Sin embargo, nuestro planeta todavía tiene algunos lugares que los humanos no hemos modificado. Son los paisajes naturales. Las zonas donde se ubican son muy concretas: algunos bosques tropicales, los polos, zonas elevadas de montaña, algunos lugares desérticos y ciertas zonas costeras. Todos ellos tienen elementos en común. Se encuentran en espacios de difícil acceso, la vida en ellos está sujeta a condiciones extremas y hay más inconvenientes que ventajas a la hora de asentarse en ellos.
Hace unos cuantos miles de años la naturaleza se extendía por todas las regiones del planeta; prácticamente no existían zonas desérticas y el paisaje natural no sufría ningún tipo de ataque o destrucción por parte de las primitivas sociedades humanas que vivían en la prehistoria o en el neolítico. La capacidad del hombre antiguo para modificar la naturaleza era pequeña en comparación con la del hombre actual.
En sus primeros tiempos históricos, Europa estuvo cubierta de bosques enormes, en los cuales aparecieron las primeras llanuras como islas en un mar verde. La vida del hombre en aquellos tiempos estuvo íntimamente ligada con los bosques y con los árboles.
La adopción de la agricultura y la ganadería, hace al menos 9.000 años, supone el inicio de una fase en la que el impacto humano sobre el paisaje natural se hace progresivamente más evidente: se reduce la masa arbórea, existen comunidades sustitutivas del bosque principal, se incrementan las plantas relacionadas con la actividad antropomórfica, los cultivos y los pastos… Esta dinámica, dominada por la acción humana y por procesos deforestadores, aunque con avances y retrocesos, continuará a lo largo de los siglos. No obstante, en estas primeras fases de la Historia, la degradación del ecosistema por parte de los seres humanos era mínimo.
Heráclides Crítico nos dice que: “En la península de Magnesia (Grecia) el monte llamado Pelio es elevado y boscoso, y tiene tantos árboles frutales como los terrenos cultivados…Todo el monte es de tierra blanda, con colinas fértiles. En él crece todo género de árboles. Tiene, sobre todo, hayas y abetos, arces y quejigos y, además, cipreses y cedros”.
El historiador griego Estrabón llegó a decir que: “En Hispania una ardilla era capaz de ir desde los Pirineos a Gadir sin posarse de la copa de los árboles”, tal era la espesura y la cantidad de los que existían en España hace unos 2.000 años.
Años más tarde, el poeta latino Marco Anneo Lucano, a mediados del s. I. d.C., señala que: “ Había un bosque sagrado (en Marsella) nunca, desde hacía largo tiempo, violado, que rodeaba con sus ramas entrelazadas un aire oscuro y gélidas sombras, ya que los rayos del sol estaban totalmente apartados de ellas. No lo ocupaban los Panes, habitantes de los campos, ni los Silvanos, dueños de los bosques, ni las Ninfas, sino santuarios de unos dioses de rito bárbaro; aras levantadas sobre funestos altares y todos los árboles purificados con sangre humana. Si la antigüedad, que admiraba a los dioses de lo alto, merece crédito, las aves temen posarse en aquellas ramas y las fieras reclinarse en aquellas guaridas; y ni el viento, ni los rayos lanzados por las negras nubes se arrojan sobre aquella enramada. .. César manda que, introducido el hierro, esta arboleda caiga; pues vecina a la obra y sin haber sido tocada en otra guerra anterior se erguía densísima entre montes desnudos”.
Siglos más tarde, siglo XII, en Plena Edad Media, Geoffrey de Monmonth, señala que Britania: “Tiene bosques, repletos de todo género de animales salvajes, y claros ricos en hierba con que alimentar el ganado, y flores de muchos colores que reparten su miel entre las abejas que acuden a libar en ellas. Prados posee también en lugares amenos, verdeantes al pie de las altas montañas… Está regada, además, por lagos y riachuelos abundantes en peces”.
Bosque de robles.
Así pues, tanto en Europa, como en el resto del mundo, los bosques eran densísimos y el paisaje natural estaba prácticamente intacto del impacto de los seres humanos que, a partir de finales del siglo XVIII, va a cambiar las relaciones equilibradas existentes hasta entonces entre las actividades humanas y paisajes naturales. Del equilibrado ecosistema antiguo entre los seres humanos y el medioambiente se pasará a su profunda alteración debido a una serie de circunstancias que analizaremos a continuación.
A partir de principios del s. XIX, las sociedades humanas, especialmente en los países desarrollados europeos, iniciarán una fuerte incidencia destructiva sobre la naturaleza que seguirá aumentando hasta hoy en día.
Las enormes fábricas construidas a principios del s.XIX cuya materia prima era el carbón (materia prima altamente contaminante) producirá efectos catastróficos contaminando, en primer lugar, el aire dando lugar a lo que se denomina polución atmosférica que ocasionará a lo largo de todo el s.XIX y principios del XX, una alta tasa de mortalidad en ciudades como Manchester, Liverpool, Londres, Michigan, París, Bruselas o San Petersburgo. Esta elevada tasa de mortalidad llegaba, incluso a superar el 300%.
El elevado grado de contaminación atmosférica provocado por el carbono, azufre, sulfuro, mercurio y otros agentes contaminantes que salían de las chimeneas de las fábricas y viviendas de las ciudades ocasionaba entre los obreros y la población en general enfermedades relacionadas con el aparato respiratorio (tosferina, bronquitis, cáncer de pulmón…) de difícil curación en aquella época, que provocaba la muerte a decenas de miles de personas en las ciudades más industrializadas de Gran Bretaña, Europa Occidental y Estados Unidos.
Así pues, durante el siglo XIX el problema se agravó en todas las ciudades, a medida que aumentó la población y el carbón se convirtió casi en la única forma de combustible doméstico para calentarse y cocinar. Según el ingeniero Marcelo Sarlingo fue en Londres, la ciudad más grande del mundo en esta época, donde peores fueron las condiciones. En 1880, había 600.000 casas en las zonas centrales de la ciudad, con tres millones y medio de chimeneas, la práctica totalidad de las cuales utilizaban carbón. La niebla de Londres (o “smog” como se la empezó a llamar) era una experiencia cada vez más desagradable y un riesgo para la salud. Durante las décadas centrales del siglo el número de días de niebla al año se triplicó, y las terribles nieblas causadas por las enormes cantidades de humo que había en el aire se hicieron habituales, aumentando notablemente el índice de muertes por problemas pulmonares durante cada período de niebla intensa.
En diciembre de 1873 hubo unas 500 muertes, solo en la ciudad de Londres, causadas por una niebla especialmente fuerte, y en febrero de 1880 en sólo tres semanas murieron más de 2.000 personas. Esta situación se repitió despiadadamente durante décadas a medida que empeoró la contaminación por el humo de las fábricas y las viviendas.
Hoy en día este problema de la polución atmosférica se mantiene en ciudades como Pekín. En los primeros días de enero de 2013, según José Reinoso corresponsal de El País, la contaminación atmosférica había alcanzado en la capital China niveles considerados peligrosos, hasta el punto que el Gobierno ha instado a la gente a que no salga a la calle. El Centro Municipal de Control Medioambiental ha asegurado en su página web que la densidad de partículas finas o PM2,5 –las que miden 2,5 micras o menos de diámetro (las más dañinas para la salud)- ha alcanzado 700 microgramos por metro cúbico en muchas partes de la ciudad, cuando el máximo permitido por la OMS es de 500.
Además, muchos ríos chinos están altamente contaminados como es el caso del río Jiang.
Río Jiang en China.
Según Lu Jianjian, profesor de una universidad en el este de China, el 40% de los residuos del país se descargan en este río, unos 25 mil millones de toneladas al año. Un tercio de la contaminación provendría de los fertilizantes y productos químicos, plaguicidas y residuos agrícolas; el resto procedería de las ciudades, del sector industrial y de los barcos que navegan por el río. Además, estas aguas se consideran las más turbias del planeta, con un transporte de sedimentos que se estima en 680 millones de toneladas al año.
Hacia las mismas fechas, a principios de enero de 2013, Josué Rodriguez alerta de la contaminación de las aguas del río Bravo por la presencia de metales pesados por el uso de pesticidas. Manuel Navarro Galindo, gerente del Sistema Municipal de Agua y Saneamiento en Acuña, consideró que la situación de los pesticidas como el manganeso y azufre es un tema que se ha analizado desde el 2010 en los diferentes simposios internacionales llevados a cabo en Estados Unidos, destacando la contaminación del río Bravo. Para nadie es desconocido que en Texas los agricultores utilizan pesticidas como fertilizantes, y estos por los escurrimientos van a dar al río Bravo, actualmente una fuente de abasto para consumo humano en las poblaciones de Acuña, Piedras Negras, y otras en el estado de Tamaulipas en México.
Gran parte de mares y océanos sufren un alto grado de contaminación ya no solo en los litorales costeros sino a bastantes millas mar adentro. De todos son conocidos los dramáticos episodios de los accidentes de buques petroleros que provocaron el vertido de miles de toneladas de petróleo en bruto en su tránsito hacia las refinerías de un país desarrollado.
Según la organización ecologista Greenpeace, unos cinco millones de toneladas de petróleo se derraman anualmente en los mares del mundo y sólo el 10% procede de accidentes de buques petrolíferos. El resto se origina en prospecciones petrolíferas en los océanos, en la carga y descarga de los buques y en operaciones de limpieza de los tanques. Unos 6.000 barcos petroleros navegan por aguas internacionales y, de ellos, sólo un tercio posee doble casco para evitar los derrames en caso de accidente
En los últimos 50 años se han producido más de 130 desastres por vertidos de petróleo. Aparte del grave accidente del petrolero Prestigue en aguas gallegas ya suficientemente analizado y comentado, en los últimos años se produjeron otros accidentes no menos graves del mencionado anteriormente que ocasionaron gravísimos daños para la flora y fauna marina.
Ave marina contaminada por el crudo del petróleo.
Veamos, en síntesis, algunos de los más graves accidentes analizados por Miguel Máiquez para el periódico 20 minutos.
El 20 de abril de 2010 se produce una explosión e incendio en una plataforma de la compañía petrolífera British Petroleum, en el Golfo de México a 75 kilómetros de la costa de Luisiana. Esta explosión causó 11 muertos y provocó una gran mancha que ha contaminado humedales en el Delta del Misisipi, donde viven 400 especies animales protegidas. Este derrame de miles de barriles de crudo es el mayor desastre ecológico de EE UU, que declaró la situación catástrofe nacional. Miles de personas (pescadores, principalmente) se vieron afectadas económicamente. Según estimaciones oficiales y de la propia compañía, el pozo vertió diariamente 800 toneladas de petróleo al mar, aunque otros expertos calculan que el vertido podría ser cinco veces mayor, de alrededor de 4 millones de litros de crudo diarios. BP logró, al fin, recoger unos 6.000 barriles (950.000 litros) del crudo vertido tras haber colocado una tapa con aberturas sobre el pozo.
El 26 de febrero de 2009 se vierten unos 14.000 barriles de crudo (2.226 toneladas) en el sector de Santa Rosa, a 100 kilómetros de Quito (Ecuador), al romperse un oleoducto a causa de “un fenómeno natural”. Aunque se controló la fuga, algunas manchas de petróleo contaminaron los ríos Santa Rosa y Quijos, afluentes del Coca.
En Corea del Sur, el 7 de diciembre de 2007 se produjo el choque con la grúa de un carguero surcoreano de 11.800 toneladas provoca tres agujeros en el casco del petrolero de Hong Kong Hebei Spirit, de 146.000 toneladas, perforando tres de sus cinco depósitos, que vertieron al mar más de 12.000 toneladas de crudo y causaron una marea negra que afectó a una amplia zona costera de Corea del Sur. Es el peor vertido de crudo en este país, que además contaminó su único parque natural marino.
Estos serían los accidentes más graves que se han producido en los últimos años pero no fueron los únicos. A esto cabe añadir la limpieza ilegal de las bodegas que realizan las personas que trabajan en el petrolero y vierten así miles de litros contaminados al mar.
Como todo el mundo sabe la contaminación marina (por vertido de petróleo, por plásticos o por radioactividad, que ya analicé en otros artículos) produce no solamente daños a la flora y fauna marina sino también a los seres humanos es decir, a nosotros mismos. Peces, moluscos y crustáceos absorben el agua del mar contaminada que retienen y almacenan en distintas partes de su organismo y que posteriormente consumiremos nosotros almacenando partículas tóxicas que pueden producir en nuestro organismo una serie de enfermedades más o menos graves.
El Programa de Acción Global recogido en el informe UNEP 2012, advierte de que, si la humanidad no cambia de inmediato sus hábitos, se puede llegar a sobrepasar umbrales críticos a partir de los cuales las funciones vitales del planeta pueden sufrir cambios bruscos e irreversibles. Los datos científicos muestran que se está empujando a los sistemas terrestres hacia sus límites biofísicos, que ya casi se han alcanzado y, en algunos casos, incluso superado: “Si seguimos por este camino, si no somos capaces de invertir y disociar las pautas actuales de producción y consumo de los recursos naturales, los gobiernos presidirán niveles de deterioro y degradación sin precedentes”, afirmó Achim Steiner, Secretario General Adjunto de las Naciones Unidas y Director Ejecutivo del PNUMA.
Un artículo muy ilustrativo de la situación de la “naturaleza” al día de hoy, como consecuencia de todos los desmanes de la mano del hombre a lo largo de siglos. Espero que sirva para que podamos tomar conciencia del futuro de nuestro planeta.
Gracias Benedicto.Muy buen artículo.
Estamos cavando la tumba de nuestras generaciones venideras.