Son 70 familias que conformaban un pueblo pequeño y precioso en plena selva que tiene un manejo agroforestal de nivel familiar donde se cultiva cítricos, papaya, palta, maíz, arroz, plátano, yuca, walusa, café, caña, coco y principalmente el cacao de origen que tanto encanta al mundo entero. Como tiene clima tropical, la cantidad y variedad de alimentos que es capaz de otorgarle al país es amplia y biodiversa, tanto que solo con vivir ahí ya se puede considerar millonario cualquier ser humano.

En Bolivia se encuentran más de tres mil comunidades exuberantes como Trapicheponte, solo en la región tropical del norte del país que comprende los departamentos de La Paz, Pando y Beni, que ha sido cada vez más visibilizada, estudiada y fotografiada por los científicos que la registraron entre las 5 regiones más ricas en biodiversidad del planeta, pulmón importante para sostener y garantizar el agua para las tierras altas de altiplano y cumbre nevada.

Viviendas dañadas en Trapicheponte. Foto Sandro Villanueva.

El año 2018, Trapicheponte y comunidades vecinas asentadas a orillas del río sufrieron una inundación y perdieron por lo menos la mitad de las casas. Al año siguiente que el país entraba en elecciones nacionales, bajo el Programa Nacional de Vivienda Social se promovió de manera acelerada la construcción de casas para todas las comunidades rurales, a un ritmo sin precedentes que exigía una contraparte de cada familia beneficiaria consistente en mano de obra y materiales del lugar como arena, piedra, madera, además de las herramientas. Como es de suponer, en este programa se inscribieron también las familias lecas que recibieron una fuerte presión para presentar sus casas nuevas antes de las elecciones. Esta dinámica tan rápida no se dio tiempo para hacer una planificación profesional que debería empezar por recomendar terrenos lejos de la rivera, por ejemplo, así que las casas se construyeron en los mismos lugares donde ocurrió el desastre en años anteriores. La consecuencia se puede apreciar en la siguiente fotografía, solo cuatro años después, en noviembre de 2023, la crecida del río se llevó las casas.

Pero hay factores adicionales que colaboraron con incrementar la vulnerabilidad de las construcciones y fueron la intervención con maquinaria pesada en el río durante todo el año 2023 para buscar oro, con la actuación de cooperativas mineras y comunarios originarios, ante la oposición de la mitad de la población que denunciaba esta actividad pero que nunca encontró una aplicación gubernamental de las leyes de protección de la naturaleza, de prevención de desastres, de cuidado de las zonas de producción alimentaria, de protección del agua ante la contaminación con mercurio que utiliza la minería, etc.

Rememorando un poco lo anunciado en los noticieros de los últimos 4 meses tenemos semanas enteras de tristes noticias de los incendios de varias regiones amazónicas, parques protegidos, millones de animales incinerados, selvas enteras desaparecidas, horror y desesperación de pueblos indígenas y marchas de activistas en las ciudades. Pero a mediados de noviembre empiezan algunas tenues lluvias que incrementan los caudales y los ríos crecen para inundar con mas fuerza gracias a la remoción de tierras por los mineros. Es difícil procesar en la cabeza la cadena de desastres ocasionados por la humanidad: incendios, minería, inundación.

A mayor avance de la tecnología y la ciencia, menor capacidad humana para prevenir catástrofes. No hay mucho más que decir sobre la capacidad de solución, solo describir los acontecimientos, registrar las pérdidas y que la historia organice, caracterice y categorice el perfil de este Antropoceno, empezando por la vergüenza que nos invade a la hora de mirar a los ojos a las nuevas generaciones de todas las especies y no poder dar explicaciones, ni prometerles un futuro mejor cuando lo que hacemos es destruir su presente, así no hay cara para decirles laiss werajia a la nada.