El libro EL SECRETO, con todas sus carencias y defectos, tuvo la cualidad de mejorarme a mi y de mejorar también mi sensibilidad y reforzar mis mecanismos de defensa espiritual. Algún tiempo después de haberlo leído me encontré en la situación que a continuación describo: Fui a Alicante a ver unos amigos que resultó que estaban con otros amigos a los que no conocía, y salimos todos juntos a San Juan a cenar. Los llevé en mi coche y al poco rato de conversación, uno de los presentes me preguntó por qué yo conducía un Exeo. La pregunta supongo que se debió a que mis amigos le habrían hablado de las cosas que yo había conseguido como abogado en el Parlamento Europeo y todo ese rollo. En la lógica de aquel señor supongo que yo debía ser un profesional tan rico como caprichoso y exhibicionista, y en consecuencia debía poseer un coche de lujo como hacia él, que tenía al menos un BMW y un Mercedes.

Pero la realidad es que yo no quiero un coche para que me miren, sino para que me lleve a sitios.

El motivo por el que cuento esto no es el modelo de coche, sino el resto de la conversación, en la que este hombre comenzó a hablar mal de una funcionaria que le había denegado la prestación por desempleo. Su relato era no sólo chulesco y arrogante, y no sólo estaba envuelto en términos y gestos desagradables, sino también circular. Después de contar la historia, creo que hasta tres veces la repitió y en las tres veces se detuvo para poner especial énfasis en el momento estrella, cuando le dijo o se supone que le dijo a la funcionaria lo que él pensaba de su decisión: «…Y le contesté… ¡PUES QUE TE DEN PORRRR CULO!»

Esto lo decía acompañando la expresión no sólo de un tono agresivo sino de un gesto de suficiencia. Debo aclarar que el interesado era agente de la propiedad inmobiliaria, y en atención a su parque movil, no precisamente pobre. De ahí que no entienda, como no entenderéis vosotros, su indignación cuando le denegaron la prestación por desempleo.

Y como no salíamos de ahí y la otra parte de la conversación evidenciaba que los demás comensales estaban igual o peor, incluyendo una doctora que sustentaba en voz muuuuy alta opiniones negativas sobre cualquier cosa, a las once y diez de la noche me levanté y anuncié que estaba cansado y debía volver a Valencia.

En la Escuela Naval Militar aprendí no solamente a remar, aparejar una vela, pegar tiros o hacer instrucción. Principal y primeramente aprendí a decir tacos y hablar de forma sucia con diversas expresiones que os ahorro. Después de leer EL SECRETO, no solamente ya no podía seguir con esos hábitos o teniendo pensamientos de negatividad y rencor, sino que no aguantaba a mi alrededor a nadie que hiciera eso mismo. Así que mi viaje de vuelta a casa fue cansado pero feliz. Claro está que tuve que hacer ese viaje cargado de toda aquellas vibraciones tan malas como un pesado y maloliente saco de estiércol.

Hasta que una persona me lo comentó hace dos días en voz alta, yo no sabia exactamente las razones por las cuales me gusta tanto ir a tomar el café a un horno que hay en mi calle llamado Ca Joan. Hasta ese momento yo sólo era consciente de que entre aquellas personas me encuentro relajado, a gusto, feliz y respirando un ambiente amigable debido a la bondad, la honradez y la nobleza de Jaqueline y Juan, la pareja que explota el establecimiento, y de su hija Sara. Creo que alguna vez he escrito ya sobre ellos aludiendo a que estas personas abnegadas son las que con su trabajo diario, sus madrugones, sus renuncias, sus privaciones, su ahorro y sus impuestos, están sosteniendo el país, incluyendo esa tropa de canallas, puercos y rufianes que viven de lujo y roban a espuertas desde sus cargos de alta responsabilidad pública.

Pocos saben que la religión cristiana es una copia mejor o peor adaptada de los cultos del antiguo Egipto. Quien tenga curiosidad por la cosa, puede consultar la brillante tesis doctoral de Llogari Pujol, publicada resumidamente en firma de libro con el título JESÚS 3000 AÑOS ANTES DE JESUCRISTO.

Esto viene a cuento de que en el antiguo Egipto hay un concepto muy bello llamado MAAT, que puede traducirse como la justicia y la verdad. Cuando decimos que Jesucristo vendrá para juzgar a vivos y muertos, eso no es más que una adaptación del llamado juicio de Osiris, en el que el alma del difunto era juzgada mediante el procedimiento de colocar su corazón en el platillo de una balanza mientras que en el otro se dejaba una pluma que o mucho me equivoco no es mas que el símbolo de MAAT. El corazón debía estar tan limpio y ser tan liviano como MAAT, o de lo contrario el alma del difunto era devorada por un bicho allí presente.

Pues bien, yo creo que mil, dos mil, tres mil o millones de los corazones de personas limpias como Juan, Jaqueline y Sara pesan mucho menos que una piedra llena de gusanos de un político (en el sentido peyorativo), y opino que el alma de una de estas personas esforzadas, abnegadas, honestas, madrugadoras y nobles, vale de lejos mucho mas que la de vivales como los siguientes:

  • Empresarios que exprimen a los trabajadores exigiéndoles horarios sin limite a cambio de un sueldo de mierda.
  • Tertulianos de la radio y la tele que opinan de todo y se creen por encima de todo y no sólo no entienden de nada, sino que expresan justamente las opiniones que ordenan sus amos.
  • Cineastas que van de bohemios guay y son en realidad funcionarios disimulados que viven de subvenciones.
  • Integrantes del llamado «mundo de la cultura», que no son mas que estómagos agradecidos y privilegiados que crean los estados de opinión que agradan al poder.
  • Catedráticos, profesores de universidad y docentes que están tan a gusto con sus sueldos y su estabilidad y sus torres de Marfil, que no les importa faltar a su responsabilidad histórica de actuar como minorías ilustradas que cambien la situación de nuestro país.
  • Jueces y magistrados que ponen las sentencias que les da la gana a los partidos políticos.

Bueno… Y después de aquella conversación he comprendido que no solamente nos podemos contaminar de las malas energías, sino también nutrir de las buenas. Y comprendí que cuando bajo a Ca Joan en realidad voy en busca de algo que va mucho más allá de un café y un bizcocho. Voy a nutrirme también de las excelentes vibraciones de Juan, Jaqueline y Sara y por tanto de un alimento espiritual que conceptualmente no se diferencia mucho de MAAT, porque también consiste en verdad y justicia.

Creo que MAAT es algo muy parecido a lo que buscan los cristianos cuando se comen a su Dios durante el sacramento de la la comunión, porque se supone que la hostia consagrada es un alimento que nutre el alma y no el cuerpo. Eso es lo que hago yo en el horno de Juan y Jaqueline, de paso me doy el gusto de dar esquinazo a la estúpida disciplina de los curas y a su turbia ansia de control de todo lo que conforma al ser humano: Cuerpo, mente y espíritu.