Ante todo quiero aclarar que el título del artículo no pretende ni el insulto ni el desprecio por la socialista y presidenta andaluza Susana Díaz, de quién no dudo tiene sus méritos probados. Tampoco es mi intención menospreciar al sexo femenino que tiene, desde siempre, todo mi respeto, apoyo y consideración.
A principios de los años 80 recorrían las ferias de los pueblos de nuestra geografía gran número de populares tómbolas. El invento se remontaba a muchos años atrás; mediante un boleto se podía acceder a multitud de premios que los feriantes, bajo la música de los tiovivos, cantaban con entusiasmo. Normalmente el premio mayor era una muñeca que, en los años cincuenta, acostumbraba a ser de porcelana, andarina y que cerraba los ojos al ponerla en posición horizontal; incluso algunas decía mamá. También se sorteaban balones, patinetes, osos de peluche, incluso bicicletas; el boleto costaba dos o tres pesetas. Pero en las ferias de los 80, superada la crisis y en medio de cierta bonanza económica, los sorteos en las casetas se sucedían cada cuarto de hora y no era cuestión de entregar un premio importante sino un obsequio de correcta apariencia, fabricado con modestos materiales y sobre todo, de bajo coste. Así aparecieron el perrito piloto, la pelota de playa, el cochecito de plástico y las muñecas de trapo.
Una de esas simpáticas “bambolas” de sonriente rostro de plástico, cuerpo de trapo y pelo de lana fue imponiéndose en todos los tenderetes de las innumerables ferias del país. Un andaluz, malagueño por más señas, llamado Manuel Fernández, propietario de la famosísima tómbola del Cubo, se le ocurrió bautizar a la popular muñeca. El famoso eslogan de “y otra, y otra y otra muñeca Chochona”, recorrió toda España y se hizo popular en todas las ferias. Se dice que, Manolo el Loco, como todos conocían al feriante, llenaba los estantes de su tómbola de varias filas de muñecas chochonas que vendía con pasmosa facilidad a los despreocupados y lúdicos visitantes de la feria.
El pasado domingo, ante la fotografía de la primera fila de asistentes al mitin madrileño de la presentación de Susana Díaz, tuve la sensación de reencontrarme con la caseta de Manolo. Fue un lapsus del que pido perdón por adelantado porque alguno de estos personajes merecen respeto y merecieron admiración, aunque otros ya hayan perdido este galardón en su devenir y entre las puertas giratorias. Sí, fue un “déjà vu” posiblemente injusto, pero desternillante y significativo. Cómico por la postura, los rostros y el quién te ha visto y quién te ve. Significativo porque demuestra la actual crisis socialista.
Cualquier militante tiene todo el derecho a escoger, la o el candidato que le plazca, y apoyarle. Sin embargo, entiendo que los ex secretarios generales y ex presidentes deberían mantener una ejemplar imparcialidad y prudencia. Por el contrario, vocean insistentemente desde su tómbola sus favoritismos. Como escasa de prudencia fue la actitud de un ex alto dirigente socialista, meapilas y monárquico, que en un programa de televisión se preguntaba ¿Cuántas veces tiene que ser derrotado un candidato para dejar de serlo? Sin detenerse a pensar que el denodado candidato había sido propuesto por “su” Felipe VI y que sólo un mal entendimiento de la izquierda no le hizo presidente.
El socialismo que propugnan los que traicionaron a Pedro Sánchez es como la muñeca chochona: Aparente, sonriente y barato. Se sustituye el contenido y el compromiso por la retórica –mala – y el miedo a pactar con las fuerzas progresistas. El socialismo de feria está más cómodo con la posición de bisagra que concede puestos y prebendas; es el de las palabras vacías, el del olvido republicano; el que se erige en valedor de tantas cosas buenas que sin duda ha hecho el PSOE, pero que esconde en su barraca algunas por las que debería pedir excusas a sus votantes. Yo tengo claro que en esta tómbola no compro ningún boleto, no sea que me toque…
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