Violencia escolar, acoso, bullying, maltrato, intimidación, todas ellas palabras que últimamente y con gran frecuencia leemos en diferentes tipos de publicaciones o bien escuchamos en otras tantas cadenas radiofónicas o televisivas. A la postre todos ellos son términos que resuenan en nuestro entorno y nos preguntamos el por qué de la insistencia de este tema en todos los medios de comunicación. ¿Acaso es una nueva moda? ¿Es este un fenómeno de aparición reciente en nuestra sociedad?.
Nuestra respuesta debe ser no a ambas preguntas y unirnos a los expertos y los estudios que nos demuestran que la violencia y el acoso escolar ocurre en las escuelas de todas las culturas y desde siempre.
No obstante es necesario aclarar, que lo único novedoso es el uso del término bullying, este anglicismo está usándose y es admitido en todos los ámbitos porque nos ha venido a aclarar la confusión, que sin proponérselo, han generado los medios de comunicación al usar las palabras violencia escolar y acoso indistintamente.
Llamamos bullying (acoso escolar) a una especial forma de violencia o comportamiento entre iguales (golpes, peleas, difusión de motes y de rumores…) que no se debe a un accidente, una broma, una diversión o un juego, sino que es un comportamiento reiterado, persistente, e intimidatorio por parte de un compañero/ a o varios a otro/a que es la víctima y que además por el hecho de serlo se encuentra en inferioridad de condiciones (físicas, psicológicas o sociales). La diferencia está en la duración, intención y efectos que produce (interfiere en los procesos normales de desarrollo del niño y el adolescente).
El bullying implica toda una dinámica; es oculto, oportunista y conlleva un abuso de poder. Un mismo comportamiento puede ser intimidatorio o no según esa dinámica y lo debemos tener muy presente, porque para estar ante un caso de bullying debemos:
Conocer el contexto en que se produce el comportamiento.
Saber si la persona se siente mal.
Conocer si la persona tiene amigas y está integrada en un grupo que la apoya o por el contrario no es así.
“El acoso escolar es una cuestión de comportamientos pero sobre todo de sentimientos, no de simples hechos”.
Actualmente asistimos a una mayor sensibilización social ante este fenómeno debido a los acontecimientos ocurridos recientemente en nuestro país y que están en la mente de todos. Ante unos hechos tan extremos, la sociedad necesita encontrar razones, causas que expliquen lo que es inexplicable, e incluso culpables para poder asimilarlos y así se puede llegar a caer en lo más fácil, que es responsabilizar a los centros escolares. Sin embargo nuestras escuelas no son ajenas a los valores de nuestra sociedad actual, a ella llegan los muchachos/as portando unos valores que todos promovemos y que son actitudes como: colaboración, compañerismo, respeto, consuelo, ayuda…
El acoso escolar se produce cuando los estudiantes activos agresivos quieren hacerse dueños de un grupo y buscan así oportunidades para demostrar su poder y ganar apoyo e influencia. Suelen buscar a compañeros/as débiles y vulnerables porque con aquellos que tienen apoyos, podrían crear un conflicto y quizá una pérdida de poder. Esto puede ocurrir ya a partir de los primeros cursos de Primaria a los 6 ò 7 años de edad.
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¿Cómo se manifiesta el acoso escolar?
No solamente se manifiesta en agresiones físicas como piensa la mayoría de la gente sino que también existen otras formas de agresión:
– Agresiones físicas: golpes, patadas, pequeñas palizas, “collejas”, tirones de pelo, “descansos”…
– Agresiones con daño material: destrozos de ropa, libros o trabajos escolares, pequeños robos.
– Agresiones verbales: insultos, motes, iniciar rumores, llamadas telefónicas (acoso mediante móvil) o incluso el más actual que es el acoso a través del correo electrónico.
– Agresiones sociales: ignorar, excluir, aislar, no dejando participar, e incluso gestos groseros y obscenos, caras de desprecio, atenciones indecentes e insinuaciones.
– Agresiones psicológicas: obligar a realizar acciones humillantes, amenazas para provocar miedo…
Cualquier niño/a puede llegar a ser víctima del acoso escolar pues nadie es inmune a ello. Todos los que destacan, por tener alguna diferencia con los otros, pueden ser escogidos como víctimas y esas diferencias las decide el agresor o su grupo.
En la elección de diferencias pueden estar implícitas las desigualdades sociales, los prejuicios y los estereotipos de nuestra cultura o entorno social, y así pueden existir acosos: racistas, xenófobos, a estudiantes con necesidades especiales, al otro sexo, acoso por rendimiento escolar, por físico poco atractivo o sobrepeso, por la forma de vestir…
En la mayoría de los casos las víctimas de este tipo de acosos no están dispuestas a explicar el problema a nadie y ello garantiza que la intimidación sea oculta.
Las razones para esta conducta por parte de las víctimas son difíciles de entender pero podríamos hablar de: miedo a sufrir más daños, esperanza a que termine si no enfadan al agresor, no preocupar a sus familias, poca confianza en poder ser ayudados por los profesores, no estar bien visto delatar a los compañeros, creerse culpables de lo que sucede…
Es importante pararse a pensar en los roles que existen en el triángulo del bullying: Agresor/es- Espectadores-Víctima
> El agresor/es (acosador/es), personas que saben muy bien como utilizar su poder y no conocen la empatía (capacidad de ponerse en el lugar del otro). Son bastante prepotentes y a veces usan conductas violentas porque son sus únicos patrones para resolver sus conflictos (incluso pueden tener modelos familiares). En este caso y como muy bien nos diría Manuel Segura (Universidad de la Laguna) deberíamos reeducarlos en tres factores muy importantes:
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Entrenamiento cognitivo: enseñarles a pensar.
Inteligencia emocional, tanto intrapersonal como interpersonal (en términos de Howard Gardner) para que adquieran la capacidad de conocer y controlar las propias emociones y sentimientos y saber usarlos al actuar.
Desarrollo moral (estadios de Kohlberg)
El agresor o acosador puede ser que a su vez reciba o haya recibido malos tratos (la violencia se aprende) y ello evita el desarrollo de la sensibilidad hacia el dolor ajeno.
Podríamos incluir además como factores que favorecen la aparición del acoso: la hiperactividad, el bajo nivel socioeconómico, el bajo rendimiento escolar y los amigos con tendencias antisociales.
Maximicemos las posibilidades de ayuda o rehabilitación tanto en el ámbito individual como familiar para desarrollar en ellos habilidades prosociales y niveles de empatía que les lleven a entender o aceptar las necesidades y sentimientos de los demás. Nunca un agresor debe aumentar su poder consiguiendo que la víctima cambie de centro escolar.
> Los espectadores son importantes en el proceso de acoso pues con su participación como reforzadores y aliados toleran el acoso y para no sentirse responsables renuncian a cualquier implicación y tienden a deshumanizar a la víctima y a ignorar sus emociones ante lo que ven.
Sólo si existen defensores activos de la víctima y de rechazo a las conductas de acoso puede desaparecer éste. La pasividad es una forma de manifestar apoyo al acosador. A veces es complicado averiguar quienes son, pues no existen patrones de conducta en ellos y tampoco les gusta hablar del tema.
> La víctima (acosado/a). Podemos empezar diciendo que es difícil hablar de un perfil de víctima, pues todos los alumnos/ as, como ya decíamos anteriormente, pueden llegar a serlo en un momento dado, cuando no dispongan de un apoyo de grupo o muestren alguna vulnerabilidad: sensibilidad, capacidad intelectual, indumentaria, cambio de centro escolar… (esto constituye un germen de intolerancia y poca solidaridad).
Se suele hablar de las características más comunes asociadas a este perfil: haber sido sobreprotegido en exceso y por ello tener dificultades de desarrollo social de acuerdo a los patrones sociales.
No obstante también podríamos tener niños provocadores, graciosos, listillos, molestos, que se pueden encontrar en un vértice u otro del triángulo. Todos ellos tienen una falta de competencia social y carencia de ASERTIVIDAD (dificultad para comunicar sus necesidades y hacerse respetar por los demás).
Todos los acosados se encuentran en situación de desventaja emocional, académica y social e incluso pueden sentirse responsables de sufrir acoso e incapaces de actuar y ello repercute en su autoestima.
Los efectos sobre su salud van notándose poco a poco según el nivel o fuerza del acoso. Pueden sufrir pequeñas lesiones físicas, sentir miedo de ir al colegio, trastornos de conducta y en casos extremos tener problemas de sueño al tener que estar siempre alerta y sentirse desesperados, pierden la capacidad de concentración y por tanto bajan su rendimiento académico e incluso quedan retrasados. Los contínuos abusos pueden hacerles sentirse inútiles y caer en una depresión.
En la etapa preadolescente y adolescente, el desarrollo social e integración en el grupo constituye uno de los factores más importantes junto al descubrimiento del yo. Las víctimas quedan excluidas de muchas de estas experiencias que son vitales para su desarrollo como adultos y ello les puede llevar a otro tipo de futuros problemas de relación.
Ante una víctima de acoso debemos: atender de inmediato sus necesidades de seguridad, evaluar el impacto traumático e intentar hacer fluir su memoria emocional -donde guardará todos sus temores, culpas, desasosiegos- para al compartir la experiencia poder organizar sus pensamientos quitándoles intensidad emocional y miedo.
Es importante ayudarle a superar su conflicto, ofreciéndoles estrategias, herramientas y apoyos para enfrentarse a la situación y superarla y no cambiarle de centro evitando el conflicto, que al no estar superado pudiera volver a aparecer.
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Existen muchos programas y herramientas prosociales interesantes con las cuales podemos trabajar para ayudar en la superación del acoso, tales como: tutoría de iguales, enfoque de ninguna culpa, aprendizaje por modelado de escenificación de casos, programas de aprovechamiento del liderato, aprendizaje cooperativo, programas de Competencia Social (v.g. Manuel Segura).
Los centros escolares conscientes de la importancia de evitar problemas de convivencia y desarrollar valores y actitudes prosociales deben programar actividades de prevención en sus diseños curriculares, pues debe estar claro y ser conocido por todos los estamentos del centro y las familias el mensaje de tolerancia cero al bullying.
Deben organizarse los procesos de relaciones con las familias (a través de las tutorías) para crear modelos de comunicación abiertos y confiados. Es bueno ser crítico con el sistema pero no podemos para mejorarlo buscar la cultura de la queja continuamente pues la solución al problema, no es que otros lo resuelvan porque yo no participo ni soy responsable sino preguntarse como puedo colaborar o contribuir como compañero, amigo, profesor, padre, familiar o responsable de un grupo de jóvenes a mejorar los comportamientos de acoso o bullying de mi entorno.
Hay propuestas y actuaciones diferentes según las circunstancias y la relación de jerarquía pero hay una respuesta común para todos nosotros y es no cerrar nunca los ojos, no obviarlo, enfrentarse al problema y si es necesario pedir ayuda a otros profesionales o centros que puedan abordar el tema con más éxito.
No hace muchos días y en un programa televisivo escuchaba un debate sobre este tema en el que un contertulio culpabilizaba a la LOGSE y los Sistemas Educativos españoles del problema existente en los centros escolares y yo me vuelvo a preguntar junto a todos los posibles lectores ¿No es claramente un fenómeno que excede de nuestros límites territoriales? ¿No existía en otras épocas históricas o pedagógicas? ¿No hemos conocido y encontrado compañeros que han sufrido relaciones de poder-sumisión y acoso escolar? ¿Quizá alguno de nosotros mismos? ¿Acaso es culpa de los diferentes sistemas escolares últimos el maltrato en el ámbito doméstico o el acoso o mobbing en el ámbito laboral? (Apelativos diferentes para situaciones adultas con las mismas características).
Haciendo conflicto partidista de problemas que son, han sido y serán parte del desarrollo de las actitudes y valores del ser y crecer de niños y adolescentes no favoreceremos la lucha contra el acoso escolar ya que ellos beben de los modelos sociales y no todo sirve para lograr los objetivos.
Es preocupante hablar de moda, ante un hecho como el bullying, pero los medios de comunicación deben tener y tienen –en mi opinión- como objetivo, no solamente informar sino también colaborar positivamente en el envío de mensajes y la estimulación de valores para la convivencia e interrelación comunitaria.
Por ello y desde aquí opino que debemos esforzarnos y pedir que la información no genere alarma social o mensajes partidistas, pues ello no es una buena contribución a la construcción de una cultura de convivencia social y familiar que repercute directamente en los centros educativos, donde se tienen que vivenciar además de consolidar sistemas de valores democráticos como el respeto, la justicia, la igualdad, no-violencia, tolerancia o solidaridad. Todos debemos contribuir pues como dice J.Antonio Marina “Para educar a un niño hace falta una tribu entera”.