No ha sido cálido y por tanto extraño, pero lo más destacable en su rareza es que los veranos acostumbran a ser las estaciones con menos noticias de todo el año y por ello las agencias y los medios de comunicación recurren a lo más simple para llenar las páginas y los telediarios: las fiestas populares, los “famosos” en la playa, los novios de la duquesa de Alba, las vacaciones de los políticos, las regatas del Bribón, etc., etc.
Pero este año el talante ha sido distinto. Jugosas y emocionantes noticias – y no es un juego de la palabras – han llenado nuestro descanso veraniego de información.
Antes ya de que llegara el tiempo estival, la gente se lanzó a la calle en una toma de conciencia sin precedentes en lo que llevamos de siglo. El 15-M fue la constatación de que estamos cansados de ser manipulados y de estar sometidos al capitalismo cagón y a las agencias de calificación, verdaderas madres del impulso a las hipotecas “subprime”, primer eslabón de la cadena de fraudes y desaciertos que nos han conducido a la crisis.
Y llegó el verano, sin prisas, sin calores exagerados. Escondiendo, como dice el tango, ambiciones mientras el músculo duerme la siesta.
Primero fue la visita papal. Fue en pleno agosto cuando las calles de Madrid, que hasta hacia poco ocupaban los indignados, se llenaron de fieles y jóvenes cristianos. De golpe volvimos a unos cuantos siglos atrás, no lo digo por la Jornada de la Juventud, cada uno es libre de tener las creencias que considere oportunas. Lo escribo por las casullas y los hábitos, tanto de actuación como de vestimenta; los colores chillones cardenalicios; las pendones levantados para un Cristo que a buen seguro elegiría antes a los indignados que a la cúpula vaticana. Uno de los actos de las Jornadas eran cursillos contra el aborto que preconizaba una religiosa ante una cámara de televisión, qué distinta visión de otra religiosa española, sor Teresa Forcades, que en TV3 defendía el aborto y la píldora y a la que el cardenal Franc Rodé, prefecto de la Congregación para los Institutos de la Vida Consagrada, ha exigido que haga un acto público de adhesión a su Magisterio y se retracte.
Y antes de que terminara el mes, sesteando todo el mundo, llegó la reforma de la Constitución para tranquilizar a la Merkel y a los mercados. El pueblo español se comprometía constitucionalmente y “prioritariamente” a que nuestra deuda pública y sus intereses fuesen pagados en su totalidad. Antes que la sanidad, educación y las pensiones deberemos pagar nosotros, nuestros hijos o nuestros nietos, las inversiones de los que más tienen.
Luego llegó septiembre y todo el mundo recordó el decimo aniversario de la barbarie y la intolerancia, pero también del declive claro de la primera potencia mundial. Los anuncios de que la crisis se iba a acentuar; los problemas de Grecia, de España, de Portugal, que incluyeron el descubrimiento de los espagueti por parte de la agencia de calificación S&P, que ¡ahora! se descuelga con que el Gobierno italiano presidido por Berlusconi, está en precario. Pronto nos dirán las agencias cómo hacer salsa boloñesa.
El verano también nos trajo una apasionada defensa de una mayor justicia distributiva por parte de Barack Obama, prometiendo que no permitirá ningún intento de reducir el déficit fiscal únicamente a costa de los beneficios para los pobres sin incluir también sacrificios para los ricos, La propuesta se denominará «regla Buffet», en alusión al multimillonario norteamericano Warren Buffet, que se lamenta de pagar, en proporción, menos impuestos que sus propios empleados. España se concienciaba de que a los ricos también hay que hacerles llorar y se aprobaba la recuperación del Impuesto al Patrimonio.
El verano iba languideciendo y todos suspirábamos tranquilos, ni siquiera el reparto de los ahorros de la duquesa de Alba entre su prole, temerosa de que se lo quede todo el funcionario, hacía mella en nuestra sensibilidad. Sin embargo todavía quedaban cosas en el tintero: el llamado Consejo de Administración de RTVE, recién llegado de tomar baños de sol y sangría, votaban o se abstenían para tener acceso al sistema de edición de los informativos de la cadena pública, con el objeto de controlar su contenido. La inmediata reacción de los medios y la valiente votación de los trabajadores de RTVE han dado al traste con la propuesta de los consejeros populares y la siesta ideológica de los socialistas. Mi consejo sería enviar al Consejo de vacaciones perpetuas.
Pero si algo ha sorprendido en la recta final de este apasiónate noticiero veraniego ha sido la presentación del libro de memorias de Mariano Rajoy. Cual testamento político hace recopilación de sus recuerdos en su miedo a no poder ganar unas elecciones que sus seguidores dan por triunfales. Si eso no sucediera no le perdonarían y si gana, tiene tal curro por delante, que no le dará tiempo a escribir la segunda parte.
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