Tengo 35 años y vivo con mi madre en una casa de madera rodeada por una huerta, que nos da productos básicos, y unas pocas hectáreas de caña de azúcar. Durante la cosecha contrato a jornaleros para que corten la caña, les pago un poco más que el resto de vecinos para que lo hagan como a mí me gusta. Es un trabajo duro. De mi papá aprendí a pedirles cómo quería que hiciesen las cosas. Me decía que es muy importante cómo tratas a la gente, el respeto mutuo. A muchos varones no les gusta que las mujeres hagan trabajos en la finca. Unos te dicen: la mujer está para cocinar, para barrer y lavar ropa. Pero a mí me gusta el fútbol y practicar volei. Yo les pedía a los hombres: ¿Puedo jugar con ustedes? Y me decían: No, eres mujer y no puedes jugar al volei ni hacer el trabajo en la finca. Creo que tienen miedo de perder esa autoridad, de que las mujeres también puedan manejarse solas. Pero yo no tengo problema porque estoy sola y trabajo, y eso lo aceptan. Y en la cooperativa, el trato entre varones y mujeres es igual, hay otras socias.

 

Como Alba, 1700 personas, todas ellas productoras de pequeñas fincas situadas en el departamento de Arroyos y Esteros, en Paraguay, han visto cómo sus vidas han cambiado. Ahora disponen de ingresos y formación regulares, que les permiten mejorar sus condiciones de vida, cultivar sus propios productos y participar de manera activa en su comunidad. Oxfam Intermón vende el azúcar de Manduvirá en sus tiendas de comercio justo.

A diferencia de otras zonas del país, Arroyos y Esteros está basado en la propiedad minifundista, y eso contribuye a mantenerlo alejado de los conflictos que está viviendo buena parte del país, relacionados con la reinvindicación de la tierra. Actualmente Paraguay vive la cruel paradoja de que produce alimentos para 50 millones de personas pero 1 millón 300.000 pasa hambre. La experiencia de esta cooperativa demuestra que es posible un modelo rural que apoye a los pequeños productores y que sea sostenible, eficiente y rentable.

LO QUE HAY DETRÁS DEL AZÚCAR

En los países industrializados consumimos unos 30 kilos por persona y año: el azúcar está presente en el pan, los lácteos y muchos productos elaborados. Actualmente, desde la salsa de tomate hasta los embutidos contienen azúcar, lo de menos es la cucharita del café por la mañana. En 2011 se produjeron 168 millones de toneladas de azúcar en todo el mundo, de las que el 80% procede del cultivo de caña, una planta de clima tropical que cada vez se está destinando más a producir biocombustibles.

En un planeta donde 1000 millones de personas pasan hambre, destinar productos de alimentación para dar de comer a los automóviles genera controversia. En países como Paraguay, primer exportador del mundo de azúcar orgánico, a este hecho se suma al boom de la soja, un producto que se destina íntegramente a la exportación para alimentar al ganado europeo y chino y para producir biocombustibles. La lucha por la tierra se está convirtiendo en un grave conflicto social y económico con consecuencias extremas como la expulsión de campesinos, que emigran a las ciudades o a otros países, como España. El de Paraguay es un caso que, con diferencias, ocurre también en Guatemala, Brasil y Camboya, entre otros países.

oxfamintermon.org