¿Qué dirías de ti si no supieran que eres tú?

Esta es una pregunta que me ha rondado mucho en los últimos tiempos. Lo primero que llega mi la cabeza es la idea de los autores y autoras que han ocultado su verdadera identidad detrás de la celosía de un pseudónimo.

Un pseudónimo permite transmitir con total libertad aquello que piensas o vives, sin que te censure ese “padre castigador” arquetípico interno que representa a la norma social: lo que se puede y lo que no se puede hacer, lo que se debe y no se debe hacer. Norma, que por otra parte, no tiene por qué ser válida, simplemente está, y la asumimos como quien se empapa bajo la lluvia, sin más. Un pseudónimo además, permite mostrar una faceta que aparentemente desacreditaría tu imagen social o profesional; permite libertad, no me atrevo a decir “total libertad”, de comunicar. La libertad total no existe, es una utopía. Libertad y responsabilidad deberían ir de la mano, pero no siempre es así. No somos tan libres como deseábamos o seguimos deseando.

Nos coarta la sociedad, nos coartan los medios, nos coartan las redes sociales, nos coarta nuestro entorno familiar y profesional, las cargas económicas que hemos adquirido a lo largo del tiempo en este sistema que todo lo vende a crédito y con intereses. Nos coartan los vaivenes que no dependen de nosotros, esos hilos que unen las distintas partes del mundo y los distintos estamentos sociales.

Generalmente estamos muy coartados a la hora de hablar de nosotros mismos, de nosotras.

¡No te cortes! Nos dicen… pero no sabemos si detrás hay una segunda intención. No somos tan claros, transparentes, simples, sinceros como deberíamos.

Muchos de nosotros, de nosotras sobre todo, hemos recibido una educación en la que se nos ha enseñado que no está bien decir lo buena que eres en algo, que tienen que ser los demás los que te alaben, que hay que ser modesta. Las personas pueden ser sencillas y humildes y poder expresar en qué son buenas. Y también en qué no somos tan buenos…

Tenemos un serio problema amigos y amigas.

Hablar de ti y hacerlo bien, se ve mal. Eres prepotente

Hablar de ti y decir en qué eres un desastre, se ve mal. Eres un inconsciente.

Vayamos por pasos. En los talleres, masterminds y ayuda a personas con su salud, “jugamos” a lo siguiente: si tuvieras que proponerte a un puesto, el puesto de tus sueños, y alguien hablara de ti para conseguirlo con certeza, ¿qué diría esa persona de ti? ¿Qué te gustaría que dijera esa persona de ti para conseguir el puesto? ¿Cuáles son tus fortalezas, tus valores?

Escribe esto en un papel o en el móvil, si estás leyendo. Graba, graba que para eso están las notas de voz, y pon voz a tu pensamiento.

A continuación… otro ejercicio. Éste es muy divertido, de hecho lo hicimos también a través del podcast La Vida Biloba y muy maravilloso.

Pero antes expliquemos que el sentido de humor es una de las fortalezas más valoradas por todas las culturas y tradiciones. El sentido del humor nos ayuda a relativizar en los momentos difíciles y duros, nos saca con más facilidad del dolor moral, mental y físico; en los momentos buenos, multiplica el bienestar.

Reírte de ti mismo, de ti misma, es una gran idea: la risa fomenta la liberación de neurotransmisores como las endorfinas y los endocannabinoides que nos generan placer, alivian el dolor por su acción analgésica y nos dan alegría. Reír hace reír… La risa libera al corazón, así como las lágrimas liberan al hígado. Así que reírse y llorar de risa… es muy terapéutico. Y esa mezcla de llorar de pena y luego darte cuenta de la situación tan cómica y reírte… ¡esto es tremendo!

El ejercicio es el siguiente: escribe en un papel o en tu móvil, o graba, da igual: ¿en qué eres un desastre? ¿Qué haces fatal? Es muy importante saber reírse de estas cosas en las que somos lo peor. No quiero decir en que somos malos (de maldad) sino que no es lo nuestro. Nos ayuda a aflojar exigencia, a bajar el listón y a mantener la autoestima alta. Te pongo un ejemplo: los que me siguen saben que soy un desastre haciendo tortillas, así que me volví la reina de los revueltos.

Revisa tu lista de nuestros puntos fuertes, que es la lista primera, la que contiene lo que otra persona contaría de ti. Puedes hacer esto: escribe de modo ficticio a otra persona como si no fueras tú, hablando de ti. Véndete sin firmar tú. Así ensayas. Sé valiente.

 No te avergüences de tus fortalezas ni de tus virtudes

Si eres un crack atendiendo a los clientes o tocando el ukelele, si eres una persona comprometida, sensible, honesta, responsable, si tu conocimiento sirve a la humanidad o a 3 personas, si tu opinión se tiene en cuenta para que empresas tomen decisiones, si eres capaz de negociar 5 mil millones de euros como si nada… dilo. Eres valioso, eres valiosa. No hay que empezar las frases con un: “no es por nada, pero…” o “no creas que es falsa modestia”. Eres lo que eres. Si alguien te critica por valorarte, quizá ese alguien no merezca tanto lo que puedes aportar, o tenga un problema de autoestima. Tener la autoestima alta no es ser pretencioso, es lo que debería ser: querernos y hacer saber que lo mejor que tenemos y lo que somos está al servicio de los demás y de un mundo mejor.

Todos, todas tenemos virtudes, fortalezas y áreas en las que somos un desastre y no hace falta ni mejorar… Es el maravilloso equilibrio: si fuéramos perfectos, perfectas… ¡no tendríamos de qué reírnos al mirarnos al espejo!

 

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