El desastre social en que se estaba convirtiendo aquel país no interesaba demasiado a la mayoría de medios. Sin embargo, pueden los lectores prepararse para recibir un sinfín de ellas a partir de ahora, la mayoría relacionada con cualquier circunstancia que sirva para desprestigiar al nuevo gobierno heleno.
El marcaje será intenso e inclemente, y probablemente no resulte difícil mostrar episodios de fracaso de Syriza ante el muro que la Troika, el Bundesbank y el poder económico en general levantarán para evitar que la nueva vía abierta en Grecia triunfe.
Como si del Banco de Grecia se tratara, el Bundesbank (banco central alemán) ya se permite realizar advertencias al nuevo Ejecutivo sobre cómo debe o no debe gobernar. El nuevo Reich articulado por Angela Merkel para extender su dominio sobre la Europa comunitaria lo tiene claro, lo que han hecho los griegos es un error, el pueblo griego se ha equivocado y la democracia ha fallado en aquel país, por eso hay que poner coto lo antes posible a esos subversivos peligrosos que han elegido. Ya en su día forzaron la rectificación del primer ministro Papandreu después de que intentara en vano someter la aceptación del rescate a referéndum. La democracia griega, curiosamente la del lugar donde se inventó, no gusta en Berlín, ni en Bruselas, ni en Frankfurt.
¿Pero por qué los helenos han cometido tamaña insensatez? ¿Cómo es posible que no compartan el brillante razonamiento de los mercados a favor de la austeridad? ¿Quizá sea porque quien lleva más de un año en el paro en aquel país no tiene derecho a la sanidad pública? ¿O tal vez porque aquel ciudadano que disfruta de una vivienda en propiedad ha de pagar un impuesto de hasta 3.000 euros con el que pagar las deudas contraídas por infames gobiernos anteriores?
La reacción del pueblo de Grecia, con independencia de cómo salga el proyecto de Syriza en el poder, es perfectamente lógica y comprensible. De nada ha servido la campaña del miedo desatada contra este partido de izquierdas, porque quien no tiene nada que perder, no tiene miedo. Eso es lo que no supieron ver el Banco Central Europeo, el Fondo Monetario Internacional, la Comisión Europea o el Gobierno alemán. Pero tampoco fue capaz de verlo Nueva Democracia mientras rendía pleitesía a Merkel, lo que a la postre le ha costado el poder, ni siquiera el Pasok cuando apoyaba los recortes de aquella, lo que a la sazón lo ha convertido en un partido residual en el arco parlamentario heleno.
Y ahora, asistiremos a la lapidación mediática y política que está a punto de desatarse en toda Europa contra el gobierno de Syriza y contra los que defienden ideas similares en otros países.
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