Los cielos republicanos son rojos, amarillos y morados. Sus horizontes son de justicia y de libertad; una democracia de trabajadores de toda clase. Los infiernos reaccionarios son para oportunistas y están reñidos con la igualdad entre los ciudadanos, entre los sexos y con las oportunidades. La libertad, para la reacción, es sólo condicional y la justicia ciega… pero sólo del ojo izquierdo.

Los cielos republicanos están llenos de metáforas y utopías que deben irse cumpliendo, sin pausa, en las alboradas de los poderes del Pueblo. Las cavernas de los inmovilistas están llenas de mentiras y de traiciones, los cavernícolas más moderados hablan de servir al Pueblo… pero sin contar con el Pueblo, los trogloditas más salvajes aman las dictaduras y las represiones y lo que opine la gente les trae sin cuidado.

Bajo un cielo republicano pasean mujeres y hombres igualados por los mismos derechos y obligaciones. En los avernos de los más rancios se les prohíbe a ellas hasta disponer de su cuerpo y se les anima a ellos a tratar a las mujeres como objetos.

En los amaneceres republicanos se vota a los jefes de estado y se deja al albedrío individual las creencias, religiones y normas de fe. En los atardeceres más conservadores se impone aquello de: Dios, nacionalismo rancio y rey.

En el crepúsculo de una vida republicana se tiene derecho a morir con dignidad, incluso en las cunetas. En las grutas de la intolerancia se puede rezar y pedir que el sufrimiento acabe pronto o que la familia tenga la suficiente influencia e hipocresía para que desenchufen pronto y llorar por lo que tienen que pagar de trasmisiones patrimoniales.

Los cielos republicanos están por venir, tendremos paciencia; la tenemos desde el 78. Pero seguro que si ganan los intolerantes, los cavernícolas y los trogloditas, la cosa se retrasará. Usted amable lector y lectora tiene poder y responsabilidad para decidir en qué cielo o en qué infierno decide vivir.