El diario El Mundo, el mismo que ayer desveló el contrato de Messi, sacaba en su portada del día diez de enero una foto del asalto con un primer plano del lobo y con una cabecera que decía:  El lobo de Yellowstone detenido tras el asalto al Capitolio. Días después, los creadores de bulos, las fake, habían difundido por las redes la noticia, cambiado el titular. La falsa cabecera aseguraba que los abuelos del lobo eran oriundos de Monreal del Campo, en la provincia de Teruel. La reseña tenía su gracia porque los monrealenses tienen fama en la provincia, y en todo Aragón, de reñidores.

La falsa noticia no tuvo más recorrido.  No obstante, me interesé por investigar esta posibilidad, que efectivamente no era cierta, pero que en su verificación me permitió “descubrir” cosas muy interesantes respecto a la emigración turolense a los Estados Unidos.

A principios del pasado siglo, las miserias en España obligaban a muchos a intentar una vida mejor allende los mares. Entre ellos, cerca de mil turolenses  buscaron en los Estados Unidos trabajo y futuro. Desde casi todos los pueblos de la provincia partieron migrantes, los que más aportaron, según datos oficiales, fueron  los pueblos de Jabalón con 131, La Puebla de Valverde con 164 y Teruel capital con 64. Curiosamente no consta ninguno de Monreal. Casi todos eran hombres de edades comprendidas entre los dieciséis y los veinte, pero también había entre los veintiséis y los treinta, eso les permitían tener contratos de trabajo. Por eso algunos jóvenes de trece o catorce años se vieron obligados a mentir sobre su edad a las autoridades de Ellis Island en Nueva York, el lugar de entrada, de cuarentena y distribución de los emigrantes a los Estados Unidos.

La isla de Ellis cuenta con un registro completísimo de todos cuantos pasaron por allí, con nombres, procedencia y destino. Este archivo custodia los datos de más de doce millones de personas llegadas desde el año 1852 hasta 1954 desde diferentes lugares del mundo. Hay una aplicación online en la que se pueden consultar los datos de cada emigrante, la información de su desplazamiento o de los viajes en los que participó.

Los turolenses viajaron en barco desde Valencia a El Havre en Francia, y de allí a los Estados Unidos, con una duración de entre ocho a once días; pero también hubo quien lo hizo a través de La Habana. Ante tanto posible cliente, algunas compañías navieras tenían delegado en la capital turolense para tramitar los billetes.

Una vez en tierras norteamericanas trabajaron de jornaleros, pero también en la industria, en las minas, o como leñadores. Los lugares con más presencia fueron, la propia Nueva York, Utah y California. Muchos regresaron al cabo de tres o cuatro años, otros hicieron varios viajes, las llamadas migraciones “golondrina”, con salidas temporales para ganar algún dinero, seguidas del regreso a casa; y algunos se quedaron para siempre, por eso era posible que el lobo reñidor con cuernos de búfalo y cara pintada con las barras y estrellas, podía haber sido uno de sus descendientes.

En otra ocasión les hablaré de los canteros cántabros que construyeron la base y el pedestal de la Estatua de la Libertad, la de cientos de republicanos que encontraron su futuro en la tierra del dólar o la de esos científicos sin trabajo, desplazados a la fuerza.

Tal vez ahora, comprendan el afán de todos estos migrantes del siglo XXI que tratan de buscar un futuro mejor. Nosotros también fuimos y somos emigrantes.