Pero hay que aceptar en nuestro descargo, que nos mueve el deseo de dejar impronta y crear opinión, pero sobre todo, concienciar. Es la lícita pretensión de que nuestros lectores tomen conciencia de una situación e inducirles, apasionadamente, para que disciernan sobre la misma y resuelvan en libertad. Sin manipularlos. Por tanto, todo intento de transgredir una realidad en beneficio de nuestro envanecimiento y autocontemplación, es un acto de engreimiento que además insulta a la inteligencia de las gentes. Es, simple y llanamente, un acto de soberbia exagerada.

Si además, en este intento de altivez, preconizamos un delito o un apetito desordenado, un desprecio a los demás o una injusticia, en la seguridad de que nuestro estatus y nuestra ascendencia impedirán que se nos juzgue como merecemos, entonces somos, metafóricamente, el paradigma del pecado que llevó a Lucifer al reino de las tinieblas. Porque, en contra de lo que apuntan desde la capital del Reino, la literatura no es sólo literatura.

Las manifestaciones vertidas por Sánchez Dragó en su libro, “Dios los cría… y ellos hablan de sexo, drogas, España, corrupción…”, que tanto han dado que hablar y que escribir, son un ejemplo de lo expuesto. Escribir sobre el abuso –sí, el abuso, sea real o exagerado– de dos jovencitas de trece años en Japón, es un acto canalla y execrable. Pero es más mucho más grave cuando se airea como una gracia, como un gesto de complacencia a los excesos que los endiosados cometen en nombre de su pecado. La deducción del arrogante Dragó es que una de las japonesas lo trajinaba, mientras la otra iba al váter. Analicemos y traduzcamos: mientras una lo acarreaba –primer significado de trajinar -, la otra vomitaba. Pero lo peor de todo es que ahora lo desmiente y asegura que son ficciones literarias y se pregunta: ¿Cómo escribir sobre lo insignificante? ¿Cómo narrar lo que nunca sucedió? ¿Cómo pedir disculpas donde no existe la culpa? La respuesta es muy clara: Respetando la inteligencia del público.

En su blog, Sánchez Dragó dice al respecto de todo el asunto: ¡Qué barbaridad! ¡La que se ha armado! Efecto mariposa, tormentas en vaso de agua, mosquitos muertos a cañonazos. ¡Por Dios, él puede escribir lo que quiera!, son los estúpidos lectores que no entienden cuando dice verdad, cuando exagera o cuando miente.

Pero no ha sido sólo Sánchez Dragó el fatuo del mes. Un respetable académico también ha ejercido su desdén con contumaz envanecimiento y menosprecio hacia los demás. Pérez Reverte, buen escritor y crítico social, ataca de nuevo. Confieso haber leído un artículo suyo sobre los políticos en el que, en un exceso de diatriba, les expresaba todo su desprecio. Nada que decir al respecto, cada uno es libre y aunque es mucho abarcar meter a toda la clase política en el mismo saco, no dejaba de tener cierta gracia. El escrito aunque demagógico, denunciaba el alejamiento de los políticos respecto al Pueblo.

Sin embargo, cuando el ataque es con nombre y apellidos y el insulto es directo e injustificado, la cosa cambia. Puede Arturo meterse con la ex ministra Bibiana Aído por sus “miembras”, es opinión contra opinión, ideología versus léxico; puede mortificar a Herrera por confundir dictaduras, pero vejar a un ser humano llamándole mierda o burlarse de sus lágrimas, me parece injusto y simplemente penoso, si no fuese porque en todo eso se esconde un ejercicio insano de arrogancia. No es procedente escribir solamente con ánimo de ofender. ¿Por qué llorar es un síntoma de debilidad? Decía – dice todavía – el extinto y gran poeta argentino Oliverio Girondo en su poema 18: Llorar de amor, de hastío, de alegría. Llorar de frac, de flato, de flacura. Llorar improvisando, de memoria. ¡Llorar todo el insomnio y todo el día! Y ¿por qué no?, añado. Sólo los soberbios se tragan sus lágrimas.

En fin, ese es el pecado, amigos Reverte y Dragó. Porque habláis ex cátedra sabiendo que vuestro bien ganado prestigio os permite ciertas licencias que, a otros, no consentiríais. No obstante, sabed que todo es relativo, que las aventuras del Capitán Alatriste, – o lances muy parecidos – ya los leí de mozalbete en una magnífica novela de Samuel Shellabarger, titulada: “Capitán de Castilla”, también llevada al cine a finales de los años 40, y que desde su poltrona de la televisión pública de Telemadrid – cargo político por antonomasia – , Sánchez Dragó mordisquea el lápiz y censura a quién le conviene, con las espaldas bien cubiertas. Nada es nuevo bajo el sol.

Es una verdadera lástima que todo lo que lleváis dentro ¡que es mucho!, no lo ofrezcáis generosamente – me refiero a la generosidad literaria – sin necesidad de que se vea acompañado de la búsqueda una aceptación sin condiciones y de la manipulación intencionada a vuestros propios lectores. Sobrevalorarse y colocarse por encima del bien y de mal, ya sea como censores o con la arrogancia de la inaceptable impunidad, me parece una tontería indigna de vosotros. Contra la prepotencia, humildad.

“Sit tibi copia sit sapientia formaque detur, inquinat omnia sola superbía, si comitetur” – Sean tu gozo la sabiduría y la belleza, pero guárdate de la soberbia, que puede empañarlo todo -. (Inscripción en un muro en Krak de los Caballeros –Siria -)