Los atacantes preguntaban entre gritos por los periodistas, dibujantes y el director Stéphane Charbonnier, – Charb –, para asegurarse de que la libertad de expresión era pisoteada y acribillada. Llevaban la cara cubierta, como los cobardes, como los dirigentes que les envían a cometer masacres mientras ellos se quedan en retaguardia; es la impronta de los que se escudan en credos y en interpretaciones manipuladas para imponer el terror y la intolerancia. Casi tanto como la provocación del contenido del libro del francés Michel Houellebecq, un polémica historia titulada Soumission (Sumisión) y en la que fantasea con un Francia gobernada por un presidente musulmán en el 2022 y que, precisamente, ha sido la última portada de la revista con todo el humor y sarcasmo que los compañeros de redacción del Charlie Hebdo daban a sus contenidos.
Sobre la publicación ya pesaban amenazas de muerte y un atentado con bomba en el 2011. Sin embargo, ¿debe callar el periodista, el articulista o el dibujante por temor a los fanáticos? No y mil veces no. La opinión debe ser libre y aunque no la compartamos debemos dejar que las gentes la expresen o la conozcan, siempre que sea pacífica; y si además es en tono de humor, haciéndonos sonreír o partirnos el culo de risa, mucho mejor.
La sociedad no puede estar atemorizada y callada por la imposición de unos pocos que se creen investidos con el don de la verdad, entre otras cosas porque la verdad nunca es absoluta, como tampoco lo son las creencias y las ideas. Todo es mejorable e interpretable.
El atentado de París es terrible por su barbarie y por su inutilidad, ya que nadie puede silenciar todas las voces a menos que se quede sordo. Tienen que ser los musulmanes pacíficos los primeros que critiquen, aborrezcan y denuncien las acciones de los exaltados que en nada favorecen ni a sus creencias ni a su aceptación social.
Los asesinos que han perpetrado el asalto a la sede de Charlie Hebdo al grito de “Alá es grande”, han hecho mucho más pequeño al Islam en la fría mañana de este siete de enero en París.
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