No es fácil apelar al ánimo y la esperanza en un año tan aciago como el que termina. Tampoco es muy original refugiarse en que muy probablemente el nuevo tendrá que ser por fuerza más propicio que el odiado 2020. Pero los que, después de tanto dolor y muerte por culpa de la pandemia, seguimos aquí para quejarnos, ya tenemos algo por lo que brindar. Muchos se han ido, algunos muy cercanos y queridos, pero los que continuamos, tenemos un motivo para el optimismo en 2021. Hemos sobrevivido para luchar un año más, un año más en el que pensar que otro mundo es posible y, aunque en estos meses se haya puesto a prueba nuestro optimismo, ese otro mundo posible sea un mundo mejor. Por supuesto mejor que el tenemos ahora mismo, pero también mejor que el que nunca tuvimos.
Mi deseo para todos los lectores en este año que se atisba, al margen, obviamente de la salud y la prosperidad económica ante las dificultades que padecemos, es que con la anhelada vacuna, o vacunas, recibamos también una dosis de optimismo que nos permita desarrollar anticuerpos contra la desesperanza y el sufrimiento. No será fácil, pero si seguimos aquí, es que aún podemos pelear por ello.
No me quiero olvidar de que el año del coronavirus iba a ser, antes de que fuéramos conscientes de lo que venía, el año de Delibes, un siglo desde que naciera el insigne escritor vallisoletano. Para muchos, este año de encierro ha sido una oportunidad de reencontrarnos con la parte más olvidada o desconocida de su obra. Aunque también su centenario –como el de la muerte de Galdós– haya sufrido la sombra del terrible virus, quedémonos con el recuerdo de este gran autor y que su literatura sea consuelo y nos guíe en el nuevo año, un año del que esperar lo mejor tras soportar lo peor.
Muy feliz año a todos.
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