En los últimos veinte años han aumentado los trastornos y enfermedades de carácter hormonal en humanos. Infertilidad, diferentes tipos de cáncer, pubertad precoz, malformaciones congénitas, diabetes u obesidad, son sólo algunas de las afecciones que han ido creciendo. Dado que nuestros genes no han sufrido cambios tan rápidos, la comunidad científica y la Comisión europea vincula estos trastornos a factores externos, como la exposición a sustancias químicas que se comportan como disruptores o alteradores endocrinos.
Por eso, este miércoles se vota en el pleno del Parlamento Europeo una resolución sobre la protección de la salud pública contra los alteradores endocrinos. Un reconocimiento a que los controles convencionales, y que un día consideramos infalibles, no han sabido ni podido frenar los graves impactos para la salud humana de este tipo de sustancias. Sencillamente, porque según el conocimiento actual no es posible establecer un nivel seguro de exposición a estas sustancias.
Para llegar hasta aquí han tenido que pasar décadas de investigación científica (alrededor de 27.000 informes de investigación acerca de los efectos de alteradores endocrinos en personas y animales) y décadas de movilización ciudadana para contrarrestar la fuerte presión de una industria química interesada en mantener un modelo de control de las sustancias químicas obsoleto, incapaz de detectar los daños que provocan estas sustancias tóxicas que ellos generaron (y parece que quieren seguir generando). Se resisten a “reconocer que la tierra no es plana”. Y, lo que es peor, parece que también les pasa a algunos europarlamentarios del Partido Popular…
La votación de este miércoles hará retratos de nuestros europarlamentarios y europarlamentarias. Sabremos qué votará cada uno y, precisamente, en un momento clave en el que en la UE se está diseñando una estrategia en materia de alteradores endocrinos.
Veremos quién apostará por la protección de la salud de las personas. Pero también a quién se empeña en seguir creyendo, o hacernos creer (porque ya no es más que un tema de fe o interés frente al conocimiento científico) que la tierra es plana y la industria puede seguir “navegando a toda máquina” buscando sin rumbo los últimos confines del planeta. ¿A qué lado de la foto se colocarán nuestros europarlamentarios? Os lo contaremos.
Sara del Río, responsable de la campaña de Contaminación de Greenpeace
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