El elogio del individualismo olvida una obviedad: el individuo aislado no existe, sino la persona en sociedad en permanente relación con el otro. No existe el yo, sino el nosotros: organizados en clases y grupos sociales, con poder y sin poder, dominantes y dominados, poseedores y desposeídos. La libertad individual del liberalismo es que cada palo aguante su vela y sálvese quien pueda.
Los recortes en el gasto del sistema educativo público, suprimiendo por ejemplo la leche gratuita para los escolares de siete a once años (“ratera de leche”, le apodaban sus conciudanos), y los recortes de los presupuestos de la enseñanza superior explican que fuera la única primer ministro graduada por la Universidad de Oxford que no recibiera un doctorado honorario de tan prestigiosa institución.
Las fórmulas de gestión privatizadoras de la sanidad -impuestas bajo su mandato- han elevado los costes de construcción y funcionamiento de los hospitales, han aumentado las deficiencias en el cuidado de los pacientes, han deteriorado la calidad de los servicios sanitarios y han provocado la exclusión del sistema de los colectivos más pobres y más enfermos. Porque, así de sencillo, la protección de la salud deja de ser un derecho de todos los ciudadanos y pasa a ser un privilegio para aquellos que puedan pagársela.
Quienes hayan vivido en el Reino Unido o, simplemente, pasado breves estancias en el país, habrán comprobado y sufrido las pésimas prestaciones de un sistema privatizado de transportes y comunicaciones, que limita el acceso a la movilidad de las personas, encarece enormemente los desplazamientos diarios casa-trabajo y merma de manera considerable el presupuesto de las familias.
Fue una “dama de hierro” con los débiles y una “dama de goma“con los poderosos. “Dama de hierro” con los trabajadores para destruir sus sindicatos, debilitar su capacidad de negociación y precarizar el empleo. “Dama de goma” con los financieros, facilitando la desregulación de sus actividades y convirtiendo la “city” de Londres en uno de los mayores mercados de derivados (productos financieros especulativos) del mundo de las finanzas. Y también, “dama de goma” amiga comprensiva del general Pinochet, golpista, dictador, que gobernó sobre el sepulcro de decenas de miles de chilenos.
La política económica thatcheriana se caracterizó por la regresividad de la fiscalidad, plasmada en reducciones brutales del tipo máximo del impuesto sobre la renta, en fuertes subidas del IVA que pagan todos los ciudadanos y en el establecimiento de la llamada “poll tax”, consistente en un impuesto municipal que obligaba a todos los ciudadanos a contribuir por igual e independientemente de su nivel de ingresos y del barrio en el que residieran, bajo pena de verse despojados del derecho de voto en caso de no cumplimentación de la obligación fiscal.
Como resultado, las políticas de Thatcher condujeron al aumento de la desigualdad social, al agravamiento del desempleo y a casi triplicarse los niveles de pobreza.
Muchos británicos -y con ellos decenas de millones de ciudadanos del mundo, que sufren las consecuencias de sus políticas bien vigentes en la actualidad- lamentan su legado.
José María Mella es Catedrático de la Universidad Autónoma de Madrid
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