La navidad no me sienta muy bien. Como todas las fechas y actos impuestos que nos incitan, cuando no obligan, a celebrar algo concreto de una determinada manera que suelen llamar tradición, en un día o días determinados y elegidos por quien sabe quien.

Es verdad que he disfrutado de estas fechas desde niña, que he hecho que mis hijos las hayan disfrutado también, que se me da bien convertir una fiesta en fiesta y conseguir que la magia forme parte de cualquier fiesta, pero siempre he pensado en el resto de días que no son navidad, que son muchos, en la de magia que se puede hacer, compartir y disfrutar cualquier día del año, en la energía que perdemos por querer concentrarlo todo en unos pocos días. Incluso los propósitos y los buenos deseos parecen tener marcada esta fecha en el calendario. Y también, porqué no decirlo, me molesta mucho la hipocresía de muchas personas que solo te recuerdan en navidad y para las que el resto del año pareces ser invisible.

La verdad es que hay muchos otros días durante el año que me gustan más que los días navideños, como los días de primavera, cuando la vida vuelve a despertar y todo se llena de luz tras el largo invierno, cualquier día de verano empapado de lluvia bajo los efectos mágicos de una tormenta, el otoño con su alfombra roja y todos sus ocres, e incluso días de invierno con los desnudos árboles como supervivientes esqueletos.

Pero ahora vuelve a casa la navidad y todo el mundo me recuerda, incluso yo misma pienso en ello, las sillas vacías y el dolor que causan las ausencias, sobre todo si son recientes. Y no, me digo a mí misma, ¿por qué voy a permitirme percibir más las ausencias estos días y que las sillas vacías me duelan más en navidad?

He perdido a mi madre y a varias personas muy queridas este año. Las recuerdo continuamente, me duele su ausencia, se me empañan los ojos con solo evocarlas, las echo tremendamente de menos, pero no va a aumentar todo eso por ser navidad, no va a ocurrir solo, o más, estos días al ver sus sillas vacías porque aún tengo a muchas personas aquí con las que disfrutar de la vida y compartir buenos momentos, aún son muchas personas las que ocupan mis sillas.

Mi madre y todas las personas que se me han ido, disfrutarían viendo mis sillas llenas con las mismas personas con las que ellas las compartieron y disfrutaron y con otras recién llegadas, sonreirían viéndonos sonreír al ver nuestras sillas llenas y recordar con cariño cuando las ocuparon con quienes aún seguimos juntando sillas con cualquier excusa y en cualquier momento y fecha.

También en navidad.

Nuestros ausentes serían felices sabiendo que desde aquí podemos seguir siéndolo y que su ausencia puede llenarse con otras presencias sin olvidarles. Así que este año no tengo grandes deseos o sueños, ni esperanza en que la magia llegue en navidad, solo deseo y os deseo a todas las personas que tenéis sillas vacías, que las llenéis de vida, porque esa es la verdadera magia, estar vivas, haber compartido vida y sillas con todas las personas que ya no están presentes y seguirlo haciendo con las que permanecen a nuestro lado acomodando a quienes se nos han ido en nuestro corazón.

¡Feliz magia, feliz tiempo compartido y feliz vida, con todas vuestras sillas felizmente ocupadas!

Los ecos de tus sueños

se bañan y chapotean

en esas noches azules

estremecidas de ausencias.

Y los azules silentes

todos sus tonos despliegan

para envolverte en su manto

y cobijar tu leyenda.

El tiempo te está esperando

para vivir tu poema.

¿Por qué no pintas de cielo

la alegría de tu tristeza?