En la mitología griega Filomena era una hija del rey de Atenas que fue violada por su cuñado, quien, además le cortó la lengua y la encerró para que nunca pusiese contar a su hermana su infamia. En su prisión Filomena tejió sobre un lienzo blanco, como la nieve, toda su historia y la hizo llegar a su hermana que la creía muerta. Entre las dos mujeres urdieron una terrible venganza, mataron al hijo del matrimonio, lo despedazaron y se lo sirvieron como vianda al violador. Tereo, padre de la criatura, y abusador y maltratador de Filomena, clamó venganza. Los dioses compasivos ante tanto despropósito y maldad, convirtieron a Tereo en una abubilla, de ahí el penacho de guerrero y el agudo pico de esta ave. Y a las dos hermanas en pájaros más pequeños, a Filomena en ruiseñor y a su hermana Pocne en golondrina.
No sé el porqué los meteorólogos han querido bautizar a esta borrasca de frio intenso como al ruiseñor Filomena, dicen que al ser la sexta, tocaba la letra F, después del paso de Ernest. Lo que sí sé que estos fríos traerán una ventaja, tal vez la única. Son tan intensos que se supone nos mantendrán más tiempo en casa, con lo que nos da esperanza de que baje la tasa de contagios.
Sé que los negacionistas predicaran que este confinamiento friolero no arregla nada porque no hay tal pandemia, que las cifras son falsas y que lo de la vacuna será solo de mentirijillas. Allá cada uno con sus teorías conspirativas. Pero lo que sí sé es que no está el tiempo para ruiseñores ni golondrinas y que la sociedad tampoco está para soportar violadores y maltratadores. No es no, aunque haga frío o calor.
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