La lacra de la corrupción existe tanto en países desarrollados como en países subdesarrollados. Pero en los países subdesarrollados el fenómeno está alarmantemente extendido y forma parte de la cultura económica de los mismos. El ejército, las aduanas, la policía, la justicia, las administraciones fiscales, la inspección de trabajo, etc., están frecuentemente afectados por este mal. La pequeña corrupción administrativa está presente de tal forma que no existe otro camino para los actores económicos que pasar por ese peaje. Lo peor es que la corrupción envenena también los programas específicos de desarrollo tales como la ayuda internacional, el apoyo a la reforma agraria, o la lucha contra la pobreza.