No nos vamos a mover mucho del lugar en donde el Glorioso tuvo su última hazaña y lo haremos a bordo del San Juan Nepomuceno  en su última travesía, bajo el mando del Brigadier Cosme Damián Churruca, grandísimo marinero y científico que en ningún momento flaqueó, ni en combate, ni en periodo de paz ya que cumplió con su deber aún sin haber recibido sus pagas, tal como le cuenta en una carta a su hermano y donde presentía que iba a ser su última singladura: « […] Querido hermano: desde que salimos de Ferrol no pagan a nadie ni aún las asignaciones, a pesar de estar declaradas en la clase del prest del soldado, de manera que se les debe ya cuatro meses y no tienen esperanza de ver un real en mucho tiempo; aquí nos deben también cuatro meses de sueldo y no nos dan ni un ochavo, sin embargo de que nos hacen echar los bofes trabajando con lo que no puedo menos de agradecer mucho el que hayas libertado a Dolores de los apuros en que se andaría para pagarte los 1.356 reales que te los libraré yo luego que pueda; entretanto, he encontrado en Ferrol a un amigo rico que socorrerá a Dolores con cuanto necesite, y quedo tranquilo con haber asegurado ya su subsistencia decentemente. Estos son los trabajos de los que servimos al rey, que en ningún grado podemos contar sobre nuestros sueldos […] si llegas a saber que mi navío ha sido hecho prisionero, di que he muerto».

El almirante francés Villeneuve perseguido por la sombra de Napoleón y sabiendo que este le iba a destituir, el 18 de Octubre de 1805 ordenó la salida de la flota combinada fondeada en Cádiz buscando la oposición de los oficiales españoles y así poder tener una justificación ante el Emperador, pero nada salió como esperaba, Gravina, jefe de la escuadra española había recibido órdenes de Godoy, quien también presionado por Napoleón, le subordinaba al francés así pues y en contra de lo que se había acordado en consejo y con el rechazo completo de los oficiales españoles, pero obedeciendo al mando mayor, la escuadra franco-española parte de Cádiz.

La salida se hace de forma desordenada por la falta de viento teniendo muchos navíos que ser remolcados pero una vez en mar abierto se forma la línea, en cabeza va la escuadra de observación al mando del gran Gravina y a la cabeza de ella el San Juan. Tres días después de su salida de Cádiz, el 21, se encuentran con la flota inglesa y es entonces es cuando se produce lo impensable; el almirante Villeneuve comandante de la flota combinada da la orden de virar ante el estupor de los oficiales españoles que ven atónitos las señales, Churruca desde su toldilla (parte superior que sirve de techo al alcázar), exclama: «El general francés no conoce su obligación y nos compromete… Los enemigos van cortar nuestra línea por el centro y a atacarnos por retaguardia…». No se sabe el por qué de esa orden de Villeneuve que rompía la formación dejando la escuadra indefensa ante la táctica de manada de lobos de los ingleses.

Brigadier Cosme Damián Churruca

En este punto hay que decir que Churruca no era el único que había ordenado clavar la bandera en su navío, otro grandísimo y temperamental oficial Alcalá Galiano, hizo lo mismo, entre su tripulación se encontraba el guardiamarina Butrón, pariente de Alcalá Galiano y antes de comenzar la batalla le dijo señalando la bandera: «cuida de no arriarla aunque te lo manden, porque ningún Galiano se rinde y ningún Butrón debe hacerlo».

Al virar el San Juan pasa de ser el primer navío al último, rápidamente tres navíos de la columna de Collinwood fueron por el San Juan, el Defiance, el Bellerophon  y el Dreadnought, perdida toda capacidad estratégica, Churruca junto a su amigo y segundo el Capitán de Fragata Francisco Moyúa, decidieron entrar en combate por la retaguardia a sabiendas que estarían en inferioridad numérica, esta acción fue clave para el desarrollo del combate ya que el retener a las naves británicas ofreciendo una dura resistencia hizo que al final el resto de la flota pudiera reagruparse y poner rumbo a Cádiz.

Los buques británicos acosaron al San Juan pero este respondía al duro castigo de tal forma que tras intercambiar fuego con el Defiance, una certera andanada dio de lleno en la popa del Bellerophon que tuvo que ser socorrido por el Dreadnought, tras esto otros tres navíos enemigos se unieron a la lucha vomitando fuego sobre el navío español, Churruca desde la toldilla dirigía a sus hombres cuando una bala de cañón le arranco la pierna derecha, caído sobre el alcázar exclamó: «esto no es nada, que siga el fuego». Se dice que metió el muñón de la pierna arrancada en un barril de arena (en esta época los barcos llevaban barriles de arena, harina o serrín para esparcirlos por la cubierta para que los marineros que iban descalzos no resbalaran).

El brigadier aguantó gran parte de la batalla hasta que comprendiendo que se moría traspaso el mando a Moyúa, pero informado que este había muerto se lo dio al Teniente de Navío Joaquín Núñez-Falcón, que aun combatió durante otras dos horas más con los navíos británicos, uno de tres puentes por la amura de babor (amura = parte de los costados del buque en donde se estrechan para formar la proa) y los demás por las aletas, hasta que desarbolado y: «destrozado el costado de babor, cuatro o cinco balazos a flor de agua: Comandante, Segundo y un Oficial muertos; cien hombres de la tripulación y guarnición igualmente; unos doscientos heridos, y casi todos los oficiales lo mismo levemente», (parte de campaña del teniente de navío D. Joaquin Nuñez Falcon  comandante del  navío San Juan Nepomuceno), él mismo recibió cinco heridas de diversa gravedad durante las últimas acciones de defensa del puente del navío,  finalmente el San Juan fue capturado.

Batalla de Trafalgar

Los ingleses sabedores de quien era el capitán del navío que tanto les había costado tomar, entraron en su camarote buscado documentos, planos y libros que allí había pero según parece este ya había sido saqueado por los propios hombres del San Juan,

Las exequias del funeral de Churruca se hicieron a bordo con todos los honores que merecía tan gran capitán cuyo respeto por parte de los ingleses era inmenso, remolcaron el navío a Gibraltar y ante la imposibilidad de que pudiera volver a navegar lo utilizaron de pontón y para la recepción de autoridades con el nombre de San Juan.

La admiración y el respeto de los británicos por Churruca era tal que en la entrada de su cámara pusieron su nombre con letras doradas, ordenando que todo aquel que la quisiese visitar debía descubrirse para poder entrar, finalmente en 1818 el navío fue vendido y desguazado.

Su bandera fue devuelta a España en una permuta de objetos históricos en 1876, y hoy restaurada se expone en el Museo del Ejército en el Alcázar de Toledo.

Por último vamos a desembarcar para dirigirnos a la isla del León, en Cádiz, para asistir a una “Investigación” lo que hoy llamaríamos un Consejo de Guerra.

Como dijimos antes, tras la rendición de un navío se abría un investigación para determinar responsabilidades y eso podía conllevar la degradación de los oficiales e incluso la condena a muerte, pero el sujeto al que están investigando no es un oficial sino un simple soldado, el granadero Martín Álvarez Galán.

Los hechos ocurrieron el 14 de febrero de 1797 en el transcurso de la batalla del Cabo San Vicente, que se saldó con la derrota de la escuadra española al mando del Teniente General José de Córdova, perdiéndose los navíos San JoséSalvador del MundoSan Nicolás de Bari y San Isidro. Nuestro héroe se encontraba embarcado en el San Nicolás de Bari como miembro de la tropa de infantería, granadero de la tercera compañía del noveno batallón de marina, hay que decir que los granaderos eran tropas de élite de la época.

Martín había nacido en Montemolín, Badajoz, lugar que nada tiene que ver con la mar, siendo su deseo servir en caballería; para alistarse se trasladó a Sevilla en donde conoce a un grupo de granaderos con los entabla conversación haciendo amistad con uno de ellos llamado: « Lucas García,  que vestía con arrogancia una buena casaca azul turquí, con solapa encarnada vuelta hacia fuera, calzón azul, charreteras encarnadas, gorra de pelo con manga grana terminada en borla amarilla, cuyo uniforme lucía adoptando un aire marcial que impresionaba» , viendo el deseo de Martín de alistarse con los “dragones”, le engañó diciéndole pertenecer al regimiento de dragones del viento, convencido Martín firma (con una “x” pues no sabía escribir) por un periodo de 6 años, trasladado a Cádiz se descubrió el engaño, pero en vez de tomárselo a mal lo asumió diciéndole a su embaucador: « me has engañado como se engaña á un niño, pero no te guardo rencor; yo en tu lugar habría obrado de igual modo: los dados están en suerte y ya es preciso seguirla».

Comenzó su instrucción y en dos meses manejaba las armas con la destreza de un veterano, siempre dispuesto a cumplir las órdenes sus oficiales le encargaban servicios correspondientes a un Cabo, por fin fue destinado al navío Gallardo, a partir de aquí fue pasando por distintos destinos cambiando de navío con cada uno de ellos.

El 1 de febrero de 1797 se le ordenó trasbordar al navío San Nicolás de Bari, de 74 cañones, al mando del brigadier Tomás Geraldino, formando parte de la escuadra del Teniente General José de Córdova y Ramos de Garay, y aquí le hallamos cuando tras sufrir un fuerte temporal la escuadra española se dispersa y es atacada por la flota del almirante John Jervis, uno de cuyos navíos el Captain, estaba bajo el mando del comodoro Nelson.

Pintura de Robert Cleveley sobre la batalla del Cabo de San Vicente.

Nelson que ha desobedecido a su comandante se lanza directamente sobre el centro de la vanguardia española para evitar que esta doblara a los navíos británicos, cayendo sobre el San Nicolás y el Salvador del Mundo, abriendo tal cantidad de fuego que el San Nicolás perdió el timón y arrastrado por la corriente choca con el Salvador del Mundo quedando ambos navíos enganchados. Los hombres de Nelson abordan el San Nicolás, en donde granaderos y marineros defienden el navío tablazón a tablazón. Los ingleses se dirigen a la toldilla intentando tomar la bandera; en la toldilla se encuentra Martín junto a su capitán Geraldino que agonizante le da la última orden: «Granadero, dí [a] tus compañeros que ninguno se rinda sino después de muerto».

Muerto su comandante, los ingleses intimidaron al soldado para que entregase la bandera en señal de rendición, pero sorprendidos ven como el granadero no solo se niega sino que les da el alto desenvainando su sable dispuesto a defender la enseña; sin hacerle caso un oficial ingles comenzó a subir por la escalerilla, Martín arremete contra él dándole un sablazo que lo atraviesa clavándolo contra un mamparo, el resto de enemigos se le echa encima, Martín  incapaz de recuperar su sable coge el fusil como si de una maza se tratase descargándolo contra los ingleses, acabando con otro oficial y dos soldados antes de una descarga pusiera fin a su resistencia.

Terminada la batalla hay que deshacerse de los muertos arrojándolos al agua, al llegar a donde esta Martín, Nelson que había presenciado la escena anterior ordena que ese soldado sea envuelto en la bandera que tan valientemente ha defendido, pero al recogerlo se dan cuenta de que respira y lo trasladan con los heridos desembarcándolo más tarde en Lagos, Portugal, donde una vez curado le dejan libre dirigiéndose primero a su pueblo Montemolín, luego a Sevilla y por último a Cádiz en donde es llamado a declarar al ser el último defensor vivo del San Nicolás, siendo interrogado por el Fiscal de la causa el Mayor General de la Armada Manuel Núñez Gaona.

Reproduciremos aquí una pequeña parte del interrogatorio:

Fiscal: ¿Qué destino ocupaba en el navío San Nicolás el día que se rindió a los ingleses?,

Martín Álvarez no solo no contesta sino que altanero pide hacer una observación, concedido el deseo de expresarse libremente respondió:  ¡Entonces diré a V.E. que yo no he estado jamás en el San Nicolás en ocasión de que se haya rendido á los ingleses!

Gaona asombrado responde, ¿Pues no os encontrabais en el combate del 14 de febrero?

¡sí señor!

¿Y no fuisteis después a poder de los ingleses?

¿Sí señor!

¿Porque negabais según eso que os hallabais en el navío San Nicolás con ocasión de rendirse a los ingleses?

¡ Porque el “San Nicolás de Bari” no se rindió, sino que fue abordado y tomado a sangre y fuego!

¿Y a qué llamáis entonces rendirse?

¡ No podre jamás entra a discutir con V.E., pero creo que no habiendo ningún español en el navío cuando se arrió su bandera, mal podrían haber estos capitulado!

¿Qué había hecho pues, la tripulación del San Nicolás?

¡Toda se hallaba muerta o herida!

Terminado el interrogatorio firmó su declaración y se retiró, el general Gaona comentó: «Lastima que este granadero ignore poner su nombre, porque sería un buen oficial».

Martín Álvarez Galán

En este Consejo de Guerra el Teniente General de la Armada José de Córdova fue depuesto de su mando y condenado al destierro siendo sustituido por José de Mazarredo. Tras la investigación el mayor general Gaona quiso ascender al granadero por su acción por lo que habló con su Sargento Mayor para ascenderlo a cabo pero antes debería aprender a leer y escribir, cosa que hizo rápidamente pues a los dos meses leía con regularidad y dos más tarde ayudaba como escribiente a pasar a limpio las ordenes.

Volvió a embarcar continuando con su servicio cuando estando de guardia en el puerto de Brest, tuvo una caída golpeándose fuertemente en el pecho que le provocó un vomito de sangre, trasladado a un hospital del Arsenal falleció el 23 de febrero de 1801.

En reconocimiento póstumo, la Armada en una Real Orden de 12 de diciembre de 1848, dispuso que permanentemente un buque de 10 cañones para abajo llevara su nombre “Martín Álvarez”.

Hemos visto cuatro ejemplos de derrotas en donde la rendición ni siquiera se planteaba, aún a sabiendas de que a sus protagonistas les esperaba la muerte, la captura de los navíos se produjo estando ya estos destrozados e ingobernables y con la mayoría de sus hombres caídos, habiendo hecho múltiples daños a sus adversarios.

Por otro lado, queda demostrado el notorio avance tecnológico español, que hizo marineros navíos difíciles de hundir a pesar de recibir un duro castigo, autentica tecnología punta de sus época, naves avanzadas y hombres sumamente preparados que hicieron de nuestra Armada la fuerza con la que mantener los territorios de ultramar.

No es mi intención extenderme más sobre el tema aunque de cada uno de estos episodios aun habría mucho que contar, cuatro destellos para reflejar una época y unos hombres que la hicieron brillar con luz propia, hombres para los que en la defensa de su causa, rendirse no era una opción.