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Del artículo de K F he destacado este párrafo:
“Debido a que resilvestrear conlleva varios años de recuperación de las dinámicas reproductivas que van desde biointercambios invisibles para el ojo humano, hasta la recomposición de hábitats de mamíferos grandes y temibles que llegan advirtiendo que podrían encontrar alimento y familia, pasando por aves y murciélagos que se instalan en los árboles; es complicado para la naturaleza resilvestrearse sola en áreas de acostumbrada actividad humana y por eso la primera acción es señalar límites y declarar su protección, además de conectar tareas colaborativas desde las ciudades, empezando por políticas serias, normativa socializada y hábitos resilvestreadores de cada habitante urbano”
“Resilvestrear” debiera considerarse un neologismo, palabra nueva, palabra para buscar/encontrar[1].
Lo silvestre dice m/m de lo salvaje, del campo, de Naturaleza –entendiendo que cada una de esas palabras refiere un dualismo de ser humano y el universo/lo otro. Asì, salvaje se entiende si entendemos, por ejemplo, civilizado; campo si ciudad/urbano, Naturaleza si Cultura.
Cuando se usa el prefijo “re” pareciera que se buscan dos tipos de significaciones: re como repetición, y re como reflejo –para un re del “sì mismo”. ¿Cómo operaría en el artículo de K F? Más bien en la repetición, en cuanto se tratarìa de un “volver a hacer silvestre”
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Este “volver” dice movimiento/agencia –no pasividad/reflejo. Ademàs, tiempo. Por eso K F escribe: “conlleva varios años”. No se trata de instantaneidad. Es “proceso”, decimos. Y la repetición ocurre tres veces: en resilvestrear, en “recuperación”, y en “reproductivas”:
“conlleva varios años de recuperación
de las dinámicas reproductivas…”
Y hay un cuarto: “recomposición”.
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La terminología ecològica aparece como derivación de lenguajes de ciencias modernas. Caracterìstas de ellas son la racionalidad y el objetivismo: objetos de observación, tratados con definiciones razonadas. Asì estas:
“dinámicas reproductivas que van desde biointercambios
invisibles para el ojo humano, hasta la recomposición
de hábitats de mamíferos grandes”
Se nota la evidencia de la biología –biointercambios, hábitats, mamìferos-, y, en este caso, la racionalidad pareciera ocurre mayormente al comprender la “dinámica”, la “reproducciòn”, los “intercambios”. Todo està en movimiento: la reproducción es movimiento; los intercambios, las recomposiciones. El interés (o el valor) parece puesto en ello.
¿Què o quièn se mueve? Todo. Los “seres” naturales, como los mamíferos –“encuentran alimento”, que “se instalan en los àrboles”. Y los “seres” humanos, que miran (“ojo humano”), que son explícitamente activos (“áreas ed acostumbrada actividad humana”), y muy urbanos (“tareas colaborativas”, “norma socializada”).
Y, ante todo, el asunto de los lìmites:
“la primera acción es señalar límites y declarar su protección”
Lìmites, aparentemente, solo ponemos los humanos. Por eso, aquí, los lìmites se “señalan”; alguien los pone allì donde, naturalmente, no hay.
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Ahora, lo màs importante –para mí. Segùn K F, hay dos resilvestrear: el que hacemos los humanos y el que hace la Naturaleza.
Se entiende el humano: hemos modificado lo silvestre-natural, y ahora lo re-modificamos para regresarlo a su momente anterior a la agencia humana.
No comprendo bien el resilvestrear de la naturaleza. Y se trata de un “resilvestrearse sola” –lo que parece querer decir: la naturaleza recupera lo urbanizado (“urbe” como modelo de lo humano). Si la Naturaleza equivale a lo natural-anterior, ella nunca se ha de/silvestreado.
Además, el, llamemos, “proceso natural” consistiría en Naturaleza que se naturaliza constantemente –y por ello lo urbano abandonado por lo humano, se reintegra.
Lo que quisiera hacer notar resultaría, entonces, son dos “movimientos”: uno activo-pasivo (constante, cíclico, evolutivo, decimos nosotr@s), que para lo humano sucede “ante él”: la Naturaleza continua, las “fuerzas inmanentes” de universo. Y uno que aquí resulta fundamentalmente activo: el del “ser” humano moderno –que una vez perturba, y otra vez corrige.
Re, entonces, como el giro de l@s modern@s “sobre-sì-mism@s”. Los ecologistas o medioambientalistas en la voluntad de “avanzar-retrocediendo”.
Y la naturaleza “sin-palabras” –haciendo lo suyo.
Aquí habría un asunto con las proporciones –qu’ es otra manera de decir los límites, las limitaciones. En lo humano-moderno, la urbe y l@s gentes de este re. Mientras la naturaleza…
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Al parecer, la palabra “límite” requiere de lo ilimitado. Antes de estas palabras, nada habría ni de limitado ni de ilimitado, ni de exceso ni de control.
Y, pues, dos movimientos –como modelación de una dualidad, llamémosla, “no-dualista”, en el sentido de no-impositiva, sin-poder: el movimiento “ambientalista” y el movimiento “naturalista”.
En lo que se conoce como “historia del arte moderno” –de todo el arte en Europa que se separa de la cristiandad anterior-, hay una dualidad notable: aquella de “lo clásico y lo barroco”. Por clásico se entiende una relación cercana de lo bello y lo ordenado; por barroco una cercanía de lo bello y el desorden.
“Barroco” parece venir del portugués (asunto que nos puede llamar la atención, siendo el reino de Portugal una periferia de Europa). Llamarían “barroca” una perla con deformidades. La “perla” dice la belleza perfecta, el Valor. Cuando una de ellas, en la concha, se muestra, no circular-esférica sino “con arrugas-granulenta”, los pescadores la llaman barroca.
En cambio, con lo clásico “es-la-perla-en-sí”. Así, cualquier deformidad encuentra su arreglo o solución. Toda perla puede tener un aspecto barroco (el color notablemente), lo humano clásico “<busca>-resolver-el-problema”.
Por eso el ambientalismo como disposición afectiva[2] quiere arreglar los notables problemas de la contaminación en el planeta Tierra. Resulta una acción-reacción. Asumiría la disposición clásica de “solucionar-problemas” –o sea, de/formidades, errores, fealdades, imperfecciones.
Esto que hemos llamado naturalismo simplemente encuentra que hay aquí muchas fuerzas o agencias o intenciones jugando-operando. Se encuentra con la Naturaleza como exceso, y, más importante talvez, con lo humano como éxtasis.
Por “Naturaleza” digo el volcán “destruyendo” un hermoso valle en una erupción tipo “alerta-roja”. Por “Cultura” digo el esfuerzo humano por “llegar-siempre-un-poco-màs-allá”.
La Naturaleza ni “es” tranquila ni furiosa, pero los humanos sì. Y siempre.
[1] Diccionario RAE: “Aviso: La palabra silvestrear no está en el Diccionario”.
[2] En la “disposición afectiva” – Stimmung de M. Heidegger.
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