En la aldea de Soadingana, en Madagascar, hay dos escuelas. Una, pertenece a la comunidad, la otra, es una casa particular cedida para utilizarse como escuela. El dueño, Dada, la ha puesto a disposición para que los niños y niñas puedan estudiar.
Menja vive en esa aldea. Tiene 5 hijos y los envía a la escuela porque quiere que aprendan y que lleguen a ser profesores o médicos. “Yo no sé leer ni escribir y me gustaría que ellos aprendieran y enseñaran a otros”. Su sueño es que la escuela crezca, para que los niños y las niñas puedan seguir aprendiendo, cantando, bailando y jugando.
Pero este sueño puede no hacerse realidad. Estos menores que viven en Soadingana están expuestos a los riesgos del cambio climático. La aldea está aislada y en un entorno que se está degradando debido a la sequía provocada por El Niño y que se calcula que para 2017 dejará a más de 1,4 millones de personas en riesgo de inseguridad alimentaria en Madagascar.
En Soadingana se empiezan a notar los efectos: hay pobreza y problemas de alimentación. Actualmente la escuela acoge a 60 niños y niñas, pero son meses difíciles porque las reservas de la cosecha anterior se han agotado y algunos no van a la escuela porque están cansados o enfermos. Parece que el desierto avanza y se impone, puede incluso que en algunos años, esta zona sea inhabitable y los locales tengan que desplazarse a otras zonas convirtiéndose en desplazados climáticos.
Con motivo del Día Internacional de los Derechos de la Infancia, que se conmemora hoy 20 de noviembre, queremos llamar la atención sobre los efectos que el cambio climático puede tener sobre el derecho a la educación y sobre el poder de la educación para combatir el deterioro medio ambiental. En el mundo hay 160 millones de niños y niñas que viven en áreas de sequías severas o muy severas y 530 millones de niños y niñas que viven en zonas de alto riesgo de inundaciones. Muchas veces se ven obligadas a desplazarse. A principios de siglo había 25 millones de refugiados medioambientales y se calcula que en los próximos 50 años, entre 250 millones y 1.000 millones de personas se verán obligadas a abandonar sus hogares.
Menja quiere educación para sus hijos, pero es imposible disociar el acceso a la escuela del contexto donde se vive. El derecho a la educación se ve cuestionado. Es evidente, por lo tanto, que un entorno apropiado, en el que niños, niñas y jóvenes tengan una nutrición adecuada, acceso a agua potable y saneamiento y disfruten de unas condiciones básicas de bienestar influye de manera positiva en el acceso a la escuela. Por el contrario, el deterioro medioambiental y los fenómenos meteorológicos adversos obstaculizan o impiden el derecho a la educación, sobre todo de los colectivos más vulnerables.
Hoy, según la UNESCO, más de 75 millones de niñas, niños y jóvenes en todo el planeta han visto cómo su educación ha quedado interrumpida o destruida por situaciones de emergencia y crisis prolongadas, muchas de las cuales se han visto agravadas por problemas climáticos. En Etiopía, por ejemplo, cerca de 6 millones de niños y niñas han visto afectada su educación por la sequía.
La educación es fundamental para un planeta sano, y un planeta sano es fundamental para que se cumpla el derecho a la educación. La educación es una herramienta para la prevención, la adaptación y la mitigación en casos de desastres ya que capacita a las personas para gestionar mejor los recursos de la Tierra: aumenta conocimientos y fomenta cambios de actitudes que posibilitan que la ciudadanía asuma estilos de vida respetuosos con su hábitat.
Organizaciones y movimientos sociales han contribuido a la concienciación sobre la importancia del cuidado del medioambiente y a que este tema se coloque en la agenda internacional. Hoy en día contamos con un importante marco de referencia como es la Agenda 2030, un acuerdo universal para los próximos 15 años que compromete a todos los Estados a tomar las medidas necesarias para garantizar el cumplimiento de los derechos humanos, como es el derecho a la educación, la convivencia pacífica y la sostenibilidad del planeta. Además, durante esta semana se está celebrando la 22ª Conferencia de las Partes de la Convención de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP22) en Marrakech de la que se espera que la comunidad internacional apruebe los marcos de políticas nacionales para hacer avanzar la acción climática como siguiente paso al Acuerdo de París.
El papel de la educación en la respuesta al cambio climático se recoge claramente en este Acuerdo. La COP22 brinda la oportunidad de asegurarnos que la educación para el cambio climático se pone en práctica.
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