Exordio
¿Què quiere la etnología/antropología sino “comprender”? Y, ademàs, ¿comprenderse en esos intentos de comprensiòn (de lo alterno como de sì misma, bajo el sol) que la apasionan?
1. Queremos intentar avanzar hacia ciertas comprensiones de lo andino antiguo –en sus inicios de desenvolvimientos aimaras y Tiwanaku–, en un trabajo enorme, pues creo reconoce, desde ya, nuestra condición occidental y moderna, y realiza por ello la perspectiva de los inicios y desenvolvimientos nuestros (al menos como occidentales y modernos latinoamericanos), estudiando/meditando casi en paralelo, junto con lo andino antigua, lo griego antiguo –-como tiempo y lugar de los inicios del logos (“razón”) filosofante, dentro de ese arco de “tiempos, culturas e individuos” que intentamos comprender con la frase: “las transiciones del mythos al logos”.
2. Lo que sabemos o podemos saber (y meditar) de aquellas “vírgenes del sol”, especialmente para el período del llamado imperio Inka, pareciera teñido por nuestras propias vacilaciones entre mythos y logos.
De entrada mencionemos al antropólogo Claude Levy-Strauss quien, en esa obra grande llamada “Estructuras elementales del parentesco” (1949), señala el “intercambio de mujeres” como una forma elemental de la vida comunitaria. Las mujeres como “signos en cuerpos” siendo distribuidas, por ciertos hombres, entre los grupos humanos –y portando, ellas, el sentido de la constitución de identidades y diferencias en lo humano fundamental
Que asì como nos parece obvio hoy –“aquì y ahora” (como si entendiéramos esta frase)–, usar palabras para los intercambios de sentido, al parecer esos antiguos pueblos de aquellas tierras altiplánicas también “hablaban” entre sì movilizando cuerpos de mujeres entre comunidades y familias, entre zonas geográficas y “estamentos” sociales.
3. Està claro que Levy-Strauss es europeo y antropólogo. Incluso sabemos que pensó primero en hacer filosofía, pero los discursos filosóficos le parecieron, cuando joven, “frìos y abstractos” –-carentes de la existencia humana hecha de sangre y risas. Y, se dice que decía, no quiso llegar a convertirse en un académico que solamente hablaba de lo humano (hablando desde cierto logos), y “comprendìa” en los ahora llamados “papers”, publicados en revistas “especializadas” que, aparentemente, todo comprenden y casi nadie hoy lee (ni entre colegas, muchas veces).
Asì, Levy-Strauss se fue al Amazonas para realizar sus experiencias existenciales y cientìficas, y a comenzar a construir lo que hoy, partiendo desde la ciencia etnológica (es decir, hecha de logos), tiene un contenido filosófico eminente.
Viajò pues, no màs un egresado juvenil, no a la Academia de Platòn ni al Liceo de Aristòteles (ni, claro, a una facultad en una sede de la Sorbonne de Parìs), sino, en un buque de los llamados entonces “trasatlánticos” (no en un Boeing 747 posmoderno), a afincarse, cual nómade de los llanos amazónicos, con los nambikwara y los bororo –en alguna rivera de un curso de agua elemental en aquella planicie. Incluso sintiéndose, a veces, el primer occidental que con ellos topaba en un claro de selva.
4. Es que los relatos acerca de ciertas “vírgenes del sol” entre los pueblos del altiplano andino –y hasta las costas de Tarapacà–, se chocan y conflictúan contra los discursos actuales –repitamos: occidentales, modernos (y latinoamericanos)–, de la “condición libre” de las mujeres.
Mujeres ellas, esas “vírgenes”, dichas para su regalo entre grupos liderados por hombres, o preparadas ceremonialmente para su muerte sacrificial, por ejemplo, al Inti-sol.
Hombres y mujeres que no conocían el logos –o estas ritualidades que hemos practicado desde esa Grecia con el nombre de “discursos de la razón”. Pueblos que sabían/practicaban otras cosas. Muchas de las cuales nos son imposibles de realizar en eso que nosotros intentamos como “el comprender” (en palabras) -–y muchas otras que han des-aparecido.
Que sabían “hablar por el regalo de mujeres”; que sabían “elegir las niñas para estas elegidas del sol”; que sabían “matarlas ritualmente en mayor beneficio de la comunidad toda”. Todas ellas, probablemente, lenguas extremadamente complejas de comprender (si acaso el punto es ese “comprender”).
5. Al parecer, los europeos conquistadores en los tiempos signados como “siglo XV”, fueron los primeros de por acà en no entender de què se trataba. Desde ya que alguno hablara de “vírgenes” parecía apresurado: estas mujeres nunca fueron las “monjas” cristianas con las cuales, paternalistamente, se las quizo, a ratos, identificar.
Al parecer, pero nada sabemos de cierto (no hay o es al parecer imposible una “ciencia” y hasta una “filosofía” de las culturas de Tiwanaku y aymara), ciertas prácticas sexuales eran, a veces, estimuladas entre ellas. Y, además, muchas debìan resultar “buenas y magnìficas esposas” -–lo que significaba que debían ser diestras en saberes y rituales.
De pronto se me aparece la forma “geisha” como màs (o menos) adecuada a estas “vírgenes” –-o, en la palabra todavía más adecuada, las aclla o habitantes de los aclla (templos de la luna). Pues la figura “geisha” corresponde a un cierto “femenino ideal”; nunca a una “mujer para el placer del macho” –-aun cuando en esa idealidad ese placer esté contenido (pero muy erotizado en el sentido de mediado, semidesnudo).
6. Levy-Strauss llegó a formular sus teorías llamadas “estructuralistas” de la etnología, al modo de ciertas fórmulas que podríamos llamar logicistas de los lenguajes humanos. Es decir, como ciertas “ecuaciones” sobre la base de dualidades. Por ejemplo (un ejemplo devenido en cierto modo arquetípico de la cultura moderna), en las dualidades de “lo crudo y lo cocido”. Digo: arquetípico en el sentido en que deriva en usos otros un poco lejanos de la etnología como al teatro y la dramaturgia de fines del siglo XX y en Chile.
Asì Marco Antonio de la Parra titula : “Lo crudo, lo cocido y lo podrido” una obra de teatro que fue montada y recorriò los escenarios chilenos y, después,, del mundo. Aunque esta creación se aleja de nuestras meditaciones, pues sus devaneos ocurren en ámbitos que algunos llaman “teatro del absurdo” contemporáneo.
Pero, al parecer, de la Parra, utiliza la popularidad de la antropología estructural para dar mayores honduras a sus propos mensajes
En cambio, Levy-Strauss permanece en los ejercicios lógicos de los dualismos como modo de comprender el surgimiento del “sentido” y sus dinámicas. “Estructura” significa aquí, màs o menos, movimientos del pensar en los lìmites de lo uno y su opuesto. O movimientos de lo hecho opuesto como manera de ordenar los flujos de las energías del pensar.
Algo adquiere “sentido” allì donde lo positivo se opone a lo negativo, allì donde un matrimonio permitido se representa respecto de un matrimonio prohibido.. donde una mujer es esposa y no tía, allì donde un sonido vocal no es otro sonido. “Pensar” viene a resultar del movimiento entre lo estimulado/valorado y lo rechazado/despreciado.
Como se podrá advertir, Levy-Strauss, tan inquieto en su juventud por lo “frìo y abstracto” de la filosofía (racionalista), terminó elaborando teorías tremendamente “frìas y abstractas” de la experiencia humana.
7. Ahora bien, hay un elemento poco dualista en los movimientos “del sentido” especialmente en la lengua aymara.. En ella no opera de modo dominante la lógica dualista que nos creò y heredò Aristòteles. Al dualismo aristotélico de “ser y no-ser”, de “verdad y falsedad”, de “esto y su opuesto”, lo aymara, aparentemente, opera un tercero que refiere los anteriores y propone otros movimientos “del sentido”. Que, entonces, genera otros pensamientos; màs bien otra cosa que este pensar obvio moderno de dualismos metafísicos (el mismo que ustedes leen en esta comunicación).
La llamada (algo precipitadamente) lógica trivalente andina (pues no es precisamente una “lógica”), conoce tres. Asì, por ejemplo –y dicho en lengua occidental–, “el ser, el no-ser y el puede-no-ser”. O “el si, el no y el quizá”. O “el verdad, la falsedad y lo (im)posible”…
Lo crucial de lo trivalente es que los tres términos son siempre valentes. Si la verdad y la falsedad valen –y nos permiten a los occidentales eso que llamamos: discernir–, ahora lo (im)posible también. O sea, el tercero (este puede-no-ser, quizá, <im>posible), no posee ningún sentido como de ambigüedad o confusión. El quizá resulta tan determinante como el par, tan “claro y distinto” para nosotros, de la diferencia entre “lo verdadero y lo falso”.
Trataremos màs de esta trivalencia más adelante…
8. Esta circunstancia de la diferencia entre dualismo y trivalencia, creemos, nos advierte de còmo deberíamos acercarnos a los llamados “mitos de las vírgenes del sol”.
Ellas no son “ni vírgenes ni putas”, ni “mujeres públicas o privadas”, ni “morales o inmorales”, ni “divinas o profanas”. Ni “libres o sometidas”. Esta “virginidad” dice otras cosas –-que, probablemente, no es ninguna cosa que nosotros pensamos con la palabra “virgen”. De ellas continuaremos hablando.
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