En los últimos cuatros años de gestión post Chávez, el sistema educativo venezolano ha atravesado un complejo problema sin precedente causado por la crisis alimentaria que se ha traducido en pupitres vacíos y centros educativos al punto de un cierre inminente. Esta realidad, no solo se ha reflejado en instituciones públicas, también las instituciones privadas están preocupadas ante la ausencia de estudiantes.
Mientras esta realidad tan peligrosa azota a los jóvenes en Venezuela, el Ministerio de Educación se niega a emitir cifras oficiales sobre la ausencia de los chicos en los planteles. Esta actitud gubernamental es producto de la política chavista dominante, que en todo busca un culpable, ‘’casualmente’’ imperial.
Madres que no tienen como mantener la dieta diaria de sus hijos y falta de dinero para transporte son las causas principales. Problemas que en consecuencia se traducen en pobreza intelectual y delincuencia, en el más terrible de los casos.
Hoy, esos niños que dejan las escuelas toman como alternativa ir a las calles a trabajar y pedir dinero en semáforos, restaurantes, centros comerciales para poder llevar alimento a sus hogares. Esto puede notarse en las principales ciudades como, Caracas, Valencia, Barquisimeto, Maracaibo y Maracay.
Una realidad latente para quienes soñamos y confiamos en las potencialidades de esta tierra, pero a su vez, un tema ignorado por quienes manejan los recursos nacionales.
Especialistas en materia educativa, expertos sociólogos y políticos han denunciado el problema del abandono de las aulas y lo han catalogado como el más grave de todos los conflictos sociales que en este momento vive el país. Según Juan Maragall, secretario de educación del estado Miranda, en entrevista concedida para un reconocido circuito radial expreso: “Es el problema social más grave que tiene el país porque la escuela es la gran niveladora social, si abandonas la escuela tu futuro está determinado por el presente de tu familia y normalmente quienes la abandonan son los más pobres”.
Por otra parte, la indiferencia de parte de los políticos de las dos tendencias imperantes en el país, es más que notoria. Parece ser que en medio de las numerosas dificultades, los actores políticos basan su trabajo en una guerra institucional que parece no tener fin y en una retórica populista propia del vicio político latinoamericano. Las propuestas de parte de entes gubernamentales para aminorar la situación son escasas y los recursos dispuestos para el sector educativo son insuficientes ante la inflación.
Sin embargo, ante todo este escenario es hora de que cada ciudadano venezolano, de la tendencia educativa, cultural y política que sea nos unamos para elevar la conciencia nacional en pro del futuro de esta nación suramericana, rica en recursos naturales y gente dispuesta a dejar atrás las calamidades.
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