La refinería fue establecida en 1915 y durante muchos años, Shell era el mayor empleador de la isla.

En 1985, Shell vendió su refinería a los antillanos por la suma simbólica de un florín, dejando atrás el daño ambiental enorme causado durante décadas. Las cláusulas contractuales que figuran exigidas por Shell estipulan la no responsabilidad por los pasivos ambientales. Curazao arrendó la refinería a Venezuela en 1985, quien ha asumido con limitaciones las reparaciones necesarias pero sin grandes inversiones.

Aparentemente hay 2 millones de toneladas de material tóxico (amianto, metales pesados, etc) en un lago de asfalto dentro de un área de 52 hectáreas. Los informes de investigación indican que la situación de salud de los residentes es tan grave que cada año por lo menos dieciocho personas mueren a causa de la contaminación.

Con cierta regularidad, las emisiones de la refinería Isla son tan altas, que las escuelas cercanas a la Isla tienen que estar cerradas. Según el documental, Shell se niega a hacer comentarios.

Curazao es la isla paraíso de muchos un folleto de vacaciones. Sus playas de arena blanca y mar turquesa, junto con un excelente buceo y un capital histórico catalogado como patrimonio de la UNESCO hacen un alto en muchos cruceros por el Caribe.

Pero hay una mancha en el paisaje de esta pequeña nación: una gran refinería de petróleo que se encuentra en el corazón de la isla en una bahía natural del agua profunda llamada Schottegat.

“El aire está contaminado y hay un terrible olor a azufre”, dice Edgar Leito quien estableció un grupo de campaña para protestar contra el uso continuo de la refinería.

Shell sabía lo que había puesto en el suelo. Se sabía sobre el lago de asfalto y de los problemas de agua subterránea debido a fugas de aceite. Los ambientalistas consideran que Shell había manejado de una manera criminal, mediante la transferencia de la contaminación a empresas que no cuentan con los recursos para el saneamiento de la zona.

 

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