Foto FFD3Después de tres días de intensas negociaciones en Adís Abeba, la III Cumbre sobre Financiación  al Desarrollo de Naciones Unidas terminó con un sabor agridulce y sin compromisos concretos para avanzar hacia un modelo de financiación del desarrollo suficiente y justo. No se ha conseguido aprobar la creación de un Organismo Fiscal Mundial que regule de forma justa donde y como deben tributar las grandes empresas, por la oposición de algunos grandes países. Y los compromisos sobre Ayuda Oficial al Desarrollo han quedado totalmente diluidos en una declaración de intenciones (alcanzar el 0,7% del PIB) pero sin un calendario claro de aplicación.

Oxfam advierte del riesgo que supone privatizar cada vez más la ayuda al desarrollo, bajo un modelo de fondos públicos con gestión privada, sobre todo cuando no se han concretado medidas de protección y salvaguardas.

 “Hoy en día, una de cada siete personas vive en la pobreza y la cumbre de Adís Abeba constituía  una oportunidad histórica para comprometer los recursos necesarios para acabar con este escándalo. Sin embargo, la agenda establecida permitió ignorar los compromisos sobre Cooperación y derivar las necesidades de financiación del desarrollo a la participación del sector privado, sin poner ningún tipo de salvaguardas”, afirma Winnie Byenyima, directora de Oxfam Internacional presente en la cumbre.

Los países en desarrollo defendieron con firmeza la necesidad de poner en marcha un organismo fiscal mundial, que no solo pondría coto a las prácticas de evasión y elusión fiscal de las grandes empresas, sino que permitiría rediseñar los principios fiscales internacionalmente aceptados con mayor equilibrio entre los países más ricos y los países en desarrollo. “Actualmente la balanza está inclinada en beneficio de los intereses países más ricos, y esto no cambiará mientras no cambie la estructura de poder en la toma de decisiones”, afirma Susana Ruiz, responsable de fiscalidad justa en Oxfam Intermón.

Se estima que, desde 2008, por cada dólar que entra en los países en desarrollo (a través de inversiones extranjeras directas, ayuda al desarrollo, etc.), salen aproximadamente dos dólares, principalmente debido a flujos financieros ilícitos, la evasión y elusión fiscal y el pago de la deuda externa.

“Un sistema fiscal justo es vital en la lucha contra la pobreza y la desigualdad. Los ciudadanos deberían poder depender de su propio Gobierno para que les provea de los servicios fundamentales. Pero no es lógico pedir a los países en desarrollo que recauden más recursos sin que se reforme también el sistema fiscal internacional que les impide avanzar en esta línea. Los impactos son nacionales, pero las causas y las soluciones dependen de acuerdos globales“, añade Byanyima.

“Es bueno que se acuerden nuevas iniciativas y programas específicos como los que se han puesto sobre la mesa en Adís Abeba, pero siempre que sirvan para proporcionar más y nuevos recursos, garanticen el desarrollo sostenible y equitativo y contribuyan a acabar con la pobreza. No pueden ser solo parches frente a la dimensión de los problemas. Necesitamos cambios estructurales. Los Gobiernos y las instituciones internacionales no deben hacerse ilusiones de que estas iniciativas puedan ser sustitutivas de los cambios fundamentales que precisa el sistema fiscal mundial”, concluye Byanyima.

El gobierno español no ha contado con una delegación en esta cumbre con ambición de negociación política para lograr un cambio más ambicioso. “Parece que la erradicación de la pobreza y la defensa de un modelo de financiación más justo y suficiente no son la prioridad en la agenda política de este gobierno, a pesar de haber participado activamente en todos los procesos hasta ahora”, concluye Ruiz.

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