En tiempos turbulentos, revueltos e inciertos, formar personas que sean capaces de entender y ejercer la economía desde un punto de vista ético, justo, solidario y ecológico no es tan solo una necesidad, sino un imperativo ético.
En los discursos neoliberales se han ido imponiendo ciertas verdades absolutas como que los recursos mundiales son limitados en un mundo donde predomina la escasez; el mercado es el mecanismo más eficiente para la distribución de los recursos disponibles; es imprescindible la incorporación a los mercados globales y no hay otra política económica posible.
Sobre la escasez de recursos, la FAO muestra que con los recursos disponibles actualmente en el planeta se pueden alimentar a doce mil millones de personas, casi el doble de la población existente en la actualidad que es de unos siete mil millones.
Según la O.N.U., serían necesarios entre sesenta y setenta mil millones de dólares anuales para evitar que haya muertes de seres humanos en el mundo por falta de alimentos. Estas cifras parecen muy elevadas, pero no es así si la comparamos con las inyecciones de liquidez efectuadas en los últimos años por el Banco Central Europeo, con el billón de dólares anuales para gastos en material de guerra o con los dos billones de dólares que circulan diariamente en operaciones especulativas sin contraprestación productiva.
Estos datos muestran por sí mismo que los recursos mundiales no son ni escasos ni insuficientes sino que, el verdadero problema, es su inadecuada distribución. Con la globalización este problema se ha agravado. Se están reduciendo los salarios y las prestaciones sociales a nivel mundial, frente a espectaculares subidas de los beneficios que propicia que haya un reducido número de personas en el mundo con una importante masa de capital que llegan a superar, con creces, los mil millones de dólares de riqueza personal, mientras que otras personas se tienen que arreglar con 300 ó 400 dólares anuales. La globalización, como se puede ver, no está sirviendo para equilibrar las diferencias económicas y sociales entre los países desarrollados y subdesarrollados sino que, por el contrario, estas diferencias tienden a aumentar de forma considerable, especialmente en la mayor parte de los países africanos y asiáticos.
La corrupción es otro de los graves problemas que hemos de erradicar en el mundo. Cuando se roba dinero público para obtener beneficios personales disminuyen los recursos destinados a la construcción de escuelas, hospitales, carreteras e instalaciones de tratamiento del agua. Cuando la ayuda al desarrollo se desvía a cuentas bancarias privadas se detienen importantes proyectos de infraestructura. La corrupción permite que se introduzcan en el mercado medicamentos falsificados o deficientes y que se arrojen residuos peligrosos en los vertederos y en los océanos. Los más vulnerables son los primeros en verse afectados y los que más sufren.
El desarrollo no es la única víctima. La corrupción manipula las elecciones, socava el estado de derecho y puede comprometer la seguridad. Como hemos podido comprobar en el último año, también puede afectar gravemente al sistema financiero internacional.
Afortunadamente, existen medios para luchar contra ella. La Convención de las Naciones Unidas contra la Corrupción es el instrumento jurídico más eficaz del mundo para fomentar la integridad y luchar contra la corrupción. El sector privado no debe quedar a la zaga de los gobiernos. Las empresas también deben prevenir la corrupción en sus filas y mantener los sobornos fuera de los procesos de licitación y adquisiciones. Insto al sector privado a que adopte medidas de lucha contra la corrupción con arreglo a la Convención de las Naciones Unidas.
No es ningún secreto que la corrupción ha estado presente en todo el mundo, por tanto, no se pregunta qué país ha sido o no ha sido corrupto, sino qué países han sido los más corruptos. Transparency International es una organización concienciada en detener la corrupción. Ya ha trabajado en el pasado junto a organizaciones gubernamentales como Naciones Unidas. Como cada año, esta organización elabora un ranking de los más corruptos.
El ranking cuenta con un total de 183 países, cuya puntuación va desde el 0 (muy corrupto) al 10 (muy limpio), basándose en los niveles de corrupción percibidos en el sector público de cada país. Los primeros países de la lista, según publicaba la CNBC han sido Corea del Norte y Somalia, con una puntuación de 1. No obstante, han decidido centrarse en aquellos países con los que empresas y gobiernos tienen más posibilidad de hacer negocios, por lo que la lista únicamente recoge países desarrollados o que estén dentro de los emergentes. Pasamos al ranking:
Según la encuesta global, de todos las economías industrializadas, Rusia es la más proclive a pagar sobornos. Recientemente se ha firmado un tratado para perseguir a todas aquellas compañías u organizaciones que pagan o reciben sobornos, claro que se argumenta que es una difícil tarea, ya que la orden para perseguir al corrupto vendría desde el gobierno, y los rusos no consideran que sus políticos estén limpios.
En Ucrania el 59% de los ucranianos creen que las acciones de la ex república soviética en la lucha contra la corrupción son ineficaces. Los principales partidos políticos en Ucrania muestran muy poca voluntad política para combatir la corrupción, según sus ciudadanos. No obstante, sorprendió la detención del ex-Primer Ministro Iulia Timochenko por malversación de fondos públicos, aunque algunos piensan que de todos los buitres que había volando por el cielo, cazaron únicamente a un “gorrioncito”.
La actual administración de Paraguay se ha comprometido a reducir la corrupción y aumentar la transparencia en el gobierno. Sin embargo, los informes de Freedom House advierten que el poder judicial es “muy corrupto”, por lo que es difícil hacer justicia cuando el sistema judicial beneficia al rico y poderoso. El mismo informe advierte de que muchos casos de corrupción quedan impunes, ya que los mismos jueces obstaculizan la investigación.
Recientemente el pueblo de Angola se ha levantado en continuas manifestaciones, pues Angola es un país rico en Petroleo, donde grandes corporaciones hacen públicos sus beneficios y el nivel de vida del país no crece. La población de Angola se divide en un 99,9% de pobreza y un 0,01% de altísimo poder adquisitivo.
En Venezuela, según el informe de Freedon House, las fuerzas armadas y policía son propensos a la corrupción. La guerra abierta para detener la corrupción por parte del gobierno, se está centrando en los opositores políticos del gobierno. Además, los medios de comunicación hacen queja de los continuos impedimentos para ejercer la libertad de prensa.
Guinea Ecuatorial es uno de los países más corruptos del mundo. Este país requiere atención urgente de organismos internacionales, pues los niveles de corrupción que tienen son extremos. En Francia, las autoridades se han incautado de 11 coches pertenecientes a la familia Obiang, valorados en más de 6 millones de dólares, como parte de una investigación sobre el patrimonio de las familias gobernantes de Gabón, Guinea Ecuatorial y República del Congo, además de encontrar empresas fantasma de los gobernantes por todo el mundo como forma de blanqueamiento de capitales.
Por último, para no alargarnos demasiado, España estaría en el ranking de corrupción en torno a 60 sobre 100, lo que situaría a nuestro país en una posición media-alta. Casi a diario aparecen en los medios de comunicación cargos públicos que han desviado fondos públicos hacia sus cuentas bancarias particulares. Políticos, banqueros, empresarios, miembros del entorno real, actores…están relacionados en blanqueo de dinero, tráfico de influencias y todo tipo de delitos contra el fisco. Baste señalar el último escándalo por el tema de corrupción y estafa, el de los señores Díaz Ferrán y Gonzalo Pascual que habrían diseñado una estrategia para alzarse con sus bienes aparentando insolvencia patrimonial”. Los empresarios vendieron el Grupo Marsans en junio de 2010 dentro de un pacto para que De Cabo les ayudara a ocultar bienes y evadir capitales hacia paraísos fiscales y evitar así pagar a sus más de 10.000 acreedores, con los que mantiene deudas superiores a los 1.000 millones de euros. A cambio cada propietario de Marsans debía recibir 100.000 euros mensuales hasta alcanzar la cifra de ocho millones de euros respectivamente. Según el juez, Díaz Ferrán viajó cada dos o tres semanas a Valencia para recibir su dinero.
Para acabar con la corrupción sería necesario que la política se subordine a la lógica ética, algo que se presenta como un problema difícil en el mundo moderno, ya que una ética rigurosa puede ser un obstáculo para lograr acuerdos, lo que puede conducir a quiebras y sectarismos sin solución civilizada. Según Husser sólo es un buen político el que obra según una ética de la responsabilidad. Por otra parte, Weber establece con precisión los límites: “no es que la ética de la convicción sea idéntica a la falta de responsabilidad o la ética de la responsabilidad a la falta de convicción” Se trata de tener en cuenta las consecuencias previsibles de la acción. Por lo tanto, frente al tema de la corrupción, hay que adoptar una posición similar, no aceptando la corrupción pero partiendo del supuesto que la corrupción no puede ser eliminada totalmente. Siempre o casi siempre habrá alguna corrupción que no se detecta o es tan pequeña que no justifica un sistema de control. De lo que se trata es de establecer valores que limiten la corrupción a hechos excepcionales susceptibles de ser aislados y sancionados, eliminando el cinismo cultural que conciba que si hay tanta corrupción, es una ingenuidad no ser corrupto. Por otra parte, la corrupción como fenómeno de la postmodernidad, está estrechamente vinculada a los valores hedonistas que exaltan el triunfo personal y la acumulación de riqueza. Dada la existencia de marcos regulatorios adecuados, el problema de la corrupción no parece provenir de la falta de leyes sino de su escasa aplicación y de una mayor educación moral y ética para cambiar la mentalidad actual de muchas muchas personas.
Un sistema viable para que los países del Tercer Mundo puedan salir del subdesarrollo sería la proliferación de las ayudas financieras mediante la utilización de los microcréditos. Los microcréditos son programas de concesión de pequeños créditos a los más necesitados de entre los pobres para que éstos puedan poner en marcha pequeños negocios que generen ingresos con los que mejorar su nivel de vida y el de sus familias. El beneficiario del microcrédito es pues una persona que carece de las suficientes garantías desde un punto de vista bancario convencional y que se encuentra excluido del círculo financiero y por lo tanto de la actual estructura social.
Las instituciones microfinancieras se especializan en ofrecer fundamentalmente microcréditos a buena parte de la población excluida del acceso al capital y cuya actividad económica se inserta en la denominada economía informal. Estas entidades tratan de atender un mercado que en gran medida estaba en manos de usureros, los únicos dispuestos a prestar a unas tasas insostenibles e improductivas. De media, en los países en vías de desarrollo solamente el 20% de la población es cliente de la banca comercial, siendo el resto en cierta medida atendido por instituciones financieras informales o semi-informales. La Conferencia de las Naciones Unidas para el Comercio y el Desarrollo (UNCTAD) estima que existen en todo el mundo 7.000 instituciones microfinancieras, con una cartera aproximada de 15.000 millones de dólares cuyos clientes en casi un 60% se encontraban entre lo más pobres cuando adquirieron su primer préstamo.
El microcrédito es un tipo de préstamo que posee pues unos condicionantes específicos diferenciados del crédito convencional. Así, las cantidades prestadas suelen ser muy inferiores a las cantidades prestadas a través de un préstamo tradicional, y normalmente al microcrédito se le acompaña con acciones de capacitación y monitorización al beneficiario, lo que conlleva unos costes superiores a asumir por parte de la entidad prestataria. Por lo que refiere a la tasa de interés aplicada, variará dependiendo de múltiples factores, como por ejemplo, el lugar en dónde se realiza la operación, el capital prestado, la divisa en la que se denomine el préstamo, el plazo de amortización o la monitorización y servicios complementarios al microcrédito.
La mayor parte de los microcréditos concedidos en los últimos 35 años tienen como destino la creación de microempresas o proyectos de autoempleo, aunque sea en el plano de la economía informal. De aquí que los impactos de las microfinanzas en los países en desarrollo se cuantifiquen en base al número de personas autoempleadas conseguido, así como en la variación del nivel de pobreza de las regiones en las que se actúa, ratios de escolarización infantil, nivel de mejora de las condiciones sanitarias e instalaciones de viviendas y núcleos de población, etc. En gran parte, se trata de indicadores de desarrollo social más que en indicadores puramente económicos. El ingreso creciente y la seguridad económica que proporciona a los beneficiarios el microcrédito les facilita el acceso a necesidades básicas que mejoran su bienestar y calidad de vida. Existen evidencias de impactos en áreas de salud, educación, planificación familiar, nutrición o acceso al agua.
Para que los países subdesarrollados mejoren sus respectivas economías sería necesario que las relaciones comerciales Norte-Sur fuesen más justas. Debemos enfrentar la necesidad de ampliar y mejorar esas relaciones del modelo actual Sur- Norte. Este se debe actualizar reconociendo el movimiento de economía solidaria mundial como potencial de articulación de innumerables iniciativas económicas asociativas y cooperativas, redes socioproductivas de comercio ético, comercio comunitario y comercio solidario, todas ellas base de esa nueva economía: la Economía Solidaria.
El comercio justo deberá cada vez más fortalecer las organizaciones económicas colectivas, con foco en los territorios y en la seguridad y soberanía alimentaria, si queremos ser consecuentes con un proyecto de cambio por otro tipo de desarrollo sustentable y democrático en el mundo. El modelo de comercio justo Sur-Norte debe ser, ante todo, de complementación alimentaria, y de cooperación y colaboración entre nuestros países, sus productores, y consumidores responsables y concientes de que para erradicar el hambre en el mundo lo central será una redistribución de los alimentos, el apoyo a la agricultura familiar agroecológica, y políticas públicas de seguridad y soberanía alimentaria. El precio justo será una consecuencia de esas nuevas relaciones de coresponsabilidad, y particularmente un medio para mejorar las condiciones de vida y bienestar colectivos, nunca un fin en sí mismo.
Los principios fundadores del comercio justo Norte-Sur son: solidaridad, cooperación, reciprocidad, democracia participativa en lo económico, justa distribución de la riqueza producida, desarrollo local sustentable, transparencia organizacional y financiera, crítica del comercio internacional y propuestas alternativas. Por lo tanto, el comercio justo no es solamente comercio, es también una innovación social y económica, organización y empoderamiento de los pequeños productores, artesanos y prestadores de servicios rurales y urbanos, desarrollo sustentable social, económico y ambiental, educación de los consumidores, presión sobre los dirigentes políticos y de empresas para cambiar las reglas del comercio internacional. Sobre todo, el comercio justo es un movimiento de la sociedad civil mundial: más de un millón de productores en el Sur, organizados en estructuras muy diversas; más de 100,000 asalariados y voluntarios en el Norte; organizaciones de comercialización (importadores, exportadores, redes de tiendas especializadas) creadas por los militantes asociados; ONGs y agencias de financiamento; organismos de certificación/aval de conformidades; millones de consumidores solidarios/críticos/responsables.
El comercio justo evidencia el surgimiento de nuevos actores: las grandes empresas de producción y distribución, las pequeñas y medianas empresas de comercio justo, los poderes públicos, las organizaciones de consumidores, los actores del mundo orgánico: producción, certificación. Se aprecia también el reforzamiento de los actores tradicionales: más autonomía de las redes de pequeños productores, el reforzamiento de las redes en el Sur, la profesionalización de las tiendas de comercio justo, nuevas alianzas.
El comercio justo Norte- Sur en el mundo alcanzó en el 2004 ventas totales por 1,3 billones de Euros. Tuvo un crecimiento de 20% en promedio en el período 2001-2004. Los principales mercados fueron Europa y Estados Unidos, los principales productos fueron: café, plátano, chocolate, jugos de fruta, y el principal canal de distribución fueron los hiper y supermercados (70%).
El Comercio Justo fomenta el desarrollo y nivel de vida de los productores y trabajadores en los países del Sur. En todo el mundo más de 1,2 millones de productores, pertenecientes a 1093 grupos de 83 países venden sus cosechas y productos a través del canal Fairtrade. Por el registro y la participación en este sistema, y gracias a la confianza de los consumidores que a la hora de hacer la compra tienen en cuenta criterios éticos, estos productores consiguen mejorar su nivel de vida, desarrollar sus organizaciones y aumentar la calidad de sus productos. Por cada kilo de producto que venden a través del canal Fairtrade reciben además una prima para el desarrollo que destinan a proyectos que benefician a toda la comunidad.
Para aumentar los beneficios del Comercio Justo para las personas en los países en vía de desarrollo es imprescindible que los consumidores tomen conciencia de la relevancia de sus decisiones de compra. Fairtrade España, al igual que los miembros de la Coordinadora Estatal de Comercio Justo que aglutina a las ONGs del sector, realiza todos los años campañas de sensibilización y movilización social. En este sentido, desde la certificación se acaba de lanzar la campaña “Yo tengo el poder” invitando a la ciudadanía y a las empresas a hacer uso de su poder para conseguir un mundo más justo y sostenible. La campaña se desarrolla en acciones de calle y en Facebook, donde se pretende sumar un gran número de apoyos que será entregado a la administración pública para reforzar las reivindicaciones del Comercio Justo. Este tipo de comercio facturó, en 2011 en España, 26 millones de euros, un 11% más que el año anterior.
Todos los problemas planteados a escala planetaria y local tienen un denominador común y radican en el funcionamiento del actual sistema económico. El modelo hoy dominante es aquél que dice que la economía va bien cuando crece el producto interior bruto (PIB). Este modelo no tiene en cuenta cuánto cuesta a la colectividad en términos ecológicos y sociales el crecimiento de un punto del PIB. No tiene en cuenta que la capacidad de crecimiento económico es finita, ni tampoco tiene en cuenta las limitaciones del sistema natural que están llevando al planeta al infarto ecológico.
El PIB mide el valor de las mercancías producidas. Cuanta más producción, más crecerá el PIB; cuanto más crezca el PIB, mejor viviremos y más riqueza habrá. Pero la estadística nos enseña que en los últimos quince años el número de empleos no ha ido en aumento y en cambio el PIB habrá crecido un 60% en términos nominales.
Parece razonable pensar que a los indicadores macroeconómicos tradicionales les podríamos añadir otros de carácter ecológico y social, para medir la sostenibilidad del sistema. Algunas propuestas de nuevos indicadores podrían ser:
• Utilización de fuentes energéticas renovables.
• Indicador de eficiencia energética.
• Materiales reciclables.
• Residuos industriales.
• Crecimiento poblacional.
• Superficie sostenible.
• Transporte sostenible
• Biodiversidad
• Desigualdad social
• Paro
• Precariedad laboral
• Integración étnica.
Contra este planteamiento neoliberal en un mundo cada vez más globalizado, que se nos presenta como único, se alzan cada vez más voces que exigen a la Teoría Económica que recupere su auténtica función, que no es otra que la de procurar el bienestar de todas las personas, sin exclusión de ningún tipo y sin dañar, e incluso mejorar, los sistemas naturales.
Así pues contra el sistema capitalista global actual hemos de intentar conseguir un mundo menos competitivo y mercantilista e intentar implantar una economía cada vez más solidaria que busque formar alternativas de hacer economía, basadas en la solidaridad entre los pueblos y regular el mercado laboral.
La Economía Solidaria trata de recuperar la dimensión ética y humana de las actividades económicas y establecer nuevos principios para la puesta en práctica de modelos económicos alternativos al capitalismo. No busca imponer un único modelo para todas las culturas y todas las sociedades, sino que se limita a desarrollar principios mínimos que deberían recoger aquellos modelos económicos (diferentes y adaptados a cada cultura) que quieran llamarse solidarios.
Entregas anteriores:
La Globalización y sus efectos. ¿Qué se entiende por Globalización?
La Globalización y sus efectos. La Democracia imperfecta
La Globalización y sus efectos. Globalización económica
La Globalización y sus efectos. Cambios sociales
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