzando a disparar sus cañones de proa, el navío español a su vez comenzó a defenderse, pero tras un intercambio de fuego de repente todo terminó, el Darmouth voló por los aires, la causa de la explosión no está clara, seguramente un cañonazo hizo blanco en la santa bárbara o un manejo inapropiado de la pólvora hizo volar el navío británico: «en esta disposición nos batimos con reciproco vivo fuego de Cañon, y fusil hasta las tres, y minutos más tardes, que de Ymproviso le resulto la fatal desgracia de Bolarse; de modo, que de un instante á otro nos hallamos sin objeto con que continuar el fuego, por averse reducido a pequeños quarteles esparcidos en el mar» .
Las fragatas que venían en su persecución recogieron a los supervivientes y continuaron su acoso a nuestro navío uniéndose a ellas el Russell, entre los ingleses iba creciendo la admiración por tan duro adversario asombrándose de la tenaz resistencia que ofrecía el navío español, así el comodoro Walker anoto: «Y de nuevo comenzó la persecución y la conquista de su audaz y escurridizo enemigo; porque nunca los españoles, y nadie en realidad, han luchado mejor con un buque como lo hicieron ellos».
El Glorioso continuó navegando intentando llegar a Cádiz mientras arreglaba los múltiples destrozos provocados por los continuos combates, cuando los navíos ingleses le dieron alcance, el Russel se puso a su popa y las fragatas hicieron lo propio situándose en ambas aletas ( parte del costado donde la manga va disminuyendo para cerrar y formar la popa del barco), haciendo fuego los tres a la vez, el combate dura toda la noche y a pesar de estar rodeado el Glorioso no cesa de batirse como un animal enjaulado, pero las municiones comenzaron a escasear y se tomó la decisión de disparar todo aquello que pudiera ser utilizado como munición, como aún les quedaban balas esféricas decidieron dispararlas de dos en dos, por ultimo utilizaron los pies de cabra de los cañones, finalmente ya sin munición, sin aparejo y haciendo agua por diversos sitios el Glorioso se rindió.
Cuando Pedro Messía subió a bordo del Russel para oficializar la rendición ante Buckle, se dio cuenta del estado lamentable en que estaba el navío británico, casi peor que el suyo, un pasajero que iba a bordo le dijo que si el combate hubiera durado cinco minutos más los que se habrían rendido hubieran sido ellos y que la oficialidad se tuvo que emplear a fondo pistola en mano contra la marinería pues amotinándose quisieron rendir la nave ante el fuego español. Ambos navíos fueron remolcados a Lisboa y reparados pero el San Ignacio no pudo sumarse a la Royal Navy por lo que fue vendido. Los oficiales y la tripulación fueron pronto liberados y D. Pedro Messía de la Cerda continuó con su carrera llegando Teniente General de la Real Armada y Virrey del Nueva Granada.
Respecto a las bajas españolas fueron 25 muertos y 105 heridos mientras que los ingleses dieron 11 muertos y 10 heridos que como ya hablamos no es creíble, sabiendo que el Glorioso llevaba a bordo tropas de granaderos y fusileros que siendo profesionales en un combate a corta distancia poco podían fallar, pero es que el capitán Buckle tuvo que solicitar cien hombres a las fragatas para conducir su navío a Lisboa.
El San Ignacio de Loyola alias el Glorioso, escribió por si solo una de las grandes páginas de la Armada Española, el saber y la pericia de su capitán y oficiales, sumada a la de toda la tripulación y soldados, cumplieron su misión dejando a salvo los caudales y enfrentándose en solitario a un número superior de enemigos, hasta ser capturado por la falta de munición. Pírrica victoria para los británicos que como botín solo consiguieron perder en el camino un navío y una fragata, dejar otros dos navíos en pésimo estado, más diversas fragatas inutilizadas, para ese viaje no necesitaban alforjas.
Otras dos increíbles historias nos esperan en la próxima entrega.
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