albert-einstein-2Obras pictóricas, escultóricas, teatrales, musicales, literarias, cinematográficas…, se adulteran por quienes piensan que son objeto de mejora. Pero este empeño es baladí ya que esas obras son perfectas y además están realizadas por individuos de un nivel del que seguramente adolecen los que pretenden manipularlas ya que de otro modo se centrarían en su propio trabajo genuino.

En el ámbito de la ciencia este concepto se entiende fácilmente. Una fórmula de Albert Einstein (F=mc2) es perfecta en sí misma y no deja cabida a modificaciones ya que la más simple la alejaría de la verdad científica, de la belleza. Pues bien, “Las Meninas” de Diego Velázquez, “Éxtasis de Santa Teresa” de Gian Lorenzo Bernini… y tantas otras tampoco son susceptibles de manipulación, como puede ser colocar un televisor en lugar del espejo que refleja la imagen de Felipe IV y su esposa Mariana de Austria o cambiar de ubicación a Isabel de Velasco. Asimismo tampoco se puede sustituir el ángel por un rayo de bronce o de otro material para simbolizar el divino que atraviesa a la Santa, por ejemplo. Y lo mismo sucede con las obras literarias y cinematográficas que son “auténticas fórmulas matemáticas”.

De adolescente vi la película “La bella durmiente del bosque” y luego me interesé por quién había sido su creador original. Dejando a un lado la tradición oral, a Charles Perrault, los hermanos Grimm…, lo que hizo Walt Disney en 1959 fue sencillamente genial  ya que tradujo a imágenes una historia escrita; es decir, encontró la fórmula exacta en otro proceso creativo.

Ahora llega Maléfica, que se desenvuelve en el mismo ámbito artístico,  y lo cambia todo;  y además nos dicen que el cuento no es como nos lo habían contado.

A esos que se fijan en ciertas fórmulas con el ánimo de modificarlas les pediría, si son tan geniales, que creen las suyas y que sean respetuosos con aquellas que no dejan rendijas donde meter cuñas.

No sé, tal vez algún día le de a alguien por versionar las cuevas de Altamira.