De hecho, muchas organizaciones como Greenpeace, les hemos denominado “agrocombustibles” porque de “bio” no tienen nada.

Los “agrocombustibles” usan cultivos agrícolas (aceite de palma, caña de azúcar, colza, soja, etc), así como materia orgánica agroindustrial o desechos orgánicos para generar fuentes de energía para los motores de los vehículos. Hasta aquí, todo suena bastante sostenible.

Sin embargo, para generar estos agrocombustibles se deforestan grandísimas cantidades de bosque primario, desplazando a las comunidades que dependen del bosque, destruyendo el hábitat de especies en peligro de extinción y generando problemas sociales como el acaparamiento de tierras. Las tierras se dedican a grandes extensiones de cultivos para alimentar al transporte y no a las personas, con la consecuente volatilidad de precios de alimentos básicos como el maíz.

Los “agrocombustibles” nacieron para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, pero no han cumplido y están empeorando la situación. Es el caso de los bosques primarios de Indonesia, tercer país emisor de gases de efecto invernadero por deforestación. Deforestación que se produce para plantar inmensas cantidades de aceite de palma que van a parar a los depósitos de los coches. Las selvas de Indonesia y las turberas dejan de ser sumideros de carbono para sumar al calentamiento global, convirtiendo a esta fuente de energía en un despropósito. Si se incluyeran las emisiones producidas por la deforestación, lo que se denomina ILUC, el balance sería nefasto. Algo que no se aprobó en la votación de ayer.

En septiembre, los eurodiputados tenían la oportunidad de limitar el uso de los agrocombustibles para el transporte en la Unión Europea. Y no la aprovecharon. Para alcanzar el objetivo del 10% de biocombustibles para el sector transporte en 2020, se quería limitar el uso de estos agrocombustibles de primera generación, los que proceden de cultivos. La Comisión Europea sugería que para alcanzar ese 10 % solo se pudiese utilizar un 5 % de agrocombustibles, mientras que el restante 5 % debería conseguirse mediante biocombustibles de segunda generación (residuos, algas, etc)  y electricidad de origen renovable. Pero los eurodiputados votaron por elevar hasta el 6% la cantidad de energía procedente de cultivos. Mala señal.

Seguiremos pidiendo a los países de la UE que detengan la expansión del cultivo de agrocombustibles, así como que se incluya en la huella de carbono las emisiones producidas por transformar un bosque en una macro-plantación industrial.

Debe detenerse el apoyo económico a estos agrocombustibles ya que existen soluciones reales para un transporte más sostenible, como seguir invirtiendo y apoyando la eficiencia energética para reducir el consumo de energía en el transporte, fomentar la movilidad verde en las ciudades, apoyar el transporte, coches y trenes, que funcionan con electricidad de origen renovable.

Mónica Parrilla (@MonicaParrill), campaña de Bosques de Greenpeace

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