Ocurre que el bombardeo televisivo habitual de imágenes violentas acaba por anestesiar la conciencia de nuestra colectividad. Contra esta tendencia ya instaurada conviene recordar. Conviene recordar porque la causa de tan grandes desmanes permanece vigente y debemos reflexionar sobre los distintos orígenes que han llevado a estos jóvenes a levantarse en contra de la sociedad que acogió en otro momento a sus mayores.

Aguas intercontinentales – principios de octubre de 2006: una lancha neumática con un grupo de saharauis se parte en alta mar cuando intentaban llegar a Canarias. Se rescatan a once supervivientes y éstos aseguran que otros veinte han desaparecido en la singladura. Otra vez la tragedia.

OLAS DE INMIGRACIÓN

El desarrollo de las comunicaciones en el transporte y en lo audiovisual acaecidas en la última mitad del siglo XX ha permitido el conocimiento en los países subdesarrollados de un mejor mundo y la posibilidad de desplazarse hacia su encuentro. Existe hoy un paralelismo entre la migración del campo a la ciudad, que se anunció en las postrimerías del XIX en los países que iniciaban entonces su revolución industrial adquiriendo dimensión global a mitad del siglo pasado, y el fenómeno migratorio actual que tiene ya carácter continental. La concentración vertiginosa de la población en ciudades que pasan ya a ser consideradas megaciudades, los casos asiáticos son manifestaciones ejemplares, consolida esta forma de convivir y habitar lo común. El abismo que existe entre naciones en el desarrollo del conocimiento humano, acelerado en los últimos tiempos, origina distintas velocidades de crecimiento económico y bienestar entre países contiguos. El uso de la tecnología aparecida en la reciente revolución de la información hace patente el conocimiento de estas enormes diferencias.

El fenómeno de la inmigración ha pasado de tener status territorial a continental.

Dispar crecimiento del bienestar y dispar crecimiento demográfico son dos de las grandes razones del éxodo masivo de aquellos que nada pierden en el intento. El fenómeno de la inmigración ha pasado de tener status territorial a continental. Sus soluciones por tanto no pueden circunscribirse a la soberanía de cada estado sino al conjunto de naciones que se agrupan entorno a instituciones internacionales. El filósofo argelino Sami Naïr, recientemente premiado por su labor humanitaria por la Fundación Cristóbal Gabarrón, en relación a los flujos migratorios comenta que …”los flujos actuales son excepcionales, pero no van a disminuir: basta con pensar en el crecimiento de las desigualdades entre países ricos y pobres y en el crecimiento demográfico de estos últimos, para entender que la excepcionalidad se va a transformar en regla”.

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El debate contemporáneo debe abordar de distinta forma el problema de la inmigración que hace arder las “banlieues” en Paris y aquel inmigrante que muere en el trayecto marítimo por el Estrecho de Gibraltar o en su periplo hacia las islas Canarias o Bateares. El primero necesita ser considerado un ciudadano más con todos sus derechos sociales y culturales mediante una política de integración basada en el respeto a la dignidad de las personas. El segundo caso precisa de una combinación adecuada de política de control fronterizo, de común acuerdo con los países de tránsito o de origen de la inmigración irregular, y una estrategia a nivel global para estimular y favorecer un desarrollo económico que les permita dejar de ser países productores de inmigración. En definitiva, control para garantizar la dignidad humana de aquel que se juega la vida y “enseñar a pescar” para que tenga posibilidad de obtenerla por sí en sus países de origen.

Europa exterioriza esta crisis dividida. Mientras el último referéndum de Suiza aprueba medidas que endurecen el control de la inmigración, legal o irregular; la Comunidad Europea no ha conseguido hasta la fecha ponerse de acuerdo en una política unificada sobre inmigración a excepción de la directiva sobre el derecho de asilo. Cada estado afronta este fenómeno con legislaciones más o menos restrictivas, más o menos integradoras. En este debate no debemos olvidar que la inmigración está siempre al albur de la demanda de mano de obra en función de los vaivenes del mercado, y que ésta ha sido y es la que garantiza en buena medida el crecimiento económico de nuestro entorno.

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MUROS FRONTERIZOS

Frente al gran reto del control de la inmigración anteponemos como soluciones una verja que separa nuestras ciudades de Ceuta y Melilla de Marruecos, un muro recientemente inaugurado entre Cisjordania e Israel, y un proyecto de muro ( 1.200 kilómetros con un coste estimado en 800 euros el metro lineal, que será más barato que su control posterior para hacerlo eficaz) que Estados Unidos pretende construir en la frontera mexicana. A lo largo de estas vallas patrullan los agentes fronterizos empleando las técnicas más novedosas de detección y control como si se tratasen de campos de concentración. No son alternativas creativas, es volver al control del territorio mediante la muralla como ya empleó China en su Gran Muralla de 6.000 kilómetros que construyó el emperador Tsin-chi-Hoang-ti a mediados del siglo III a.C. para contener a los tártaros.

El mayor muro que se puede interponer no será ni de piedra ni de ladrillo, será aquel que tiene su sitio en el corazón del mortal.

En un mundo cada día más globalizado interponer muros entre fronteras como método para luchar contra el tránsito de inmigrantes puede resultar rentable políticamente pero demuestra la incapacidad de los gobernantes de encontrar otros caminos alternativos más eficaces a medio plazo y manifiesta la enorme dificultad que tienen para un diálogo fluido entre países que se presentan generalmente como amigos. Paradójicamente se derriba el muro que simbolizó la división de Europa en la ciudad de Berlín, para fragmentar de nuevo en el nuevo siglo el territorio de los ricos del de los pobres.

El mayor muro que se puede interponer no será ni de piedra ni de ladrillo, será aquel que tiene su sitio en el corazón del mortal. Ciego al sufrimiento ajeno, con la única mirada en lo propio, no es capaz de percatarse de que “ese problema” le llegará antes que tarde y cuando se presente lo hará sin previo aviso, como un exabrupto. Las soluciones para entonces en cualquier caso serán más costosas, la tragedia no estará ya en el Estrecho, la tendremos en casa. El muro ya franqueado en la lontananza. Una vez más la educación es la clave en la construcción de un ciudadano abierto al mundo.

ALZAR LA OTRA VOZ

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Decía Octavio Paz que la poesía era “la otra voz”. Aquella que rompe el orden establecido y, desde la disidencia, levanta la palabra para no ser cómplice. En el ámbito de nuestra ciudad la sociedad civil debe trabajar para evitar que los barrios se conviertan en guetos étnicos. Debemos aprender de los errores ajenos, Francia conoce la inmigración desde los inicios del siglo pasado, para facilitar desde hoy la cohabitación entre españoles e inmigrantes de distinta raza u obediencia religiosa, porque en el mañana serán todos solo españoles. Se trata de fomentar el activismo vecinal para resolver los problemas a escala municipal, sin esperar que sea el estado quién solucione nuestros asuntos. Voz apolítica que apueste desde el servicio público generoso a una mayor integración de los extranjeros en el corto y medio plazo. Tarea ardua la que propongo pues no es habitual en la sociedad hispana, al contrario de lo que ocurre en la anglosajona, el activismo social. España recordará que no hace mucho fue país de emigración, ahora deberá demostrar su generosidad con aquellos que recibe creando las condiciones oportunas para la dignificación del inmigrante.

En el ámbito territorial debemos alzar la otra voz, aquella que busca la cooperación y el diálogo entre las dos orillas del Mediterráneo. Organizar el fenómeno de la inmigración y las fronteras territoriales es sin duda un acuciante debate contemporáneo en el que queremos contribuir desde estas páginas con nuestro grano de arena.