Después de convertir las calles y las plazas en un lúdico parque temático, ahora, sometidos a Ull, dios nórdico de los inviernos e hijo, precisamente, de un gigante de hielo, debemos tomar conciencia de que estamos bajo la tormenta perfecta.
Venimos de la penúltima crisis económica, que nuestros grandes economistas no pudieron ni adivinar, y que condujo a la caída de las insensibles financieras y de una banca voraz y plagada de delincuentes a la que el Pueblo tuvo que salvar de sus propios errores y malversaciones y cuyo gasto nunca recuperaremos. Regresaron victoriosos y cresos para volver a exigirnos sus hipotecas amenazando con desahucios y para cobrarnos hasta por mirar qué saldo tenemos; ante la mirada indulgente de las autoridades financieras.
Sin apenas habernos recuperado llegó el maldito covid-19 del quién ignoramos casi todo, pese a que expertos y tertulianos televisivos nos dan a diario soluciones que no funcionan. Las esperadas vacunas, que convierten en más ricas a las farmacéuticas y más dependientes a todos nosotros, serán, ya para siempre, nuestras inseparables compañeras.
Y en eso llegó el frío, voraz y nada indulgente. Las compañías eléctricas harán su agosto este invierno. Sin piedad y sin vergüenza procuran abastecer al rico y dejar helado al pobre, sea en un pueblo de Zamora o en la Cañada Real. Y para servirle de mamporrero, el gobierno permite un aumento del 27% por ciento en las tarifas energéticas. Cuánto tienen que estar riéndose Felipe González y José María Aznar, y excuso citar a unos cuantos políticos más para evitar una larga relación de reconvertidos asesores y directivos de compañías eléctricas, gentes de hielo a quienes bobamente elegimos, en su día, para representarnos.
La tormenta perfecta no es Filomena ni la que sacude a nuestros mares. La tormenta perfecta es la inevitable consecuencia de una brecha social más grande, del regreso de los sabañones y de la chulería bancaria o del sospechoso auge de las farmacéuticas. El viento de la tormenta perfecta, no es el que trajo Filomena o el nórdico del dios Ull, es aquel que sopla en la cara de los indecentes, el que mueve las puertas giratorias.
No Comment