No se necesita ser un lumbreras, ni parlamentario, ni alcalde, para saber que el político de Más País tenía más razón que un santo.
Las enfermedades mentales son un reto social para el que tenemos que estar preparados. Ya en junio de 2007 escribí un artículo en esta misma revista en el que comentaba extensamente el tema: https://www.otromundoesposible.net/el-siglo-de-la-locura/.
Ya por aquel entonces, los expertos siquiátricos daban por sentado de que el siglo XXI, sería el siglo de los problemas y disfunciones mentales. Se inició la centuria con el atentado terrorista a las Torres Gemelas de Nueva York del 11 de septiembre del 2001. A partir de entonces, nada sería igual. El temor a la inseguridad se instaló en la sociedad, no solo la norteamericana, sino en todas. A este siguieron otros como los de Madrid del 2004. Un goteo incesante que sigue aterrorizando al mundo.
La crisis económica de 2008, con pérdidas de empleo y de poder adquisitivo como no se habían visto desde el crack del 29, instaló en todos el temor a la miseria y al desamparo. La crisis financiera, donde la banca descubrió sus debilidades, la pagó el conjunto de la sociedad provocando más incertidumbre y más paro. La recisión mundial que siguió a las veleidades de bancos y banqueros, provocó fatales turbulencias en los mercados que, como siempre, pagaron los más débiles. Ahora nos ha llegado el drama del COVID19, lleno de aprensiones y angustias y que se traduce en un síncope económico de imprevisibles consecuencias.
Díganme ustedes si no es para perder la chaveta. Y cada vez tenemos menos recursos para huir de esta vorágine, los políticos se muestran incapaces de encontrar soluciones viables, la justicia es cada vez menos competente, las religiones menos convincentes y la esperanza cada vez más ausente.
Hemos perdido el presente, no solo las circunstancias nos robaron el mes de marzo, también el pasado año y este no tiene mejor pinta. No hay vacunas suficientes, tampoco trabajo, los salarios son de mierda y tenemos miedo de salir a retirar la pensión del cajero automático, si es que las comisiones bancarias no han perpetrado el atraco antes que el delincuente de turno. Sube el gas y la electricidad, mientras nos recomiendan estar el máximo de tiempo posible confinados en casa o encerrados en nuestra provincia. ¿De verdad creen que Errejón no tenía razón en sus palabras al proponer al Parlamento una atención de forma rápida y universal?
La mayor prueba de lo que digo es el grito desesperado de la mente de Carmelo Romero, que no pudo sufrir verse supuestamente reflejado en las palabras de Íñigo. ¿Qué miedos le acosan?¿Qué presión soporta?¿Qué contradicciones sufre?
Estamos en el siglo de los tranquilizantes, de los miedos virtuales, de las conciencias disipadas. Tal vez hayamos perdido el presente, rodeados de turbaciones y de miedos, pero nos queda el futuro. Saldremos de esta.
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