Sabía de su historia, la de este creador, y de sus otras; sabía de su éxito en los círculos de la realeza británica sobre todo con esté trabajo, Elías,  pero no conocía lo asombroso de sus capacidades reveladas desde niño. A los diez años comenzó a componer, y a los once ya había escrito un trío para piano y cuerdas, una sonata para piano  y violín, cuatro piezas para órgano, una opereta cómica en tres actos y una cantata; a los doce compuso cinco cuartetos para cuerdas y  nueve fugas, varias piezas para piano y dos operetas.

A los trece tocó en público un concierto suyo para piano y compuso su primera obra publicada, un cuarteto para piano; y a los catorce disponía de una orquesta privada. Estas obras permanecieron en el olvido durante más de un siglo, pero ahora han sido grabadas y de vez en cuando son interpretadas en conciertos.

Entre otros hitos llevados a cabo por él destaca que a los dieciséis años, en 1826, momento en que los entendidos en la materia dicen comenzó su  carrera,  creo su Octeto —composición musical escrita para ocho instrumentos o voces— y su obertura  del concierto “El sueño de una noche de verano” basada en la obra de teatro del mismo nombre escrita por el dramaturgo inglés William Shakespeare en 1595.

Podríamos continuar enumerando una tras otra obra en su haber, y eso que su familia al principio no creía en su don, ya les costó hacerlo. Antecedentes familiares los había; él aglutinó buena parte de las cualidades artísticas de sus predecesores y del ambiente en el que se crió.

Y es que su abuelo, Moses Mendelssohn fue un destacado filósofo alemán de la ilustración; su padre, banquero de profesión, educó con esmero a su hijos en contacto con visionarios, músicos e intelectuales de alto nivel de la época; la madre tocaba el piano y dibujaba de “modo admirable”, —habilidad esta última que también poseía su hijo Félix—además hablaba varias lenguas. Con semejantes ancestros, el clima y el intelecto del que estuvo rodeado Félix, no sorprende ver lo que fue capaz de hacer, sabedor de poseer ese don innato desde su nacimiento.

La vida de Félix es una historia de éxito. Hombre feliz, emprendedor, viajero, rico, famoso y fiel hijo, padre de familia y esposo. Su reputación se vio afectada  por el romance que tuvo con la famosa soprano sueca Jenny Lind, a la que conoció en octubre de 1844.

Inagotable descubridor de sensaciones en su periplo por diferentes lugares del mundo, para él fuentes inagotables de inspiración; fue Gran Bretaña el enclave por excelencia. Todo empezó cuando de joven, con tan solo veinte años,  viajó a Londres cosa que le causó una tremenda impresión. “¡Es temeroso! ¡Es enloquecedor!”, contaba a su familia. “Me siento mareado y confundido. Quiero atrapar todo lo que me ofrece. Las cosas ruedan y remolinean a mi alrededor y me transportan como un torbellino”.

Volvió en repetidas ocasiones a la capital británica; cada vez el efecto que le causaba era más enriquecedor para sus composiciones. Tras una de aquellas estancias afirmó: “He compuesto más música en dos meses en Londres que en cualquier otro lugar en dos años”. Hablaba de Londres como “ese nido humeante”, “predestinado a ser ahora y siempre mi lugar de residencia predilecto; mi corazón se hincha cuando pienso en él”.

Trabó amistad con la reina Victoria, que no se perdía ninguno de sus conciertos; con frecuencia era invitado al palacio de Buckingham. Entre sus obras, fue el oratorio Elías la que se interpretó en Gran Bretaña con tanta frecuencia como  El Mesías de Händel, o La Creación de Haydn. Félix Mendelson aspiraba a convertirse en el heredero natural de ambos.

No faltaron en su vida pinceladas románticas, extraídas de viajes por Escocia o la Italia meridional que le inspiraron piezas clásicas y formalistas, con excepciones como los intentos por plasmar musicalmente las impresionantes islas Hébridas en Escocia, lugar al que viajó por sugerencia de su amigo y mentor Goethe. El musicólogo Alfred Einstein le bautizó como “el clásico romántico”.

La muerte de su hermana Fanny compositora y pianista del romanticismo, a quien adoraba, le dejó en plena madurez sumido en una profunda tristeza. Hasta ese momento  había disfrutado de una vida ordenada y sin sobresaltos.

Félix Mendelson falleció joven, seis meses después de su hermana Fanny. Él tenía tan solo treinta y ocho años.

 

Autora Caleti Marco