Sin embargo la apuesta era más un deseo que una realidad.
El partido conservador español actualmente en el gobierno, tiene un origen que se aproxima más a la derecha histórica que a la más evolucionada y centrista, y no es que no se supiera, es que nos quisimos tapar los ojos soñando lo imposible.
Se presentaron a las elecciones con un programa moderado que evitase el recelo o miedo para la mayoría de los votantes, y lo han incumplido básicamente en su totalidad, aportando como explicación que es la única opción posible, y que el malestar ciudadano se debe a un fallo a la hora de explicar las medidas que se toman. En realidad, en lo más íntimo, este partido no parece asumir que haya que explicar lo que hacen, porque lo que hacen es lo que hay que hacer y punto. Lo cierto es que teníamos la impresión de que en su programa no estaban diciendo la verdad, pero nos tapamos los ojos soñando lo imposible.
Todos esperábamos que se tomasen medidas contundentes frente a la crisis y que se lograse revertir el galopante desempleo que tanto sufrimiento genera socialmente, pero no que se apostase por asumir todas las medidas neoliberales, que parten de la base de que es el capital, con sus inversiones, el único que genera riqueza, y en consecuencia hay que “orientalizar” las condiciones laborales de los ciudadanos para hacer atractivas sus inversiones, a la vez que se protege con dinero público el funcionamiento de los mercados, mientras se desprotege y se recorta el destinado a las prestaciones sociales por “improductivo”. Y era de suponer, pero nos tapamos los ojos soñando lo imposible.
Soñamos que la corrupción que salpicaba al partido que estaba en aquel momento gobernando sería metida en cintura bajo las estrictas y rigurosas medidas del nuevo gobierno, pero cada día descubrimos cómo tiene de asimiladas el partido conservador las prácticas corruptas, entendiendo como algo normal hacer uso del dinero público en beneficio propio. También soñamos que sólo tendríamos que asumir algún recorte indispensable, en el bien entendido que sería de forma transitoria porque no se permitiría que el cuantioso fraude fiscal de grandes empresas y fortunas siguiera evadiendo impunemente más de 60.000 millones de euros anuales a las arcas del estado, según estimaciones de los técnicos del ministerio de hacienda, y eso evitaría cargar el esfuerzo sobre la clase media. Y nada de eso se ha hecho, pero nos tapamos los ojos soñando lo imposible.
Aquel día de elecciones, todos queríamos que las cosas se arreglasen, pero no hicimos otra cosa que engañarnos colectivamente.
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