Para proyectar los próximos doce meses que se avecinan, les propongo un juego. Cierren los ojos e imaginen cómo fueron los mejores años de sus vidas. El recuerdo les llevara a momentos especiales en los que vivieron sensaciones únicas y felices. Sería muy fácil desearles que la suma de todas ellas se dieran en su 2017. Sin embargo, es un recurso demasiado manido, porque es posible que a su imaginario ya le falten alguno de los componentes que le dieron notoriedad en su momento. Ya no somos los mismos; ni nuestros amores, ni nuestros deseos, ni nuestros objetivos.

Por tanto, me dirijo a ese ser nuevo que surgirá a primeros de año. Ese que tendrá que acarrear con los próximos 365 días del calendario y le deseo que aproveche de sus experiencias para hacerlo especial. Cada día, un logro: dibujar una sonrisa, disfrutar con un paisaje, leer un libro, escuchar una canción, apagar el televisor cuando aburre, saludar a un vecino, criticar al gobierno…

Me dirán que esto lo vienen haciendo habitualmente y yo les pido que lo disfruten, que le saquen el jugo a la vida. Sonrían más, incluso ensayando frente al espejo; lean ese libro y busquen esa frase que les aporta algo nuevo; escuchen la canción de su vida, aquella que les hizo felices; apaguen el televisor con placer, conscientes de que desprecian los programas miserables e inocuos; saluden al vecino amable con simpatía y también al otro porque le joderá un montón; critiquen al gobierno, a las eléctricas, a la banca, a las multinacionales y al sursum corda; no les va a servir de mucho, pero se quedaran tranquilos. Y amen, amen a todo lo bello, a lo que fueron y a lo que serán, a los sueños y a las realidades, a la libertad y, sobre todo, al atrevimiento. Porque es lo que les permitirá resistir los malos envites del año próximo, disfrutar de los buenos y conseguir los deseos. Cerrad los ojos, imaginad, y atreveros a ser mejores.