Por temporada Navideña he podido visitar a mis pequeños nietos. Fuimos juntos el domingo a la Iglesia y pude observar, durante el tiempo previo a la reunión, sus caritas, sus actitudes y sus interacciones, entre ellos mismos y con los adultos.

Me conmovió su pureza, su alegría, su amor y humildad.

Ví a un pequeño dirigirse a saludar a un grupo de sus familiares, los besó y abrazó con cariño y respeto. Luego, cuando se dirigía hacia su familia, un adulto mayor de la congregación lo llamó y lo detuvo para saludarlo y el pequeño se volvió a darle un beso y un abrazo, luego observó a los otros adultos mayores que estaban en la misma fila y aún sin que nadie le indicara empezó a saludarlos uno a uno igualmente con un beso y un abrazo.

¡Me conmovió mucho esa actitud del pequeño! ¡esa pureza y amabilidad en sus brillantes ojitos!.

Vi a mis nietos con su grupo de amiguitos compartiendo sus hojas para colorear y sus crayones con alegría, sin egoísmo. Y entonces me puse a pensar y a meditar y pude comprender el por qué el Señor Jesucristo quería que nos volviéramos como niños: ¡ellos son hermosos! no están pensando en discriminar, son amables y bondadosos con todos, cuando son reprendidos olvidan con facilidad el enojo y no guardan rencor.

Pude entonces pensar en los niños de diferentes partes del mundo, que están sufriendo por las decisiones egoístas de los adultos ¡cuántos niños llorando, siendo abusados, sufriendo por la guerra! y eso me llenó de tristeza.

Pensé en ése pequeño niño nacido en Belén hace más de dos mil años y que Él vino con la misión de enseñarnos un camino excelente, un camino que nos podría llevar a la verdadera felicidad y paz y quien sufrió y murió con amor por nuestra causa.

Y pensé que Él resucitó y nos dejó marcado el camino a seguir para volver a ser realmente felices. Mi deseo para esta Navidad es que los seres humanos, en algún momento, pudiéramos volver a ser como esos pequeños, que nuestro corazón volviera a ser puro, que actuáramos como ellos: sin discriminar, con alegría, humildad y pureza, sin egoísmo…. ¡eso lograría un mundo mejor en realidad!

Mi deseo es que cese el sufrimiento de tantos pequeños y haya justicia verdadera y amor para los que sufren.

¡Que el Espíritu de la Navidad toque nuestros corazones y permanezca para siempre! para que estemos empeñados en hacer lo bueno y lo justo, para juntos hacer de nuestro pequeño espacio de la tierra un lugar mejor para los niños.