UNA CACERÍA SALVAJE

En la bahía de Taiji los pescadores rodean a los delfines, los obligan a varar y los matan con hachas, garfios  y machetes, con lo que los animales mueren lentamente y en una gran agonía. De esta cacería no se salva ninguno, ni crías ni hembras preñadas tienen oportunidad de sobrevivir.

La finalidad de este hecho es la obtención de carne para el consumo humano, o bien la captura de unos pocos ejemplares vivos, “los más agraciados”, para su venta a zoológicos y acuarios.

En Japón se cazan, anualmente, unos 20.000 delfines.

Es una práctica similar a la matanza de focas que se produce en Canadá o a la caza de ballenas de Japón, pero menos conocida. Sin embargo, un documental impulsado por el activista Ric O’Barry y dirigido por Louie Psihoyos, ha logrado que se conozca este atentado contra el medio ambiente. Se trata del documental “The Cove”.

“THE COVE”: EL DOCUMENTAL

Muestra la investigación llevada a cabo en Taiji por un equipo de la organización conservacionista Save Japan Dolphins. En 2010 ganó el Oscar al mejor documental.

Equipados con cámaras ocultas, los activistas consiguieron grabar la caza de delfines y documentar el lucrativo negocio que representa el tráfico de cetáceos. Los mejores ejemplares son vendidos  por unos 115.000€ a los acuarios y zoológicos de todo el mundo, donde son explotados. La carne de los demás, que contiene un elevado nivel de mercurio y otros elementos tóxicos, se vende en los supermercados de Japón.

La matanza está protegida por la policía y las autoridades japonesas, que tratan de impedir cualquier acceso al conocimiento de las crueles y sangrientas artes de pesca.

QUÉ DEFIENDEN LOS PESCADORES/QUÉ DEFIENDE LA CIENCIA

Los pescadores defienden su práctica como una costumbre local y argumentan un punto importante: es un animal como cualquier otro que se consume como carne. El argumento choca brutalmente con los grupos ambientalistas. No obstante, hay un factor que lo cambia todo. La Asociación Americana para el Avance de la Ciencia (AAAS), en Vancouver, Canadá, solicitó que los delfines y las ballenas sean declarados como “personas no humanas”, dadas las similitudes existentes entre el cerebro humano y el de estas especies.

La cultura es piedra angular de las sociedades y del respeto  a esas costumbres depende la diversidad de los pueblos del mundo, pero cuando daña puede empezar a ser juzgada. Por este motivo, debemos decir basta a la matanza de los delfines en Japón.